En aras de que manejar expectativas y que todos los jugadores entiendan la siguiente noticia aclaro que esta no viene acompañada de ninguna novedad en el juego.

Esto significa que si no os interesa la historia de los Reinos podéis ignorarla.

Para el resto de jugadores, aclarar que para poder entenderla hay que seguir los hilos argumentales de ‘El Libro de Khaol’ y la ‘Conjunción de los Planos’.

Si no sabéis de que van, os recomiendo el siguiente orden de lectura antes de adentrarse en esta noticia.

Lo primero que habéis de leer es el ‘Libro de Khaol’, que está compuesto por las noticias historia: 292, 295, 310, 313, 345, 355, 356 y 363.

Alternativamente podéis leerlo desde la Wiki de Reinos de Leyenda:

Posteriormente debéis leer todas las noticias de la ‘Conjunción de los Planos’, que son: 346, 347, 348 y 349.

Con todo eso leído entenderéis en que momento cronológico se sitúan los eventos de esta noticia, así como los eventos que están transcurriendo en este momento.


Capítulo XI – La ignorancia del creyente

En los Reinos de Leyenda las ciencias son una práctica agonizante. El analfabetismo rampante y su correspondiente buena dosis de pobreza hacen que perseguir una carrera en este ámbito del conocimiento sea muy difícil: el proceso es sacrificado, tortuoso y caro [1]. Un estudiante ha de tener un mecenas muy importante para poder siquiera iniciarse en las bases más rudimentarias del álgebra, ¡y esto asumiendo que tenga acceso a una de las pocas academias de los Reinos en donde se puedan impartir estas materias!

Incluso aquellos que consiguen superar esta barrera de entrada y comienzan a realizar investigaciones se encuentran de bruces con que el estado de guerra perenne que sacude a los Reinos hace casi imposible que pueda existir un proceso de revisión por pares. Después de todo, ¿a quién puedes acudir para que valide tus hallazgos cuando todos los países que te rodean están en guerra con el tuyo a raíz de cruentos motivos ideológicos que nunca podrán ser reconciliados? [2]

Pero estos impedimentos no son la barrera más difícil en esta tortuosa empresa, ya lo creo que no. ¿De qué sirven las ciencias en un mundo en el que el dogma y la superstición son los pilares de la lógica y la erudición? Semejante afirmación le puede parecer esperpéntica a un observador de otro mundo [3], ¿pero cómo va la ciencia a avanzar en un mundo en el que conviven los milagros y la magia?, ¿cómo vamos a establecer las bases del debate, retórica o pensamiento lógico cuando discusiones tan primordiales como el origen de la moralidad tienen como respuesta globalmente aceptada un axioma tan falaz [4] como ‘la respuesta está en los dioses‘?

Y cuando este texto menta a los dioses no utiliza la palabra en el sentido figurativo que define a la piedra angular de un dogma religioso. La utiliza en el sentido literal. En el sentido de entidades omniscientes que crean mundos con martillos legendarios, destruyen ciudades con implacables tormentas de azufre y salitre y que confieren a los suyos poderes que escapan al alcance de cualquier explicación que puedan dar esos… científicos que pretenden hacer creer que el poder de operar con números que no pueden explicar es, de alguna forma, un poder mucho mayor que el del sacerdote que puede curar la peste bóvida a una hija con solo acariciarle la frente.

Por todo esto la ciencia está a punto de morir de forma lenta e inexorable. ¿Quién va a querer desarrollar nuevos métodos de industrialización cuando un hechizo fortuito puede conseguir, en un día, lo mismo que un batallón de trabajadores en seis jornadas?, ¿por qué arriesgar la vida dejando la enfermedad en manos de una medicina rudimentaria cuando un sacerdote puede otorgarnos una panacea con una simple oración?, ¿qué sentido hay en estudiar la historia del mundo cuando todas nuestras crónicas nacen y mueren con la propia palabra de los dioses de cada Era, cuya simple oposición se tacha de blasfemia?, ¿por qué vamos a estudiar a los astros cuando se cree que éstos son extensiones de los dioses, manifestaciones de su poder, y pueden tanto aparecer como desaparecer ante un ademán de su caprichosa voluntad?

La decadencia de la ciencia ya fue vaticinada por Oskuro en la Segunda Era. Su régimen cruel e implacable buscaba hacer que los seres conscientes de los Reinos formasen sociedades duras, donde los débiles no tuviesen cabida, donde los dones clericales y mágicos tomasen un segundo lugar, donde el esfuerzo y los avances científicos llevasen a los mortales a una nueva era de prosperidad. Yo creí en su visión; visión que, hasta ahora, ha probado con rotundidad estar en lo cierto. Por desgracia, esa visión no era compartida; nadie pudo ver su magnificencia. El mundo ardió cuando Él intentó traer la iluminación.

El Señor Del Mal Y La Oscuridad —título pueril que utilizaba para infundir pavor y respeto entre los portales— preparaba a este mundo para algo. El ardid de Seldar privó a este mundo de su visión y lo condenó al olvido a golpe de martillo y cincel. Lo condenó a centurias y Eras de ignorancia y superstición. Centurias en las que no hemos conseguido replicar los dones del pasado, Eras en las que la historia ha fallado al evitar que caigamos una y otra vez en los mismos errores. ¿Qué otra prueba hace falta, querido lector, de que los dioses son el origen de la decadencia y el principio del fin del mundo?, ¿no estás aún convencido de que la existencia supeditada a su voluntad es una ilusión, una pugna fútil que está abocada a la misma oscuridad que existía antes de que el mundo que conoces fuese creado?

Los historiadores de los Reinos, en una clara demostración de mi aseveración sobre la ciencia, remontan el principio de la historia a las Crónicas Élficas. Estos textos son patrañas creadas por los autodenominados ‘primeros nacidos‘. Mala prosa de ficción en la que atribuían a los designios de los dioses la mayor parte de la creación del universo, tal y como lo conocían.

¿Pero qué demonios conocían?, ¿y qué universo?, ¿qué credenciales tenían para hacer tales aseveraciones? y, ¿cómo demonios sabían escribir si eran los primeros nacidos? En la existencia, tal y como es, no hay un único universo. Y esto es algo que podría ser claramente explicado si la astronomía y la física hubiesen avanzado como debieran. Como no fue así, los Reinos han decidido basar toda su historia e identidad en las palabras escritas por criaturas demasiado jóvenes como para escribir que han ido pasando de generación en generación, corrompiéndose con superstición, ignorancia y adornos poéticos con el paso del tiempo. Unas crónicas inservibles. Vergonzosas. Una clara muestra de la plaga de ignorancia que asola las sociedades del hoy. Una burda mueca a la erudición y al conocimiento.

Sí, a los dioses se les atribuye demasiado protagonismo acorde a los Elfos. Y no te tomes esto como una opinión, puesto que yo sí he perseguido la erudición y la ciencia. En mis razonamientos y lances dialécticos solo utilizo la razón y la lógica como arma. Yo conozco muchas de las respuestas que los dioses no tienen o han preferido olvidar. Puede que crearan parte de esta dimensión, pero no fue su voluntad la que creó los universos: eso fue el Baldrick.

Los ecos de tal evento salpicaron los infinitos universos con una cantidad igual de mundos. Alguno de ellos, como los planos que conocemos, tuvieron la mala fortuna de caer en manos del Panteón; sin embargo, hubo otros mundos que, por azares del destino o razonamientos que aún no soy capaz de fundamentar, nunca se encontraron con ningún dios.

Uno de esos baluartes pristinos fue el mundo que ahora ha sido catalogado como ‘Y502’ por algunos mortales. Un mundo al que sus habitantes denominaban ‘Convallis‘ y que se forjó lejos de la densa sombra de ignorancia que persigue a las figuras de nuestros dioses. Su sociedad era injusta, en ocasiones también salpicada de guerra, pero perseguía la ciencia y la erudición a toda costa. Su mundo prosperó y no tardaron en explorar toda la extensión de tierra habitable [5] de su planeta. Su historia era rica, al igual que su arte y literatura, cosas respetadas incluso por los conflictos más sanguinarios que azotaron a su mundo.

Tenían números y expresiones que eran capaces de explicar todos los fenómenos naturales observables; combinaciones algebraicas que en manos de sus eruditos y Cvstodes eran poco menos que la magia de la que tanto depende este mundo; invenciones mecánicas que pronto les permitirían escapar de su mundo para llegar a otros, llevando así la iluminación por el resto del multiverso. Yo, que he observado el auge y fin de miles de civilizaciones, calculo que en unas centurias se habrían convertido en el cenit de una sociedad iluminada. Sin embargo, todo eso terminó de pronto por la misma mano de los dioses.

Durante la Segunda Era, los pueriles ardides de los dioses desembocaron en una guerra a gran escala que hizo temblar los propios cimientos de la dimensión. Cualquiera pensaría que una guerra de tal magnitud entre seres omniscientes que se enorgullecen de ser los creadores del tejido de la realidad tendría un casus beli a su misma altura, pero no fue así. La guerra comenzó por culpa de los mismos defectos que también tienen los mortales: egoísmo, envidia e ira.

Esa trinidad de emociones motivaron a Astaroth a comenzar a destruir la creación del resto de las divindades, pues no podía concebir que alguien fuese capaz de materializar en el mundo creaciones mejores que las suyas. Astaroth comenzó a deshacer el mundo. Lanzó sobre los mortales la maldición de los años, creó abyectas criaturas que fueron únicamente enseñadas a matar y destruir, asedió continentes enteros y, finalmente, halló la derrota a manos de un contingente unido del resto de dioses, que no estaban dispuestos a que les rompiesen sus juguetes.

Herido fatalmente, Astaroth intentó huir del Primer Plano Material —pues allí se libraba la parte más cruenta de la guerra— pero falló en sus cálculos y terminó en un sitio muy distinto. Esto no habría sucedido si los dioses, para empezar, entendiesen qué son los planos y cómo se rigen. De haber optado por perseguir la ciencia y el conocimiento sabrían lo que implica moverse entre planos. Puesto que no lo sabían, Astaroth acabó en un plano muy distinto al que esperaba.

Y es aquí donde la historia nos lleva de vuelta a Convallis, pues el cuerpo de Astaroth apareció en el medio del único astro que daba luz a la dimensión de esta civilización: una estrella blanca. Su poder calcinó el cuerpo de Astaroth quién, en sus últimos estertores, consiguió abandonar el corazón solar del astro para precipitarse contra el planeta de Convallis.

En algún punto antes de entrar en la órbita [6] de Convallis, Astaroth halló la muerte. No obstante su cuerpo, agigantado por la forma que había tomado durante la guerra, se precipitó de lleno sobre la cara oculta y helada del planeta. Desde aquél día, los habitantes de Convallis se despertaban con la visión de las costillas de Astaroth en el horizonte, clavadas y congeladas en la cima de una montaña a la que no podían acceder, pues la cara oculta de su mundo era demasiado fría e inhóspita para sus invenciones.

Los Cvstodes no tardaron en intentar organizar expediciones para investigar el lugar del impacto, si bien su civilización aún no poseía la tecnología necesaria para poder explorar la cara oculta, cosa que hizo que el intento se abandonase y, con el tiempo causó que los Convallies perdiesen el interés en tan curioso fenómeno y pasaran a aceptarlo como algo un misterio que sus descendientes, en décadas futuras, lograrían descifrar.

Sin embargo ese momento nunca llegó. Veréis, Astaroth tenía un dominio de poder [7] sobre la muerte como nunca más se volvió a ver en el multiverso conocido. Su cuerpo, a pesar de ser una carcasa vacía, aún poseía ese poder, que emanaba de su interior como el miasma de la peste. En el planeta, tal efecto se había contenido debido a la glaciación que encerró el cuerpo en una cárcel de hielo, pero cuando Astaroth llegó al mundo marcó a algo con su maldición: a la propia estrella que daba vida a su dimensión.

Eso causó que el gentil astro blanco que derramaba su energía sobre Convallis comenzase a hacerse más fuerte y aquí me veo en la obligación de explicar algo sobre astronomía, pues sospecho que las ciencias de los Reinos no van a ser capaces de entender lo que sucedió a continuación. Bien es sabido que las estrellas y astros son fuentes de energía tan grandes que ni los dioses son capaces de manipular; lo que no es tan sabido, sin embargo, es que dicha energía se agota.

Durante toda su vida estos astros gastan la energía de su interior para brillar con intensidad. Tal es su fervor que dicha luz es capaz de atravesar mundos, planos y hasta dimensiones, como hizo el Baldrick. Cuando dicha energía se agota, las estrellas comienzan a morir, cambiando de color a un tono pálido y níveo. En esta fase de su vida, las estrellas aún poseen la suficiente energía como para vivir durante milenios, si bien la intensidad con la que lo hacen es notablemente menor.

La estrella que daba vida a Convallis estaba en esta fase, pero el haber lamido y abrasado el cuerpo de Astaroth le confirió nuevas energías. Su masa comenzó a crecer y su luz, que otrora era gentil y cálida, se convirtió en una mirada iracunda que castigaba de forma inclemente a todo lo que estaba a su alcance.

Esto causó que Convallis comenzase a sobrecalentarse hasta tal punto que los océanos comenzaron a secarse, ¡incluyendo aquellos de la cara oculta! Semejante hecho supuso el fin de la civilización Convallies, pues sin sus océanos, y castigados por rayos infernales que derretían piedra y carne, su mundo no tardó en sumirse en la anarquía. Sin embargo esto no fue lo peor. La evaporación de los océanos causó que el mundo comenzase a girar sobre si mismo otra vez y esto causó que el cuerpo de Astaroth se descongelase.

Los dioses son avariciosos y siempre están hambrientos de poder, aún cuando presuman de lo contrario. Esto perdura tras la muerte y, cuando el cadáver de Astaroth se descongeló, sucedió algo imprevisto: su corazón comenzó a later de nuevo. Despacio al principio, pero ganando energía a medida que absorbía luz de la estrella blanca —que ahora era una esfera gigante e inclemente—. Su influencia comenzó a extenderse por el mundo y todo ser vivo que no hubiese sucumbido a la sequía o al calor pronto halló la muerte ante la influencia de Astaroth.

Y así fue como un mundo de conocimiento e iluminación se convirtió en un erial reseco. Toda la superficie de su mundo estaba muerta y requemada. Sus océanos se convirtieron en inmensos desiertos de sal salpicados de cadáveres conservados y restos maltrechos de la civilización que otrora allí habitó. Si un dios, sin siquiera estar vivo, puede traer tal sino a una civilización, ¿qué mal no causará todo un Panteón vivo a un mundo?

Es por esto, querido lector, que los dioses como cuentan las historias no existen. Es por esto que hemos de rechazar su palabra, abrazar la iluminación y desterrar sus dogmas de nuestros mundos, PUES ESOS PATANES EGOÍSTAS NO PIENSAN EN NADA MÁS QUE NO SEA SU PROPIO BIENESTAR. NO SABEN CUIDAR DE SÍ MISMOS ASÍ QUE, ¿CÓMO VAN A CUIDAR DE UNA CIVILIZACIÓN?

Vagnar tachó la mitad del último párrafo que estaba escribiendo tras releerlo un par de veces bajo la iluminación artificial de su estudio. Normalmente escribir le ayudaba a pensar, pero sus ánimos estaban aún al rojo blanco tras la revelación de Khaol sobre el Eclipse Carmesí. Irónicamente, el Príncipe de las Mentiras le había dicho la verdad. Oskuro estaba vivo y en Eirea, lo que significaba que Gedeón le había mentido.

El demonio se levantó de su silla, que se quejó con un crujido renqueante, y cerró los ojos para intentar calmar a la ira que borboteaba en su interior. Por desgracia, no lo consiguió, si bien había algo de verdad al decir que Vagnar se había dejado llevar. Su ira se manifestó de súbito, como el silbido de una tetera que comienza a hervir, y el Señor del Conocimiento comenzó a destrozar su estudio.

Sus extremidades se convirtieron en una jauría de garras que destruyeron mesas y estanterías. El sonido de los tubos de cristal rompiéndose contra el suelo cesaba solamente cuando los desgarros de papel y pergamino ocupaban su lugar. No quedó mesa de pie ni armario sin astillar. Ni siquiera la silla se libró, en lo que fue un cruel castigo por haberse quejado con anterioridad. Tras semejante estallido, Vagnar recuperó el control de su cuerpo y comenzó a realizar los ejercicios de respiración que hace tanto tiempo le había enseñado su maestro.

Tardó unos segundos en volver a ser el que era y, aún entonces, jirones de pergamino y libro levitaban a su alrededor, posándose en los hombros y recovecos de sus ropajes. Había empezado a escribir para tranquilizarse, pero solo había conseguido enfurecerse más. Estaba harto de los dioses y sus intrigas: Gedeón había jugado con él y Khaol le había tocado como si fuese un Violín desafinado. Estaba harto del egoísmo y de la falta de visión del Panteón, pero las mentiras grises de Khaol traían una buena noticia: Oskuro había vuelto y, con él, una astilla de esperanza para este mundo.

El Príncipe de las Mentiras quería que le ayudase en su empresa y Vagnar tenía muy claro que le ayudaría. Oh sí, claro que le ayudaría. Lo haría como ya hizo en el pasado cuando se unió a Oskuro y el mundo se amedrentó bajo su nombre. Vagnar comenzó a recoger su estudio, pues si pretendía jugar al mismo juego de Khaol iba a necesitar el espacio para empezar a urdir planes.


  • [1]: EXTREMADAMENTE caro, pero no quise escribirlo así para asustar aún más a cualquier aspirante.
  • [2]: Motivos que, además, se remontan a mucho tiempo antes de que los seres conscientes de los Reinos tuviesen memoria histórica.
  • [3]: Un observador como tú, querido lector, que contemplas este mundo a través de un rectángulo de cristal mágico con letras verdes y fondo negro.
  • [4]: Un argumento paradójico, pues es tan falaz como veraz y encierra tantas preguntas como respuestas.
  • [5]: Su planeta rotaba de una forma peculiar y siempre presentaba la misma cara al astro que lo tenía atrapado en su órbita. Esto causó que la otra cara fuese un yermo helado inabitable.
  • [6]: Si los Reinos hubiesen desarrollado las ciencias astronómicas ahora sabrías qué demonios es una ‘órbita‘.
  • [7]: Los dominios de poder representan las esferas sobre las que un Dios tiene influencia. Un dios menor puede dominar una esfera, mientras que los dioses más importantes son capaces de manipular 5, 6 o hasta 7 esferas. Para todo aquel que no sea familiar con el funcionamiento de los poderes que blanden los dioses de Eirea les recomiendo leer mi libro ‘Orígenes del poder y energía de los dioses‘.