La siguiente historia explica el cambio en las relaciones de Khaol en la noticia errores 3339.

No había sido muy difícil negociar con Seldar. La mera visión de la empuñadura del arma de Oneex le había vuelto dócil y maleable. La manipulación fue fácil y ni siquiera se percató de los fines ocultos que había tras aquella oferta de paz.

Ahora era el momento de colocar la segunda pieza del dominó y Khaol se planteaba como iniciar la negociación. Eralie sería un hueso más duro que roer, puesto que no podría manejarle con la ambición como había hecho con Seldar.

El enmascarado respiraba el humo que los incensarios dejaban en el aire mientras realizaba lentamente los gestos del largo ritual que estaba preparando. Cerró los ojos y efectuó el último paso del hechizo, abriendo un portal que le llevaría de nuevo al panteón de los dioses.

Solía pasar su tiempo en el mundo mortal. Si bien muchos de los dioses lo evitaban por miedo a que sus enemigos los derrotasen, Khaol tenía más enemigos en el plano divino que en el mortal.

La realidad se distorsionó cuando una singularidad púrpura apareció ante los ojos de Khaol y empezó a expandirse hasta adquirir una forma ovalada de más de dos metros de alto.

El aroma del incienso fue sustituido por un fuerte olor a azufre; residuo del hechizo de portal arcano VII que acababa de formular tras varios días de preparación.

Khaol se puso su jubón al hombro y se cubrió el rostro con una capucha. Cerró las hebillas de sus atuendos y movió su mano hacia su contenedor dimensional, haciendo que desapareciese mientras hurgaba en su interior.

El semidiós retiró la mano y recogió su máscara que se colocó sobre el rostro. Tras cerrar el contenedor y comprobar que Sombra Nocturna y Destello Sombrío estaban en sus vainas se adentró en el portal sin más dilación.

El viaje discreto a través de los portales arcanos era largo y tedioso. Suponía ocultar su presencia de infinidad de depredadores del éter como los caminantes de planos o los psicodragones. También debía tener cuidado con que ninguna entidad de poder mayor lo detectase, por lo que tenía que moverse a través de los planos con una velocidad metódica y precisa.

Tras horas de un viaje agotador, Khaol atravesó la última barrera de infinito y llegó al Panteón; donde las mismas leyes de la realidad estaban gobernadas por las entidades que allí gobernaban.

Caminó, floto y saltó a través de las distintas formas que tomaba el panteón hasta llegar a la morada de Eralie. Un laberinto de puertas de reja y escaleras de mármol que subían, bajaban y giraban en ángulos imposibles. Entidades menores y guardianes del señor del bien pululaban discretamente por todas partes, sin parecer haberse percatado de su presencia.

Khaol se llevó una mano a la frente y su máscara cobró vida. La porcelana con la que estaba construida comenzó a brillar hasta que convirtió a Khaol en una réplica exacta de uno de los Ángeles guardianes de Eralie. Aquellos seres que brillaban tan intensamente como una estrella a punto de extinguirse y cuya longevidad casi tan escasa como la de un mortal.

Comenzó a caminar mientras pensaba en ellos; ¿eran realmente los seres brillantes y con alas que se veían o ese aspecto no era más que una forma que tomaban basándose en las creencias de sus adoradores? Khaol no era un gran pensador, pero este tipo de filosofías le ayudaban a relajarse y caminar de manera casual en una dimensión hostil rodeado de fanáticos que no titubearían si pudiesen eliminarle.

Tras subir, bajar y caminar boca abajo varios cientos de metros llegó a la puerta que cerraba el paso a los aposentos de su anfitrión. Se llevó la mano a su anillo y comenzó a caminar hacia los dos fornidos guardianes de tan insigne entrada.

Se detuvo ante ellos e hizo un leve signo de asentimiento. Estos le devolvieron el gesto y abrieron las puertas. Acto seguido, comenzó a caminar viendo que su engaño había tenido éxito.

Cuando pasó entre ellos dedicó un momento dedicó unos segundos a examinarlos de cerca. La forma humanoide de ambos guardianes estaba moldeada de pura luz y armonía, siendo sus representaciones incluso más altas que el señor de las Mentiras. Su cuerpo estaba protegido por una armadura dorada repleta de adornos y escrituras. De la parte trasera de su coraza brotaban dos alas repletas de plumas que nunca caían y que mantenían replegadas sobre su espalda. Sus largos cabellos castaños se derramaban sobre sus armaduras, llegando casi al suelo, lo que representaba que estaban casi en el final de sus vidas, si las leyendas eran ciertas.

Khaol comenzó a subir las escaleras con una diabólica sonrisa de satisfacción tras su máscara cuando de repente sintió un poderoso golpe que le derribó y le arrojó de vuelta hacia la entrada. Sintió el metálico sabor de la sangre en los labios y su visión le falló durante unos momentos.

Tras recomponerse comprobó lo que había sucedido: la mano había aparecido. Una figura de más de cuatro metros se ergía ante él, apuntando con un arma hacia su cabeza en gesto amenazante desde una postura de dominación. Sus ojos, que brillaban tras un inexpresivo casco completo que ocultaba su rostro, no perdían ni el más mínimo de sus movimientos.

Khaol estaba en problemas y lo sabía; la mano era el guardián más poderoso del señor del Bien y su presencia aquí era algo con lo que no contaba. O más bien, no contaba con que pudiese ver a través de su engaño. Hizo un rápido chequeo de sus oportunidades y comprobó que sus armas estuviesen en su sitio. La máscara que llevaba en la cara se había roto en dos partes y sendos pedazos reposaban en el suelo, muy lejos de su alcance. Comenzó a dar pasos hacia atrás para ganar distancia y tiempo cuando una voz tan poderosa como una catástrofe natural hizo retumbar sus oídos.

Nuestro señor nos advirtió de tu posible llegada, Khaol Tsz’leesch de Thalack. Prepárate a pagar la osadía de intromisión – dijo la figura dando un gigantesco paso con sus patas de águila.

Nadie me ha llamado por ese nombre desde hace mucho tiempo, Mano – respondió Khaol con sorna- He venido a ver a tu señor en son de paz y a ofrecerle un presente.

La gigantesca figura hizo girar sobre su cabeza su impresionante arma, una lanza del tamaño de una columna y rematada en ambos lados por tres afilados pinchos dorados. Acto seguido hizo un giro de 360 grados y descargó un brutal golpe que hizo temblar la propia dimensión y que se quedó a escasos centímetros del príncipe de las mentiras.

No te molestes en profanar este suelo sagrado con tus falacias. Sabemos a que vienes y no abandonarás este plano con vida. – dijo en un tono completamenteneutral la voz de la mano mientras empujaba a Khaol con su arma y lo derribaba al suelo sin resistencia aparente por su parte.- Entrega el artefacto y pronuncia tus últimas palabras.

Esta vez no, Kandoon – replicó Khaol-. Hoy serás tú el que caiga.

En apenas unos microsegundos Khaol se incorporó, se alejó de Kandoon dejando una estela de humo negro y formuló un sortilegio que envolvió doscientos metros de la pureza del plano en la más impenetrable oscuridad. Envuelto en esa oscuridad desenvainó a Sombra Nocturna, la espada invisible en la oscuridad y lanzó una rápida oleada de ataques contra su enemigo.

Todos los ataques fallaron al ser bloqueados por el arma de Kandoon, de dimensiones parecidas a las de un columna; pero esto era algo con lo que contaba el príncipe. Su mano izquierda desenvainó a destello sombrío, una espada corta rápida y que atacaba con el factor sorpresa desde su mano torpe con la intención de destripar a sus enemigos en un solo ataque que había terminado más de un millar de combates.

El ataque no llegó a efectuarse, pues Kandoon descargó su arma contra Khaol, destruyéndolo por completo y dejando en el lugar del impacto nada más que un cadáver ensangrentado y dos armas rotas.

La Mano entonó una plegaria por el alma pretenciosa de su rival y, tas voltear el cadáver con su arma, recogió de sus atuendos una parte del artefacto de Oneex. Su amo estaría satisfecho.

La gigantesca figura se giró con una gracilidad impensable para alguien de ese tamaño y se dirigió a los guardianas, que habían permanecido impertérritos durante todo el combate. Solicitó que abriesen la puerta, que habían cerrado nada más descubrir la identidad de Khaol y Kandoon comenzó a subir las escaleras para presentar el presente a su señor.

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