El Príncipe estaba concentrado, intentando observar desde el eterno éter la evolución de los oscuros planes que tenía en marcha en Eirea. De repente, algo le golpeó.

Recordaba perfectamente este tipo de golpe. Un choque casual, nada doloroso. Abrió los ojos, y ahí estaba de nuevo ese conejo.
A pesar de ser una criatura de aspecto nada peligroso, ser interrumpido no era del agrado de Khaol. Estiró su mano, y con su dedo señaló bajo las patas del conejo mientras pronunciaba un poderoso cántico. El éter se abrió bajo el conejo, y este se precipitó hacia el Plano Material.

Ahora solo era cuestión de encontrar algunos mercenarios para dar caza a la criatura.