¿No ha quedado nadie? – Lesfora volvió a repetir otra vez la pregunta a pesar de haber obtenido una contestación en su primer intento.

La respuesta de Derek no varió. – «No. Nadie ha sobrevivido.» – Era comprensible que la censora de Keel hubiera repetido de nuevo la pregunta para asimilar la información que le estaba trasmitiendo.

Lesfora dejo de mirar al Exiliado y centro de nuevo su mirada en la oscuridad que inundaba los callejones de Keel. Lo único que podía percibirse a través de la ventana de su despacho, en al censorería de la ciudad.

«¡Joder! Parece que esos cabrones han golpeado fuerte eh?» – La voz de Lesfora sonaba extrañamente impasible. Generalmente sus palabras eran acompañadas por un tono sarcástico, una burla hiriente, o una inconmensurable furia. Sin embargo ahora las palabras de la mujer sonaba… tranquilas. En todo el tiempo que Derek llevaba en la isla, sólo en contadas ocasiones había podido percibir ese tono de voz en Lesfora. Y después de todas ellas las cosas en Naggrung siempre habían ido a peor.

Lesfora quiso asegurarse una tercera vez y sin girar su cabeza volvió a preguntar. – «¿Estás seguro de que no ha sobrevivido nadie? ¿Vistes los cuerpos?» – Sus palabras sonaron gélidas, como si al chocar contra el cristal de la ventana, el frio eterno de Naggrung las hubiera congelado.

Aunque Lesfora no pudiera verlo, el joven humano negó repetidamente con la cabeza al mismo tiempo que contesto de nuevo a su pregunta. – «Cuando fui, no pasé de la muralla del poblado. Los portones de la entrada tuvieron que ceder ante la brutalidad del ataque y supongo que la muralla se vino abajo sobre la entrada. Se quedaron encerrados allí dentro… La entrada al poblado era imposible. Aquello era un amasijo de troncos, piedras y escombros…» – Derek hizo una pequeña pausa intentando buscar la mejor forma de contar aquello. – «No necesité entrar para confirmar nuestras sospechas Lesfora… Ni siquiera el viento se atrevía a silbar para romper aquel silencio maldito. Sin embargo el olor a carne quemada y putrefacta inundaba toda la explanada. Pude oler la muerte en Danarpe incluso desde el sendero de ascenso.»

Lesfora se llevó una de sus manos al rostro para apretarse los ojos, era evidente que las palabras del Exiliado no eran buenas y ello le provocaba una tormenta de ideas en su cabeza que tenía que empezar a sopesar y gestionar. «Los putos demonios, esos cabrones de los AguasNegras dando por saco, este maldito frio que nunca se va… y encima ahora esto.» – Lesfora se giró y comenzó a pasear por la habitación, hablando en voz alta, sumiéndose poco a poco en sus pensamientos como si Derek ya no estuviera allí. «Esos chuchos pulgosos de Danarpe eran asquerosos, pero siempre nos habíamos llevado medio bien con ellos y se portaban manteniendo a raya a los demonios en la Cordillera Sur.»

Derek a pesar de saber que sus palabras no gustarían, termino de dar la información que conocía. – «Era de esperar… Nadie fue a ayudarlos… Ni siquiera nosotros.»

El suelo de madera crujió levemente cuando Lesfora lo golpeó en un ataque de ira con el tacón de su bota. – «¡MIERDA! ¡PUTA! ¡OSTIA!» – Lesfora tardo unos segundos en recobrar la compostura y una vez más tranquila miro a Derek, el cual intentaba mantener la su porte tranquilo como podía ante aquel… espectáculo. – «¿Porque esos maldito no salieron de su mierda de portal mágico en el templo de Ankhalas? ¿PORQUE?» – Las preguntas de la mujer no encontrarían respuesta. – «Podrían haberse liado a palos con esos asquerosos de seldar y nadie les habría echado de menos si se mataban entre ellos.»

La censora de Keel se paró en seco y tras meditar en silencio unos segundos, que a Derek le parecieron horas, dijo sus últimas palabras antes concederle permiso para que se retirara. – «¡Tengo que informarle! Espero que él tenga un plan para esto… O si no… si no estamos muertos.»