Inicio Foros Historias y aportes Concurso de relatos cortos de Eirea

Mostrando 6 respuestas a los debates
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    • iridien
      Moderador
      Número de entradas: 1778

      Podéis colgar en este hilo vuestros relatos cortos para participar en el concurso. Estará abierto hasta el día 23 de abril inclusive y recordad que han de tener una longitud de entre 1 y 3 páginas de documento estándar y han de incluir al menos a un personaje jugador de raza y clase en
      activo -aunque no tiene porque coincidir ambas cosas en el mismo personaje-, una zona activa del juego -ya sea bosque, ciudad, desierto, etc- y al menos dos
      personajes no jugadores.

      Los premios:

      • Tercer puesto  : 100 puntos de gestas y un tesoro nivel 8.
      • Segundo puesto : 200 puntos de gestas y tesoro nivel 9.
      • Primer puesto  : 300 puntos de gestas y un tesoro nivel 10.

      Mucha suerte! A crear!

      ¿Quién es el autor de tu relato favorito?
      ×
      • Este debate fue modificado hace 4 años por Satyr.
      • Este debate fue modificado hace 4 años por Satyr.
    • Cras94
      Participante
      Número de entradas: 873

      Me llamo Raiduan, un semi-elfo de Thorin, el poblado de los amantes del bosque. De padre humano y madre elfa. Antes de ser mayor de edad, en términos élficos, perdí a mis padres. Primero unas arañas podridas por Seldar mataron a mi padre una noche, tras la cual comencé a entrenarme en el arte del subterfugio y la caza a distancia, impulsado por el dolor de mi corazón. Recuerdo como si fuese ayer aquella primera cerbatana casera que me hice subido a un árbol y aquel dardo bellota que lancé por primera vez a un pobre ciervo. Tras unos años de relativa calma otra desgracia ocurrió en mi vida. Venía de cazar, como cualquier otro día, y mi madre se encontraba pálida como la leche en el altar de Thorin con arañazos de lagartos en su frágil cuerpo. Os podéis imaginar como acabó, además, en pocos minutos. Lo que acrecentó más mi determinación.

      Al año siguiente comencé a investigar sobre el mal de mi familia, lo que me llevó directamente a las arañas malditas que asolan Thorin. Lo que sucedió fue totalmente inesperado. Por intuición acabé en una cueva de osos que protegían un altar perteneciente a Ralder, el Dios animal. Sin embargo, lo que me cambió la vida fue conocer a Thruth, mi maestro.
      Con él seguí entrenándome y aprendiendo conocimientos de la vida, de los valores y de Ralder. Él me preparó para vivir todas las aventuras que estaban por llegar.

      Gracias a él me consagré a Ralder y me hice este tatuaje que tengo en el hombro derecho. Una carabela con dos huesos en cruz y atravesada por una espada con empuñadura de águila. ¿Qué significado tiene? Para mi lo significa todo, especialmente el recuerdo de mis promesas.

      Por fin mi vida tomaba forma. La despedida de mi gente no fue fácil, aunque por supuesto no significaba un adiós sino un hasta luego. Primero fue Thruth, mi maestro, el que me dijo que se quedaría a investigar las arañas junto a Ruthrer. Y como no, el segundo en despedirme fue Ruthrer.
      Ruthrer es un sacerdote de Eralie anciano de Takome llegado a Thorin para ayudar con las arañas, entre otras cosas. Desde luego, esperaba con todo mi ser que a mi vuelta pudieran averiguar algo sobre las malditas arañas para poder darle fin a una de mis promesas, la exterminación de dicho mal.

      Mi historia continúa en Takome. Allí, en la entrada, hice mi primer gran amigo. El recibimiento fue un poco hosco pero ese era su trabajo como guardia de la puerta del bastión del bien. Togborad, que así se llama, esa noche me pagó una estancia en las habitaciones de la taberna lo que hizo el pretexto de nuestra amistad. Al día siguiente conocí más amigos, curiosos cuanto al menos, y donde realmente empieza mi vida.
      Pocos sabían que mi objetivo de aquella visita era cierta herencia de mi padre que custodiaba un cofrade de identidad desconocida. Sin embargo, no tardé en recuperar dicha herencia, pues conocían de mi llegada.
      Así fue como obtuve esta maravillosa cerbatana ígnea como herencia de mi padre y la que me acompañará hasta el fin de los tiempos.

      Otro momento clave de mi vida fue el día que Izgraull despertó por culpa de Ralder. Todo tipo de animales gigantes y aberraciones se enfrentaron en una batalla épica en Naggrung, la isla congelada. Historia que os puedo contar en otro momento con un pollo asado frente a una fogata. Lo importante de aquel acontecimiento fue mi cambio de fe.
      Todo aquello me dejó bastante confundido con Ralder y me vi inmerso en un desconcierto absoluto. Gracias a mi gran amigo Togborad pude hallar otro camino hacia la fe de Eralie, la cual de joven no acepté. No obstante, no me importa tanto los caprichos divinos. Yo creo más en la amistad y lealtad de mis amigos.

      El tiempo pasó y formé una familia junto a Mirena, Jonne y Bylider. No se que puedo contaros de ellos…
      Cuando conocí a Mirena casi me corta el cuello ¡Suerte que no lo hizo!. Nos fuimos conociendo poco a poco iluminados por la luz de Argan. Pronto fue insuficiente, ya que nuestro amor crecía, hasta el punto de casarnos en la catedral de Takome.
      De Jonne… es mi hermano. Un guardabosques algo torpe pero al que le tengo mucho afecto. A veces me preocupa, no ha terminado de afrontar la nueva situación de Ralder.
      Y, por último, Bylider. Bylider es como el tío de Jonne y el que trae plantas a esta familia. Si no fuera por él, no sé que hubiera sido de Jonne cuando yo no pude hacerme cargo de él tras la muerte de nuestros padres.

      Llegados a tal punto, me planteé averiguar más de mi padre y la cerbatana que me dejó en herencia. Un día tuve una conversación con el cruzado supremo Nirnesil, la cual fue un éxito. Obtuve el permiso necesario para emprender el viaje hacia mi padre y mi pasado.
      No fue para nada fácil el viaje. No es momento ni lugar para contaros los por menores de mi viaje. Digamos que un hombre mayor en Anduar me dio la pista sobre un cazador semi-drow que habitaba un bosque impenetrable.
      Encontrar el cazador tampoco fue fácil, o mejor dicho, el cazador me encontró a mí. El ser tenía rasgos humanos y rasgos drow. Su pelo era blanco recogido en una coleta elevada sobre su coronilla. Su piel oscura relucía infinidad de cicatrices que sin duda contaban millones de historias. Su vestimenta no era muy reseñable, lo más era su sable y un pendiente hecho a base de azabaches.
      Drazzar, el cazador, era la respuesta a mi viaje. Él me contó que mi padre había estado allí hace muchos años y, tras hacerle un favor, mi padre encontró un templo en ruinas, donde deduzco que halló mi cerbatana ígnea.
      Mi viaje tocaba a su regreso. Esa noche pude reflexionar y encontrar algo de paz en mi ser.
      Días me llevó regresar a Takome, pero lo hice, y con una promesa cumplida. Allí estaban todos mis amigos a los que les debía una aventura por contar.

      Muchas otras aventuras he vivido desde entonces. Si queréis oírla, solo tenéis que acercaros a mí. Ahora Argan me indica que es hora de descansar.

      Notas del autor
      Toda esta información se puede leer en

       

      • Esta respuesta fue modificada hace 4 años por calem.
      Que no te engañen las letras.
    • Ninhus Bravus
      Participante
      Número de entradas: 82

      Hace mucho tiempo atrás navegaba por los mares un famoso Gnomo pirata llamado Morganski, muy conocido por sus dotes marineras.
      Morganski era temido por todos y sus historias corrían de boca en boca por todo Eirea.
      Surcaba las profundidades a bordo de su majestuoso destructor plateado, con las velas rojas desplegadas.
      Sus días transcurrían entre puertos de diferentes costas, abordando y saqueando todo lo que se vislumbraba por el mar, tras otear con se catalejo de plata.
      Lesfora, censora de Keel estaba harta de sus fechorías. Toda la mercancía de Keel, el contrabando y su comercio se veía afectado por las tropelías del joven pirata.
      Tras darle vueltas, decidió contratar los servicios de una peculiar maga Semi-Drow: Kikria.
      Esta maga experimentada, muy conocida en la isla de keel, y de dudosa reputación, manejaba como nadie las artes oscuras, y sobre todo era discreta y de confianza.
      Una fría y oscura noche que cubría el mar de hielo con una espesa niebla, mientras el joven Morganski navegaba cerca de Keel, Kikria consiguió otear con su catalejo de latón el gran destructor.
      Lentamente, a bordo de su modesto bote, abordo con pericia el majestuoso barco, y entre las sobras, sigilo hasta el ostentoso camarote del capitán Morganski.
      Rápidamente, le lanzó un hechizo transformándolo en un lobo… un lobo de mar!.
      Todo su cuerpo se llenó de pelo, sus manos se hincharon y rugió de dolor al adoptar su nueva apariencia.
      Los marineros de su tripulación se asustaron tanto que saltaron por la borda y no pararon de nadar hasta llegar algunos a duras penas a la orilla. Otros más desafortunados acabaron presa de los tiburones y serpientes marinas que rondaban el lugar.
      Morganski se quedó con su pena, su rabia y su duplicada fiereza, que le fueron todas muy útiles para poder llevar el barco a solas. Y es que no hay mal que por bien no venga, como bien reza el dicho.

      Pasaron los años, y la historia del joven gnomo pirata se había convertido en la leyenda del viejo lobo de mar.
      Tras múltiples abordajes, el gnomo ya no buscaba cofres, riquezas o materiales, solo buscaba respuestas. Quería saber quién era el responsable de su desafortunada desdicha.
      Una noche, el viejo lobo solitario se tomaba una jarra de aguamiel oculto bajo su capucha en una posada de isla bucanero. Gracias a su avispado oído, escucho en una mesa lejana una historia sobre su desgracia. Esa historia contaba que una maga Semi-Drow presumía de haber comprado un destructor con el dinero recibido de Lesfora por lanzar un hechizo a un gnomo.

      Una noche de luna llena, Morganski llegó a Keel con los colmillos bien afilados. Pretendía acceder a los aposentos de Lesfora para acometer su venganza.
      Oculto bajo una capucha de la oscuridad, sigiló por las estrechas calles de Keel, atravesando la concurrida avenida del mar.
      Cuando ya preparaba su arpeo para lanzarlo, de pronto, su agudo oído percibió un hermoso canto élfico. Quedó paralizado, olvidando totalmente su propósito y se puso a seguir, hipnotizado, la voz.
      Se movió entre las sombras, rápido y sigiloso. Por fin entró en una tienda, llena de tartas y pasteles.
      Una madura pero radiante mujer elfa, de pálida piel y pelo blanco y rizado se encontraba tras el mostrador. Era ella la que entonaba la dulce serenata. La contempló largo rato, sin atreverse apenas a respirar. Pero, finalmente, no pudo contenerse y salió de la oscuridad para acercarse a ella. La joven se asustó. Temblaba todo su cuerpo. Ante ella había un lobo con una mirada penetrante.
      Morganski intentó calmarla. Sabía que, en el fondo, ella no sentía miedo.
      Comenzó a hacerle muchas preguntas a las que Ysondra -así se llamaba la mujer- contestaba con voz temblorosa. Pausadamente, se fue relajando al ver que el lobo no iba a atacarla.
      A medianoche, era ella la que quería obtener respuestas:
      ¿Por qué se había convertido en un lobo?, ¿Quién lo había hechizado?, ¿Dónde?
      Morganski, solitario durante tanto tiempo, le contestaba con una confianza plena que nunca antes había sentido.
      Entre preguntas y respuestas transcurrieron las horas. Ysondra era huérfana. Se ganaba la vida como pastelera junto a su mimoso gano: Nene.
      Lo que más le gustaba, además de hacer dulces, era vestirse con su vestido azul lleno de lunares verdes y cantar y bailar haciendo revolotear sus volantes en una interminable cascada aguamarina.
      Las historias de aquel lobo de mar le resultaban increíbles ya que nunca había salido de La isla de Keel. Morganski, al ver sus preciosos ojos azules como platos, le preguntó si querría acompañarlo en su siguiente travesía.
      Ysondra ya tenía la mochila llena de pasteles en su espalda.

      UNA HISTORIA DE PIRATAS, DEDICADA A DOS PLAYERS DE LOS QUE GUARDO BUENOS RECUERDOS: MORGANSKI Y KIKRIA

    • Rijja
      Participante
      Número de entradas: 366

      El gemido quejoso del hombre retumbo en el grueso de las montañas, mientras este tiraba de una gruesa cadena, tratando de avanzar pesadamente por la espesa y densa nieve. El sonido del viento furioso a su alrededor, lanzando pequeños y helados copos que iban a parar a su, adormecido por el frío, rostro. Un resuello sonaba con fuerza al compás de su lucha por mover un píe tras otro. El intento de correr resultaba en vano, el terreno y la pesada carga lo impedían.

      La cadena, que usaba para arrastrar su carga, dio un fuerte tirón que lo arrojó de bruces al suelo. Se levantó, no sin esfuerzo, apartando con gestos de desesperación la nieve que invadía ahora su cara. La caja que transportaba arrastrando se había atorado en una roca sobresaliente de la blanca nieve.
      -Ahora no…- exhaló, lamentándose mientras volvía sobre sus pasos.
      Agarró el borde de la caja firmemente y comenzó a tirar para apartarla de la roca, pero el bulto apenas se movió. Maldiciendo entre balbuceos, rodeó el bulto apoyando su espalda sobre él y comenzó a empujar con las piernas. Entre el rechinar de sus dientes la caja, poco a poco, se fue deslizando entre crujidos.
      Sonrió brevemente. Se dejó caer un momento sobre la caja, inhaló de manera profunda, sin dejar de escudriñar su alrededor. No sabía cuanto tiempo llevaba avanzando por aquel páramo helado desde que su arpeo se cortó, cayendo al vacío, en la Cordillera Norte. El cielo cubierto, como ovejas negras amontonadas, y la ventisca que lo asediaba no le dejaban saber su ubicación con claridad. Sabía que tenía que seguir avanzando. Alejarse lo máximo posible del lugar y llegar al Bosque de las Llanuras, donde encontraría amparo de los entes que lo perseguían.
      Entre gruñidos se acercó de nuevo a la cadena, tirando de esta y arrastrando la pesada caja que portaba, obligando a sus piernas a moverse a pesar de sus agudas protestas. En ese momento, un sonido arrastrado por el viento gélido llegó hasta el. Una especie de aullidos entremezclados entre risas siniestras se acumulaban en los ecos murmullantes que lo rodeaban. Miró con una creciente desesperación en todas direcciones, sin atestiguar nada que no fuera la tempestad gélida que lo rodeaba todo. Agachó la cabeza y tiró con fuerza renovada de su equipaje, tratando de avanzar lo más rápido que fuera posible. Debía encontrar cobijo pronto, ya fuera para evitar morir congelado o para dar esquinazo a lo que le perseguía. El viento seguía huracanandose con fuerza a su alrededor. Viraba la cabeza de manera nerviosa sin parar siguiendo los ecos, apenas audibles, entre la tormenta.
      Su camino errático lo llevó al pié de unos grandes macizos rocosos, seguramente cercanos a AmonMuil. Había esperanza. Entre aquella tosca pared de roca se entreveían angostos pasajes que se adentraban en la montaña. Escogió uno lo suficientemente grande como para que cupiesen tanto el como su carga y comenzó a adentrarse por aquel oscuro túnel. Llego a un amplio terreno circular, encerrado dentro de la colosal montaña, en el que había un corredor similar al que acababa de cruzar y por el que podría continuar su camino. Debido a lo exhausto que se encontraba y a la idoneidad del lugar, decidió acampar brevemente allí y recobrar fuerzas.
      Se sumió en un turbulento duermevela, alternando grotescos sueños, que rubricaban en su mente atrocidades, y desagradables sobresaltos que le hacían despertarse con la espada en mano mientras miraba su alrededor con desesperación.
      La sensación de angustia de esos sueños se materializó al escuchar los irregulares pasos que hacían ecos tanto en el pasillo que lo había traído a aquel lóbrego lugar como en el que se abría al otro extremo de la sala. Esos pasos venían acompañados de gruñidos y tintineos metálicos.
      Dejando caer su cabeza en un gesto de aceptación, se hizo consciente de la situación. Le habían encontrado.
      Acarició con suavidad la empuñadura de su espada mientras esbozaba una media sonrisa. Era sin lugar a dudas un arma formidable. Un legado familiar durante generaciones. El pomo era una madeja perfectamente entrelazada de raíces talladas en metal intercaladas con una fina cadena de plata en la que brillaba un fulgor verdoso. El mango era robusto, imitando la forma de un tronco, y se iba abriendo hacia los gavilanes del arma, simulando ramas retorcidas. Un Árbol Rúnico. En la afilada hoja se encontraba una inscripción: «Odeli».

      Unas repentinas risas rechinantes, cual tenedores rallando vajilla, le hicieron alzar la vista. 6 seres enfundados en metal pesado le miraban con avidez desde la abertura del pasillo, colocados en forma de semi-círculo frente a el. Guardias Negros del Castillo de Agnur. Esbozaban espeluznantes muecas, que se intuían como sonrisas, y lanzaban jadeos al aire mientras movían sus armas amenazadoramente.

       

      -Esperad- susurro una voz que provenía del pasadizo más cercano el. Los Guardias Negros emitieron un gruñido mientras daban lentamente un paso hacia atrás.

       

      Una fantasmagórica sombra, ataviada con extrañas pieles y una gran capa negra emergió de las sombras que lo acunaban en el umbral del pasillo, con aire solemne, como si acabase de entrar en su hogar.

       

      -Te agradezco que hayas aminorado la huida para refugiarte, ciertamente- dijo la extraña figura. -No es cómoda la persecución entre la tormenta, mi estimado Olaphander.- añadió.

       

      Olaphander se incorporó lentamente, con los ojos clavados en la sombra, y apretó la mano en torno a su espada.
      -¿Quien sois?- preguntó Olaphander con tono despectivo- Me has venido dando caza desde que pasé por las inmediaciones del castillo de Agnur, portando mis pertenencias-.

      La figura sombría hizo una mueca burlona mientras señalaba la caja que Olaphander portaba, acto seguido su aura se torno más amenazadora.
      -¿Tus pertenencias dices?- Unos ojos rojos afloraron en el oscurecido rostro de la figura, como brasas incandescentes.- Nunca han sido tuyas- añadió con un desdén notable.

      -¿Quien eres?! volvió a preguntar Olaphander mientras temblaba de rabia.

      -No necesitas saber nada- acto seguido hizo un gesto y los Guardias Negros se lanzaron apresurados contra Olaphander .

      El Mago Rúnico esperaba un ataque inminente y se había preparado. Pronunció unas palabras mágicas y una bola de fuego envolvió a los guardias los cuales aullaron furiosamente, deteniendo brevemente su carga, confusos por las llamas. El momento que Olaphander esperaba.
      Sin dar tiempo de resolución al desconcierto generado por el fuego, lanzó un rápido y centelleante tajo sobre el guardia que tenía mas cerca, decapitandolo limpiamente. Secundó el movimiento con una estocada al pecho de uno de ellos, que portaba un hacha de doble filo. El Guardia dio un paso atras y se giró para evitar que la hoja lo atravesase, sin poder evitar que hiciera una enorme brecha en su armadura. Se recompuso hacia atrás rápidamente lanzando un golpe circular directo al cuello de Olaphander , que se agachó a tiempo mientras rodaba evitando la espada de otro de los guardias que intentaba ensartarlo.
      Los adversarios ahora actuaban de manera más prudente al ver que no era un enemigo cualquiera. Olaphander rebuscó en la bolsita que llevaba asida al cinturón, cerrando su mano sobre la piedra imán que portaba a la vez que bloqueaba un tajo descendente. Su oponente rugió bajando su hoja con fuerza, mientras que otros lo flanqueaban por ambos lados.
      Un cántico retumbo en aquellas soledades. Un rayo de energía salió disparado desde la mano del mago hacia el enemigo situado en flanco derecho, desintegrandolo en el acto. Ante el intento de espetarlo por la izquierda, Olaphander reacciono agarrando el brazo de su enemigo situado enfrente y haciéndole girar para interponerlo entre la estocada del otro y el. Acto seguido levantó su mano, de la que surgió una esquirla de hielo mágico que se precipitó sobre la fosa ocular de su enemigo del flanco, atravesándole el cráneo de lado a lado.
      Uno de los guardias se había colocado fuera de la vista de Olaphander , y aprovecho para lanzarle una estocada que alcanzó al Mago Rúnico en el costado, rompiendo varias costillas y haciéndolo caer de rodillas. Olaphander esquivó el siguiente ataque que iba destinado a clavarse en su estómago y, tras un giro hacia la derecha, bajó su espada cortando el brazo de su adversario a la altura del codo. El guardia gritó mientras se agarraba la herida y Olaphander lo ensartó desde la cintura hasta el hombro. Antes de que al enemigo que tenía más cerca le diera el tiempo de bajar la espada que enarbolaba, creyendo aprovechar que Olaphander había quedado desarmado temporalmente, el mago rúnico extendió su brazo derecho y, tras dibujar unos simbolos en el aire, unas esferas mágicas surgieron con fuerza estampandose contra la coraza del guardia, resultando este destruido por la potente deflagración mágica.
      Olaphander gritó de dolor por la herida de su costado, que ahora sangraba más profusamente, y apretando los dientes sacó su espada del cuerpo que antes había ensartado. Susurró algo ininteligible y la espada comenzó a brillar con un fulgor azulado, acto seguido la descargó sobre el guardia negro que quedaba en pié. El guardia vió venir el golpe con facilidad e intentó bloquearlo con su gran espada bastarda. Las espadas se encontraron, pero la de Olaphander siquiera se detuvo lo más mínimo mientras atravesaba el metal blandido por su adversario hasta encontrar la armadura, y luego la carne, de este.
      Olaphander miró hacia su alrededor y constató que todos los guardias habían sido derrotados y yacían en el suelo, quedando como enemigo únicamente la misteriosa sombra de capa negra.

      -Impresionante- dijo este-. Aunque ha sido completamente inútil.

      -¿Quién eres!?- volvió a preguntar Olaphander, esta vez con un tono de voz fruto de la desesperación.

      -Ya he dicho que es irrelevante que conozcas mi identidad. Los cadáveres no necesitan conocimiento… y tu, Señor de la Torre de AmonMuil… ya estás muerto.

       

      Como respondiendo a una orden que nadie había dado, decenas de Guardias Negros y Espectrales irrumpieron por sendos pasillos de la estancia rocosa, entre risas y aullidos, rodeando al Mago Rúnico.
      Olaphander bajó los brazos, exhausto.
      -Supongo que tienes razón- dijo el mago con voz tranquila, mareado por la cuantiosa pérdida de sangre.
      -Siempre la tengo- dijo la sombra con una tensa mueca.

      Los guardias levantaron la caja que el mago había portado hasta aquel recóndito lugar y, tras un gesto de la figura, comenzaron a golpearla con sus armas hasta hacer añicos el cierre, dejando entrever su interior. La impertérrita sombra se asomó al interior y asintió complacido. Acto seguido ordenó a un Guardia que cargara con la caja, se giró y empezó a caminar hacia el exterior.

      -Matadle- dijo antes de salir.

       

       

      Pasaron días, meses y años desde aquel suceso. Incluso después de la aparición del Cubo Negro que supuso el fin de la 3º Era.
      Durante este tiempo, aquellas cuevas donde habían acontecido los hechos narrados, se llenaron de agua por los sucesivos deshielos de la montaña en muchas ocasiones, hasta que poco a poco, en el fluir del tiempo, en una cueva no muy lejos de allí, emergió una espada por uno de los agujeros de la pared que drenaban el agua. Cayendo de gran altura hasta el suelo de la cueva, oxidada, marchita y rota. En el choque contra el suelo calcáreo que se sobrevino, una especie de joya se desprendió del pomo de la espada.
      Una fina cadena de plata, con una gema opalescente engarzada. Llevaba inscrita la palabra «Odeli».
      Era la Gema de Olaphander, un artefacto creado por el Señor de la Torre de AmonMuil para controlar dicha torre.

      Y en esa cueva, al margen de las voluntades mortales, esperó. Hasta que un día fue encontrada por un joven Mago Rúnico, que exploraba las entrañas de AmonMuil como otros tantos de su clase. Un joven y prometedor orgo llamado Rijja Al’jhtar.

    • pequeño halfling
      Participante
      Número de entradas: 105

      El semi-elfo camina pesadamente sobre las ciénaga apestosa del pantano. El hedor de la humedad le nubla las ideas. Multitud de moradores se le echan encima añadiendo peligrosidad al difícil avance a través del fango.

      Los moradores, son una especie de humanoides que viven aquí en comunidad. Aunque son agresivos, por suerte no poseen demasiada fuerza, lo cual no es problema para Niaberr, el oso ancestral que lo acompaña.

      Jonne acaricia a Niaberr y lo anima a continuar avanzando a su lado.

      • Vamos Niaberr, casi hemos llegado.

      Tras atravesar la incómoda ciénaga, el semi-elfo y su fiel acompañante divisan la antigua entrada a Zumelzu, sede de varios de los gremios más famosos de la época previa al Cataclismo. Ahora, no es más que un conjunto de ruinas sumergidas, pese a que algunos edificios aún aguantan estoicamente el paso del tiempo.

      Rodeando las ruinas, encuentran a un ermitaño llamado Yeiye.

      El viejo humano, vive aquí solo en lo que queda de la antigua ciudad. Poco se sabe de él. A pesar de su avanzada edad, mantiene un aspecto joven y vivaz; pues consigue conservar imperecederos su alma y espíritu gracias a unas extrañas técnicas de meditación. Quiza sea Yeiye y esas técnicas la solución a las pesadillas del semi-elfo. Pues desde que se produjo la ruptura con Ralder siendo él niño, no ha vuelto a sentirse en comunión con un Dios.

      Jonne continúa su camino sin hacer ruido, pues no desea alterar la paz del anciano ermitaño, el cual permanece en estado de concentración.

      Poco más tarde, el aventurero y su fiel Oso ancestral, llegan a la antecámara funeraria y se adentran en ella asombrados por el aspecto del lugar. La sala ha sido excavada en el interior de la montaña. Se encuentra debilmente iluminada por unas antorchas que alumbran tenuemente la sala sin llegar nunca a consumirse. En el centro, hay un gran brasero del cual emana un extraño humo color turquesa provocando en la sala una extraña atmósfera.
      Pese a las recomendaciones de sus hermanos, Jonne ha decidido venir aquí a retarse en duelo con una temible cazadora. Quizá la más poderosa de todos los reinos conocidos. Así pues, recoge con los dedos algo de polvo de una urna y lo esparce sobre el brasero. Un brillo repentino ciega la visión del cazador momentáneamente. Al recuperar la visión, percibe que una de las paredes ha dejado una abertura dejando a la vista un pasadizo. Pese a lo sombrío del lugar y la sospecha de posibles trampas, decide avanzar.

      Las técnicas de sigilo de Jonne son inútiles al ver aparecer a Xonnash, la temible cazadora que se abalanza sobre él en un ataque devastador.

      De nada servirá la protección de Niaberr el poderoso oso salvaje, ni el estado de concentración del aún joven semi-elfo, que viéndose truncada su voluntad, intenta retroceder vanamente por el pasillo inundado del pegajoso lodazal. Un intento de cazar a la aberrante criatura provoca la total pérdida de control sobre sus armas haciendo que este, desista del ataque con la intención de ponerse a salvo.

      Su enemiga, es aún más temible de lo que le habían advertido. Que tonto ha sido al querer enfrentarse a tal peligro. Pues pese a que Xonnash es una mujer humana, todo su cuerpo está recubierto de gruesas y duras escamas rojizas alzándose sobre una enorme cola serpentina. Su cara, desprovista de nariz es tán terrible que incluso provoca aún más miedo intentar mirarla. Sus dos ojos de color amarillo ambarino y su larga y bífida lengua, le hacen parecer prácticamente un reptiliano.

      Una flecha certera se dirige al pecho del joven semi-elfo que apenas tiene tiempo a reaccionar debido a su aturdimiento. La escena presenciada parece discurrir lentamente permitiendo observar como Niaberr, en un intento por protegerlo, cae al suelo sin vida impactado por el letal proyectil.

      El grito desolador provoca la iracunda sonrisa de la cazadora, que carga una nueva flecha lanzándola hacia Jonne sin que este pueda esquivarla.

      Malherido intenta retroceder nuevamente hacia la cueva, esta vez consiguiendo salir de la gruta. Su herida en el abdomen borbotea sangre sin cesar, se tiende en el suelo, y ya desvalido de toda vitalidad, cierra los ojos mientras una suave calma se apodera de él. Poco a poco, su vida, desde su niñez, vuelve a su memoria, como si de una reproducción teatral se tratase.

      Puede ver a su amada familia. Bylider, Raiduan, Myrddin y Mirenna. Sus amados hermanos, quienes tras la muerte de sus padres, siempre han permanecido unidos. Sobre todo recuerda a Raiduan, un gran cazador, el mejor de todos. Aquel cazador que Jonne siempre hubiera querido ser. Un ejemplo a seguir. Su alma gemela. Su apreciado hermano, y amigo, la única persona de este mundo al que le puede confiar su aún latente sentimiento hacia Ralder que habita en él.

      La vida se desvanece poco a poco, gota a gota, y entre débiles parpadeos, aparece la borrosa figura de Bylider.

      Bylider y Jonne nunca se llevaron del todo bien, pues tras la ruptura de Ralder, muchos Torinyas abandonaron  la Aldea del claro sintiéndose abrazados por el sentimiento religioso de «la gran bestia». Jonne, en cambio, decidió junto a Raiduan abandonar ese credo, pues optaron por permanecer en su amada aldea junto a sus queridos familiares. Jonne jamás presentó sus respetos a Eralie ni le rindió voto. Bylider siempre se lo reprochó, pues está convencido que el camino de Eralie es el camino de la verdad, de la paz y de la luz. Quizá debió hacerle caso y este era ahora su castigo. Pero ya es tarde. Pues quien sabe si acabarán sus días para él, sin pena ni gloria. Sin honor ni leyenda en su nombre.

      La imponente figura de Bylider, se arrodilla junto al casi inerte cuerpo de Jonne. Posa una mano en su frente y otra en su pecho, mientras susurra unas bellas palabras, un pacífico y placentero sonido que hace que el malherido cazador, vuelva a un estado de tranquilidad y paz.

      Bylider susurra plácidamente mientras sonríe cariñosamente:

      • Tranquilo hermano, estoy aquí. No dejaré que nos abandones.

       


      Xonnash Lasth’sath, la Guardiana de los Antiguos
      Yeiye, el ermitaño de Zumelzu
      Bylider Krintel, defensor de Thorin y seguidor de la palabra de Eralie
      Jonne Krintel, antiguo gran cazador de Thorin y defensor de los bosques


       

    • Alambique
      Participante
      Número de entradas: 2300

      Shizay levantó con cuidado la barra y salió de ella con un humeante tazón lleno de barro humeante.

      Lo dejó en la mesa de Wufgh y dispuso a su lado una cuchara de madera.

      Wufgh miró la cuchara de madera y la apartó hasta el borde de la mesa.

      Hundió sus manos en el tazón de barro y, soplándolas primero, comenzó a lamerlas con avidez, tratando de adivinar la procedencia de la tierra.

      Masticaba con cuidado, no era la primera vez que Shizay había descuidado sus obligaciones y no había separado las piedras del barro

      Notó como algo caliente se deslizaba por su garganta, mientras notaba un pequeño objeto en la mezcla comenzó a toser.

      Wufgh despertó sobresaltada, mientras trataba con sus manos recuperar el objeto que obstruía sus vías respiratorias.

      Por fin dio con el pequeño objeto y lo observó con detenimiento, se trataba del cráneo de una musaraña.

      Miró hacia arriba y encontró su respuesta, boca abajo pendían del techo de la grieta una bandada de murciélagos que habían decidido pasar la noche en la misma grieta que Wufgh.

      Uno de ellos había tenido la increíble puntería de defecar en la boca de Wufgh.

      Se limpió la cara con su antebrazo y arrojó el pequeño cráneo contra el techo, provocando que la bandada de murciélagos abandonara la grieta.

      Se incorporó y, flexionándose, comenzó a rascar con sus patas su pelaje trasero, que había quedado cubierto por una fina capa de guano que comenzaba a endurecerse.

      Fue entonces cuando notó un extraño picor en su axila derecha.

      Levantó su brazo derecho y comenzó a hurgar en la maraña de pelos que poblaba su axila, era una garrapata…

      Con dos dedos tomó la garrapata y comenzó a girarla sobre sí misma, para evitar que la cabeza de ésta quedara hundida en su carne.

      Finalmente consiguió sacarse la garrapata y la sujetó entre sus dedos índice y pulgar y comenzó a apretarla hasta que no fue más que una densa masa viscosa de sangre.

      Se llevó los dedos a la boca y los relamió con gusto.

      Tanto el episodio del murciélago como la garrapata no habían hecho más que incrementar aún más su apetito, así que se dirigió a la taberna de Ancarak, seguro que Shizay la sorprendía con algún plato exquisito.

      El olor a carne requemada junto con el de tierra mojada de la taberna reconfortó a Wufgh.

      ‘¡Tráeme algo de comer, que estoy que me comería hasta una montaña de guano de murciélago!’, le dijo Wufgh a Shizay

      ‘Vaya, ¿insinúas que mi comida está a la altura de esa mierda?’, preguntó Shizay malhumorado.

      ‘No, no, que tengo mucho hambre, sólo eso…’

      ‘Pues te vas a tener que buscar otra taberna, esos malditos fanáticos de Seldar han interceptado el cargamento, y no quieras saber con qué estoy haciendo mi guiso de barro…’, dijo Shizay mientras se hurgaba la parte trasera del pantalón y lanzaba una diminuta bola marrón a un cazo.

      Wufgh se rascaba la axila, la mordedura de la garrapata aún le escocía.

      ‘¿Entonces no tienes nada par darme?’, preguntó resignada Wufgh.

      ‘Mira, no saciará tu apetito, pero al menos te entretendrá’, contesto Shizay mientras le tendía una bolsa a Wufgh.

      Wufgh cogió la bolsita y deshizo el nudo, dentro no había más que una mezcla multicolor de pequeñas partículas de polvo.

      Acercó la bolsa a su gaznate y la vació entera.

      ‘¡Animal, sólo un puñadito!, madre mía…’

      Wufgh se sentó en una silla, no notaba nada extraño.

      De repente un sudor frío se apoderó de ella y notó como le temblaban las piernas.

      ‘¿Veeeeesh coooomoooo ya vaaaaaaa surtieeeeeendo efectoooooo?’, dijo Shizay.

      Todo comenzaba a darle vueltas, las mesas giraban a su alrededor a un ritmo frenético, cada vez más rápidas, hasta que llegó el momento que era incapaz de visualizarlas, únicamente era un torbellino borroso que la engullía por momentos.

      Todo se hizo oscuro de repente para Wfugh.

      ‘Eh, despierta saco de pulgas’, digo una voz.

      ‘¿Qué?’, preguntó Wfugh mientras trataba d enfocar la vista en el ser que tenía delante suya.

      ‘¿Qué haces en mi cubil?’, preguntó la voz de nuevo.

      ‘¿Qué?’

      ‘Como vuelvas a decir «qué» te arreo con el bastón’, le contestó la voz.

      ‘Vale, vale, pues yo estaba en la taberna con Shizay’, comenzó a contar Wufgh, tratando de recordar cómo había llegado ahí.

      ‘Shizay, ese maldito cocinero, yo de ti no frecuentaría mucho esa taberna si no quieres irte por la pata abajo’

      ‘¿Qué?’, preguntó Wufgh.

      No vio venir cómo, a una velocidad extraordinaria, el bastón iba directo a su cabeza impactando contra ella produciendo un seco golpe.

      ‘¡Ay!, serás animal’.

      ‘Mira, visto que no das para más… Soy Zirskit, antiguamente fue amo y señor de todo esto’

      ‘¿De todo todo’, preguntó Wufgh.

      ‘De todo lo que hay en nuestra caverna’, sentenció Zirskit.

      Wufgh se detuvo a pensar mientras esbozaba una sonrisa.

      ‘Si en esta caverna no hay más que anélidos y guano… el Señor del guano’, dijo Wufgh riéndose.

      Otro bastonazo impactó de nuevo en el cráneo de Wufgh, esta vez con algo menos de precisión, magullándole la oreja derecha.

      ‘¡Ay!, ya vale con el bastoncito’

      ‘Tu has tomado algo, ¿verdad?’, porque no puedes ser tan cortita…

      Wufgh pensó por un instante y se acordó de Shizay.

      ‘Ah pues sí, Shizay me dio unos polvos de una bolsita, sólo tomé un puñadito’.

      ‘Si claro, un puñadito…’

      ‘No había más, pero me gustaría conseguir otro puñadito, ya sabes de reserva’, dijo Wufgh tratando de guiñar un ojo, pero consiguiendo sólo una desagradable mueca.

      ‘Pues no sé de dónde lo habrá sacado Shizay, pero si no recuerdo mal, había un goblin con dos cabezas en Mor Groddûr que usaba esas hierbas’

      ‘¿Un goblin bi qué?’, preguntó Wufgh.

      ‘Con dos cabezas…’, contestó Zirskit con resignación.

      ‘Pues iré hasta allí a por el goblin birciélago’.

      Zirskit suspiró profundamente.

      Wufgh miró a su alrededor, no tenía la menor idea de dónde estaba, se trataba de un cubil abandonado, había un pequeño jergón en el suelo y un charco de barro reseco.

      Salió del cubil y después de un buen rato encontró el corredor principal, lo siguió hasta que consiguió salir de la caverna.

      No le gustaba mucho abandonar la caverna, odiaba a los perros, le resultaban repugnantes, y últimamente se acercaban demasiado a la caverna.

      Al poco de abandonar la caverna lo vio, se trataba de un perro sarnoso, con el pelaje roído y con serias calvas en el lomo.

      ‘No tengo tiempo para tonterías, hoy no te interpondrás en mi camino’, se dijo Wufgh a sí misma.

      Y sacando un cuchillo oxidado lo clavó con fuerza en la nuca del animal.

      Wufgh, perpleja por su capacidad de decisión y por la precisión de la incisión se aproximó al animal para observar su proeza.

      Mientras estaba agachada sobre el animal, vio como del orificio de la nuca emergía una especie de gusano que se arrastraba sobre el inerte cuerpo del perro.

      Wufgh acercó el cuchillo al gusano y lo clavó en su alargado cuerpo.

      El cuerpo del gusano comenzó a hincharse y explotó, cubriendo la cara de Wufgh de pequeños parásitos.

      Notó un cosquilleo en los ojos, como si algo se moviera primero en la parte externa y finalmente detrás de sus ojos.

      Presa del pánico Wufgh salió corriendo de la caverna, necesitaba aire.

      Una vez fuera de la caverna notó que esa extraña sensación había desaparecido, parecía que todo había sido un susto, así que continuó su viaje a Mor Groddûr.

      El camino estaba plagado de penitentes seldaritas y mercaderes, por lo que si evitaba los controles del camino fronterizo y Ryniver no tendría problemas.

      Consiguió terminar su viaje sin más accidentes, ya se encontraba a los pies de la grandiosa Torre Negra.

      Si había una cosa que fascinaba a Wufgh eran estos pequeños pieles verdes, siempre tan curiosos.

      No tardó en encontrar al goblin con dos cabezas, se encontraba en una pequeña cavidad en uno de los niveles inferiores de la Torre Negra.

      La cueva era minúscula, apenas podía incorporarse el goblin y en el centro de la cueva había una mesa con papeles desordenados.

      ‘¿Quién anda ahí?’, preguntó una de las cabezas.

      ‘Tenemos cuatro ojos y no sabes que tenemos visita…’, contestó la otra cabeza.

      ‘Si ya lo sé, sólo era por darnos algo de importancia’

      ‘Siempre igual, que si somos importantes, que no debemos estar en este cuchitril, que sólo servimos para mandar recaditos…’

      ‘Soy Wufgh, vengo desde Ancarak, tenéis algo que me interesa’, se presentó Wufgh mientras se rascaba los ojos, el escozor había vuelto.

      ‘Hola Wufgh, yo soy Shgafa, digamos que la cabeza pensante…’

      ‘¿Pensante?, si no distingues un kobold de un goblin… Yo soy Thugohg, y no sé qué hago aguantando a este’.

      ‘¿Que necesitas de nosotros bola peluda?’, pregunto Shgafa.

      ‘Seguro que viene a que le mandemos unos de nuestros recaditos, esos que te hacen sentir tan importante’, dijo Thugohg.

      ‘Me han dicho que tenéis unos polvos especiales’, dijo Wufgh.

      ‘¿Polvos? El último polvo que hemos… hace tanto tiempo…’, digo Shgafa.

      ‘¡Normal, si no fueras tan impertinente no habrías espantado a esa semi-orca!’, le espetó Thugohg.

      Wufgh contemplaba el espectáculo de las cabezas, no estaba entendiendo nada de lo que decían.

      ‘Creo que se refiere a otros polvos…’, digo Shgafa.

      ‘¡Ah!, ya entiendo, pues si quiere polvos le daremos polvos’, contestó Thugohg.

      El goblin metió la mano en su bolsillo derecho y sacó una pequeña bolsita de piel.

      ‘No, no, dale de los míos’, dijo Shgafa.

      ‘Los tuyos no, que a saber de dónde los has sacado, los míos son mejores, si no recuerda que pasó la última vez que tomamos de los tuyos’, dijo Thugohg.

      ‘Claro, si no te hubieras bebido todas esa botellas, pues no nos habríamos despertado entre los cojines de Glorbaugh, si es que no hay que mezclar…’,dijo Shgafa.

      El goblin metió su mano izquierda en su bolsillo izquierdo y extrajo otra bolsita de piel.

      ‘Te damos a elegir, los míos o los suyos’, dijo Shgafa mientras le tendían las dos bolsas a Wufgh.

      Wufgh, indecisa, cogió una bolsita, la abrió y la vació entera en su garganta.

      Notó un sabor amargo y como una textura terrosa recorría su garganta, escupió de inmediato contra una de las paredes de la cueva, formando una pasta grisácea.

      ‘¿Pero qué me habéis dado?, ¡malditos!’, exclamó Wufgh.

      ‘Te acabas de comer una bolsa de heces trituradas de ratas de los niveles inferiores, jajajaja’, dijo Shgafa.

      ‘¿De verdad pensabas que íbamos a darte nuestros polvos especiales, saco de pulgas?’, dijo Thugohg.

      Wufgh trataba de sacarse los restos de la pasta grisácea de la lengua, mientras un dolor intenso le sacudía la cabeza.

      Comenzó a notar un hormigueo justo debajo de su cuero cabelludo, como un latido de corazón que iba aumentando el ritmo vertiginosamente provocándole un dolor de cabeza insoportables.

      ‘¡Mi cabezaaaaaaa, sacádmelo, sacádmelo!’, exclamaba Wufgh mientras se arañaba con fuerza el cuero cabelludo.

      ‘¿Pero qué le pasa a esta? Viene a nuestra cueva y nos monta este espectáculo, ¿dónde están los guardias cuando se les necesitan?’, preguntó Shgafa.

      Wufgh comenzó a rascarse con más fuerza, llevándose parte del cuero cabelludo con los arañazos, el dolor era insoportable.

      Comenzó a restregar la cabeza por las paredes de la cueva, tratando de aliviar su dolor, pero lo único que consiguió fue teñir parte de las paredes de sangre.

      ‘¡No puedo más!’, exclamó Wufgh mientras salía de la cueva sujetándose la cabeza con ambas manos.

      ‘Menos mal que se va, se estaba poniendo un poco pesadita…’, dijo Thugohg.

      En ese preciso instante, Wufgh irrumpió corriendo en la cueva y, a gran velocidad, estampó su cabeza contra una de las paredes de la cueva.

      Todo se volvió oscuridad, de nuevo, para Wfugh.

    • iridien
      Moderador
      Número de entradas: 1778

      Queremos agradecer a todos vuestra participación y dar nuestra enhorabuena a los ganadores Rijja, Txirimiri y Essel, pero os recordamos a todos los participantes que formaréis parte de el libro de relatos de Eirea que iremos construyendo entre todos.

      Además recibiréis todos los participantes aunque no hayais ganado, un detalle por vuestro esfuerzo. 🙂

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