La suave luz de las joyas luminosas se reflejaba con mil y y un matices sobre la pulida superficie de los pilares del Gran Salón Real de Kheleb-Dúm mientras Thualin y Kromer avanzaban en silencio hacia el extremo oeste de la estancia.
Cubiertos de mithril y acero rúnico de pies a cabeza y con sus armas al hombro, avanzaban con paso orgulloso y marcial por el pasillo central.
Una gran multitud de enanos de toda edad y condición formaban los límites del pasillo a ambos lados, silenciosos, solemnes, contemplándolos con admiración y respeto.
El silencio solo era interrumpido por el lento y rítmico retumbo de un tambor que casi se acompasaba con el tintineo de las armaduras de ambos enanos y el golpeteo de sus botas con suela metálica sobre el suelo de piedra.
Iban precedidos por dos sirvientes con la librea del Clan Real que transportaban entre ambos un enorme cofre aherrado. A continuación marchaban seis Khazads equipados con armadura completa y con los martillos al hombro mientras que otros seis cerraban la marcha formados en hilera.
La comitiva recorrió a paso lento el salón del trono, cruzando bajo el altísimo techo cuajado de joyas luminosas mientras los pooderosos pilares de piedra parecían observarlos desde su encumbrada posición.
Finalmente llegaron al extremo del salón donde se levantaba una poderosa escalinata en la cual los aguardaba una enana consagrada a Gloignar vestida con larga y pesada túnica gris ceñida con un pesado cinturón de placas de oro. En la mano derecha sostenía un gran libro guarnecido de placas de oro cincelado.
Tras ella se alzaba el gran trono de Piedra de Kheleb-Dúm en el que se sentaba el Rey Darin.
Magnífica era la estampa del gran rey Enano pese a no estar ataviado para la guerra, pero sobre su cabeza reposaba la corona de Durin y todo él emanaban majestad y poder.
La comitiva se detuvo ante la escalinata y aguardó en silencio con las prietas filas de la Guardia de Piedra formadas alrededor de la plataforma, no como defensa, pues nadie temía un ataque al rey perpetrado por enanos, si no como señal de la solemnidad del acto.
–¿Quíenes sois, vosotros que os presentáis de tal guisa ante Darin, Rey de Kheleb-Dúm, y cuáles son vuestras intenciones? -solicitó la sacerdotisa con voz profunda-.
Kromer y Thualin se adelantaron y la escolta se abrió para dejarles paso. Ambos desgranaron su nombre, clan y linaje y luego dijeron:
–Nos presentamos ante el pueblo de Kheleb-Dúm, el pueblo Enano de Kattak y nuestro Señor Darin para rogar el perdón de nuestra gente. Hemos cumplido al pie de la letra las misiones que hace tiempo nos fueron encomendadas y como prueba de nuestra redención ofrecemos libremente los trofeos que arrebatamos a nuestros enemigos.
Ante esto los portadores del cofre lo depositaron a los pies de Darin, la tapa fue retirada y la luz de las joyas luminosas destelló con brillo dorado sobre el contenido del arca, repleta de armas y algunos tesoros de diverso tipo.
–¡He aquí nuestro presente en prueba de nuestra voluntad de no volver a cometer los errores que antaño avergonzaron a nuestro rey y a nuestro pueblo ante los demás Reinos del Bien! Juramos que nuestras armas siempre estarán al servicio de nuestra montañña y nunca jamás volveremos a alzarnos contra otro hermano de raza.
-¡Sea! -Exclamó Darin, hablando por primera vez. Y su voz, fuera por el diseño del salón o por estar acostumbrada al mando, llegó a todos los rincones del salón y no hubo enano que no lo escuchara perfectamente- Que no vuelva a decirse que los Hijos de Kheleb y Kattak han deshonrado a su rey. Que el día de hoy sea recordado y anotado en el Gran Libro como Kromer y Thualin volvieron al seno de su pueblo. Desde ahora, seréis bienvenidos en vuestra montaña de la que nunca debiérais haber sido expulsados y seréis bienvenidos a la Mesa del Rey. ¡Que los tambores canten, pues estos dos guerreros han restablecido con creces su honor y de ahora en adelante serán considerados Nobles Bajo la Montaña!
Los tambores iniciaron un redoble retumbante y salvaje que fue aumentando de volúmen hasta terminar con un estruendo final que reververó por salones, bóvedas y túneles de la ciudad. Tras un breve silencio, la multitud al completo estalló en jubiloso clamor.
La Guardia de Piedra rompió filas a una señal del rey y ambos enanos fueron alzados en hombros por manos vigorosas y sacados del salón en volandas.
–¡Declaro todo un mes de celebraciones! -Rugió Darin por sobre los gritos y risas, abandonado ya todo protocolo- ¡Que los Maestros cerveceros saquen sus tesoros, que fluya la cerveza!
La subsiguiente ola de aclamaciones amenazó con hacer añicos la enorme bóveda de piedra cuando los enanos vitorearon a su rey, a Kromer, a Thualin y a la cerveza de Kheleb entre otros muchos nombres y lugares a cual más inverosímil.
Las enormes puertas de piedra quedaron abiertas de par en par y por pasillos, corredores, plazas, calles y avenidas el pueblo de Kheleb-Dúm se desparramó alegremente reuniéndose en grupos grandes y pequeños alrededor de grandes mesas cargadas de biandas y barriles de cerveza.
Y en cualqier lugar por el que pasaban Kromer y Thualin, orgullosos y henchidos de satisfacción, los Enanos inclinaban la cabeza en señal de respeto y brindaban por ellos bajo la antigua luz de las joyas luminosas en las profundidades de la tierra, en el corazón de su amada montaña sagrada.

Rubrican este mensaje.
Durgan Martillonegro Azgrim, representante del Clan Ethengard, Consejero del rey Darin de Kheleb-Dum, ocupante del sillón de Diamante.
Rhomdur Azgrim representante del Clan Girlhim, Consejero del Rey Darin de Kheleb-Dum, ocupante del sillón de Rubí.