La anciana chamán contemplaba con expectación los movimientos rítmicos de las mandíbulas de la cría, que solo se paraban para triturar algún hueso particularmente duro.

Mientras lo hacía, valoró de nuevo su físico: sus dientes eran fuertes y los músculos de la mandíbula se extendían por su cuello como cables de acero. Los chamanes-consejero habían hecho un buen trabajo con su ovada, había que reconocerlo, pero no estaba segura de si poseía las cualidades tácticas de un guerrero de su estirpe.

Tras varios minutos de ruidosa masticación, la chaman recogió un cuenco de madera y alzo su mano flácida.

– Esso sserá ssuficiente -dijo en una voz sibilante mientras ofrecía el recipiente-. Esscupelo ya.

Huitlmax abrió la boca y dejó caer la gran bola que masticaba. La que otrora fue una cabeza de elfo se había convertido en varias masas de carne triturada que se mantenían unidas, a duras penas, por hilillos de saliva azul.

Su tutora usó una cuchara de madera para revolver la masa de carne y seleccionar una cucharada que olió con entusiasmo antes paladearla con éxtasis.

– Sssí, ssí… sse nota que esste era joven -dijo antes de meterse otra cucharada de papilla de elfo en la boca-. Un buen trabajo merece una buena recompenssa…

El joven incursor recogió los pedazos de carne que había escupido la vieja al hablar y miró con apatía la bolsa de maíz que le ofrecía.

– ¿Cuando me darass otro trabajo?, ¿uno de verdad?

La vieja apunto su desgastada cuchara hacia el incursor mientras tragaba un bocado de su batido sangrante.

– ¿Acasso no te ha parecido esste un trabajo de verdad?, acabar con elfoss ess ssiempre grato, ¿no?

– No – respondió simplemente el incursor, haciendo gala de su sangre fría-. He ssido criado para batallar; matar a elfoss dessprevenidoss en la jungla no ssatisface mi sangre de guerrero.

Sshryssta abrió sus fauces desdentadas hasta desencajarse la mandíbula y se metió toda la papilla en la boca, hinchando su cuello mientras la masa descendía por su esófago.

Varios minutos después, el puré de masa encefálica había sido completamente deglutido y sus mandíbulas chasquearon para reposicionarse.

– Dime, joven. ¿Por qué essas anssiass?, aún no esstass preparado para las incurssioness ni para peregrinar a la issla del ssaurio.

– Ssí lo esstoy. He derrotado a miss congéneress en loss pozoss, he vencido a miss ancesstross en lass criptass y ahora he demosstrado a loss necioss que sse adentran en la jungla la fuerza de miss mandibulass.

La chamán daba la espalda al incursor mientras guardaba su plato y su cuchara, ignorando las palabras del guerrero.

Al incursor no pareció importarle, pues bien es sabido que los hombres-lagarto son criaturas bastante taciturnas y sus conversaciones solían estar llenas de pausas y silencios que parecerían incómodas a razas más sociales.

– La jungla ya no ess un reto para mí -dijo el incursor cuando la vieja se volvió para darle la cara.

El cayado de la vieja hizo un sonoro ‘toc’ cuando golpeó la cabeza acorazada de su alumno. Sus deseos de lucha no eran buena cosa, las ovadas de incusores debían ser más calmadas, estratégicas y con una mayor capacidad de visión a largo plazo. Estaba claro: había que desecharlo.

– Assí que creess que la jungla no ofrece ningún peligro, ¿eh?, ¿qué te parece ssi te doy un reto esspecial?

– ¿Qué dessafío, bruja? -contestó el lagarto sin desdén, pues ‘bruja’ era un título muy usado para las chamanes de su categoría.

– Te voy a contar la hisstoria de la sombra de los pantanos…

El incursor, en un arrebato extraño entre los de su especie, interrumpió al chaman.

– No necessito esscuchar cuentoss, vieja. Necessito un desafío.

Las palabras del incursor causaron una risa rechinante en la vieja.

– Dasshuz no ess un cuento jovencito. Es una hisstoria muy real. La ssombra de loss pantanoss lleva perdida en las copass de los margeness máss de un ssiglo.

La vieja se detuvo para saborear la incertidumbre del incursor antes de proseguir.

– Antaño derrotó a un mago-guerrero que portaba un arma de gran poder; un arma que le maldijo, convirtiéndole en una criatura que no ess capaz de envejecer, pero tampoco de penssar. Dessde entoncess vive en lass copass, essperando a cumplir un propóssito que ssolo el gremio perdido que fabricó su esspada conoce.

– Vieja, esso sson tonteríass. Ssi hubiesse un ancestro de tal poder en loss márgeness alguien ya habría intentado probarsse con él. Nadie ha vissto a essa ssombra de la que hablass.

La vieja no respondió al incursor, quién terminó por perder la paciencia y marcharse, no sin antes dedicar unas palabras a la vieja.

– Tuss hisstoriass no me entretienen. Busscare algo máss importante que hacer.

Cuando Huitlmax ya había abandonado la explanada del Ziggurat, la chamán comenzó a sonreir mientras la próximo cría de la línea se situaba ante ella.

– La ssombra ssi ha ssido vissta, pero loss que se cruzan con ella nunca vuelven.