El perdón de Eralie ha sido concedido.

La avalancha de ofrendas altruístas y clarísimamente desinteresadas han hecho
que Eralie se dé media vuelta y regrese con el pecho henchido de orgullo a
ocupar su trono en el Panteón. Al revisar la lista de sus más fieles súbditos
se ha encontrado con lo siguiente:

Glissa 2718
Gidry 2062
3º Burgem 1954
4º Glimghor 1020
5º Zola 867
6º Gudmair 92
7º Darmon 47
8º Leryvas 24
9º Athrogate 20
10º Ymham 18

Por lo tanto, Eralie obsequiará a Glissa la sacerdotisa y a Gidry el ladrón
con sendas reliquias elaboradas en las más celestiales de las forjas. En el
proceso perderán la vida varios centenares de unicornios, que todavía deben
nacer, crecer, reproducirse y morir para donar su preciada sangre, por lo
tanto el proceso llevará un par de horas (esta noche a muy tardar).

Gedeón, que de estúpido no tiene un pelo, le ha chivado a Eralie que el único
que ha obrado en solitario ha sido Burgem el enano borracho, a lo que Eralie
ha respondido trufas de Eldor. Decepcionado, Gedeón ha decidido regalarle a
Burgem otra reliquia de manufactura menos poderosa. A Glimghor el planeador
y a Zola el despistado les otorgará una cornucopia de experiencia que les hará
progresar en sus menesteres.

La espada de Damocles seguirá pendiendo sobre la cabeza de Sayvael el
vergonzoso, que a día de hoy sigue recorriendo los senderos de Dalaensar
escondido entre los arbustos por miedo a que las ancianas planten sus ojos
sobre él.