Inicio Foros Historias y aportes Peregrinación al Lago de Cristal: En busca del camino rojo (Capitulo 3)

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    • ryland
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      Era pleno invierno en Anduar y el frío apretaba muy duro desde las montañas del norte. Toda la ciudad estaba blanca a causa de la nieve. Era muy extraño que la nieve llegase a Anduar, pero ese año ya era un año extraño hablando del tiempo.

      La primera noche de Ryland en Anduar, fue realmente angustiosa, no quería dormir en las tabernas externas a la ciudad amurallada por temor a un ataque de alguien o … algo, así que fue probando una por una todas las tabernas que iba viendo hasta que logro dar con una que tenían una habitación libre con disponibilidad de servicio de cuadras para su caballo. El tabernero era originario de Takome, pero hacía ya muchos años, había abandonado su ciudad natal para establecerse en Anduar por amor. Ryland, no pudo esconder sus orígenes, ya que, al hablar con él, por su acento detecto rápidamente de donde venía. Ryland le explicó que estaba realizando un viaje personal por Dalaensar y que estaría varias noches en Anduar antes de proseguir en su camino.

      Como era tradición en Anduar, una vez dejó sus cosas en la habitación y aunque ya era algo tarde, fue a la plaza central de Anduar para rendir un homenaje póstumo a Osucaru, antiguo dios de Eirea. La plaza, bastante transitada a esas horas, era una de las plazas más grandes en todo Dalaensar y posiblemente Eirea. En ella, los domingos se celebraban grandes mercadillos, muy conocidos en el resto del continente. En el centro, una gran y majestuosa edificación, provocaba admiración a todo aquel que posaba su mirada en sus paredes y ventanas acristalas. Era el templo que los reinos de Eirea, levantaron en honor a Osucaru, uno de los dioses creadores de Eirea. Se decía qué, en su interior, las flores nunca se marchitaban… fue así, que después de echar un vistazo a los alrededores, se dispuso a entrar por las puertas del templo para recitar una oración en honor al mismo.

      En el interior del templo, sólo alcanzó a ver a otro hombre encapuchado en ese momento y un hombre muy mayor terminando de encender algunas velas para iluminar mejor la estancia. Por dentro parecía mucho más pequeña que por fuera, seguramente, la robustez del edificio provocaba esta sensación. Ryland se acercó a uno de los bancos y flexiono las rodillas para empezar con su oración cuando de repente una mano se posó en su hombro.

      • Tranquilo… – dijo una voz femenina –
      • ¿Quién eres y que quieres? – preguntó Ryland –
      • Soy Fatima, hija de Voghoeth. – respondió la voz femenina –
      • El tabernero… – aclaró Fatima –
      • .. y… ¿qué quieres? – pregunto Ryland –
      • He venido a por vos para avisaros que un hombre llegó poco después de vos a la taberna preguntando si había llegado un extranjero…- explicó Fatima –
      • ¿Cómo? ¿Me están buscando? ¿Quien? – pregunto algo alarmado Ryland –
      • Venga, sígame. Hablaremos en otro lugar ya que aquí hay oídos en todos lados. Le espero fuera. – zanjó Fatima levantándose –

      Ryland, rezó unas breves palabras en honor de Osucaru y rápidamente se levantó para ir en busca de esa muchacha. No sabía si lo que decía era cierto o no, pero debía seguir sus instintos y ahora mismo, le decían que debía ir en su busca. Al cruzar uno de los últimos bancos se fijó en un hombre que le seguía con la mirada, así que Ryland aprovechando un pequeño grupo de gente que entraba en el templo, logró esconderse detrás de una puerta y desde allí, observó como aquel hombre parecía buscarlo y al no dar con él, le vio abandonar el templo con paso acelerado. Pasados unos minutos, Ryland salió de detrás de la misma y abandonó el lugar, no sin antes, ofrecer una leve reverencia al altar mayor.

      • Shhh – alguien susurró –

      Ryland giró la cabeza y alcanzó a ver a Fatima escondida entre varios carros de mercancías.

      • ¡Acérquese! – le dijo Fatima haciendo señas con las manos para que Ryland se acercara a donde ella se encontraba –

      Ryland mirando hacia los lados, camino hacia ella logrando que ambos quedaran fuera de ojos indiscretos…

      • Menos mal que está bien, al salir, logré ver a un hombre seguirle con la mirada. – dijo Fatima –
      • Sí, logré despistarlo con la entrada de un grupo de feligreses. – contestó Ryland –
      • ¿Sabe quién es? – preguntó Fatima –
      • No, no lo sé. Pero llegado el momento… tocará vernos cara a cara… – contestó con semblante serio Ryland –
      • Mi padre, me manda para que venga conmigo a pasar la noche a un lugar seguro, ya que no cree que la taberna puede estar vigilada y no puede garantizar su seguridad. – explicó Fatima –
      • ¿Porque me quiere ayudar tu padre? – preguntó Ryland –
      • Parece que le ha caído muy bien y por lo que me dijo, la persona que preguntó por usted en la taberna, no le daba muy buena espina… – contestó Fatima –
      • .. realmente, no tengo muchas más opciones… o volver a la taberna y jugármela o venir contigo… – dijo en voz alta Ryland –
      • Decídase pronto… no quiero desobedecer a mi padre, pero no voy a estar por la noche en Anduar con alguien a quien le buscan … – contestó Fatima –
      • ¡Sí! voy contigo! – dijo Ryland mirándola a los verdes ojos –
      • ¡Sígame! – dijo Fatima –
      • No me trates de usted por favor. – dijo Ryland –
      • Vale, usted perdone. Perdona. Sígueme venga. – dijo Fatima mientras empezaba a andar en dirección sur –

      Ryland siguió a Fatima por unas estrechas callejuelas sin mediar palabra, pues la noche se había adueñado de Anduar y sus calles estaban vacías, provocando que cualquier sonido, por muy pequeño que fuese, se pudiera llegar a escuchar sin problemas. Al cabo de un tiempo andando, llegaron en frente de una pequeña puerta roja que Fatima golpeó dos veces, esperó unos segundos y volvió a golpear una tercera vez. La puerta, poco a poco, se abrió a manos de una mujer de mediana edad de tez morena y el pelo algo desaliñado. La mujer miró primero a Fatima y luego repasó a Ryland, miró hacia los lados y abrió completamente la puerta para dejar-los entrar. Entró primero ella y luego Ryland vigilando a uno y otro lado que no hubieran sido seguidos… parecía que no.

      • Sí que habéis tardado. ¿Habéis tenido problemas? – preguntó la mujer a Fatima –
      • No, sólo un posible seguimiento. – respondió Fatima –
      • Tu padre me ha dicho que puede dormir hoy aquí, pero que mañana es mejor que abandone rápidamente la ciudad. – dijo a Fatima mirando de reojo a Ryland –
      • Sí, puede usted estar tranquila. Mañana mismo, partiré hacia Eloras donde tenía pensado descansar varios días. – intervino Ryland –
      • Eloras… poblado de ladrones! – maldijo la mujer –
      • .. – dijo Fatima –
      • Bueno, es tarde y yo debo ir a descansar. Si quieres quedarte, deberás compartir habitación con él, tengo la otra habitación preparada para un exorcismo y no se puede usar.
      • Tranquila, nos apañaremos con una sola habitación ¿no Ryland? – dijo a Fatima con una leve sonrisa picarona –
      • Si, si… por mí, no hay problema. – respondió un Ryland algo enrojecido –
      • Bueno, descansad… – terminó la mujer guiñándole un ojo a Ryland si ser vista por Fatima que estaba absorta admirando el porte del caballero –

      La vieja mujer subió unas viejas escaleras y de un golpe seco cerró la puerta de su habitación, situada en el piso superior, Fatima y Ryland se quedaron de pie en el umbral de su habitación y viendo que solo había una cama, Ryland se ofreció a dormir en el suelo antes de dar opción a Fatima a decir nada. Fatima asintió con una ligera sonrisa en su boca.

      Ryland, aunque era un hombre de edad muy avanzada, no aparentaba para nada ser tan mayor. Siempre se dijo que por sus venas corría sangre élfica de algún pariente lejano, que le había otorgado cierto punto de inmortalidad enfrente otros humanos. Cogió varios fardos que había tirados por la habitación y los colocó en forma de almohada para poder dormir con cierta comodidad, se quitó la armadura quedando con una camisola que solía llevar debajo y se tumbó dispuesto a intentar descansar un poco, mientras tanto, Fatima por su cuenta, se aflojo la coleta que sujetaba su melena y poco a poco, se quitó los ajustados pantalones. Después, mirándose en un espejo, fue desabotonando uno a uno los botones de su blusa, dejándola caer sobre el suelo al terminar con el último botón. Ryland no podía apartar sus viejos ojos del escultural cuerpo de la joven Fatima, la cual, parecía no importar la presencia del viejo caballero. Fatima ya sin camisola, se despojó de su ropa interior y quedó completamente desnuda a varios metros de Ryland.

      • Siempre me ha gustado dormir desnuda. – dijo con una suave voz Fatima –

      Ryland notaba como un calor se acrecentaba en su interior, los movimientos de la joven parecían más los movimientos de una gata que de una mujer, eran cortos pero rápidos y ágiles. Fatima con un ligero movimiento se deslizó dentro de su cama, justo al lado de Ryland y volteando su cuerpo hacia donde estaba Ryland le deseo buenas noches a la vez, que arqueando ligeramente su escultural cuerpo y provocando que sus hermosos senos quedasen a la vista de Ryland, sopló una a una, las tres velas colocadas en la mesilla de noche  que iluminaban la estancia. Ryland solo debía levantar ligeramente el brazo para tocar ese hermoso cuerpo, pero, siendo todo un caballero y sin saber muy bien que hacer dado el comportamiento de Fatima, optó por lo más sensato y cerró los ojos dispuesto a dormir…

      Al cabo de muy poco, Ryland se despertó en una sala con baja iluminación, las paredes tenían   gran cantidad de espejos rojos colgados, el suelo estaba forrado por diversas alfombras y una gran cama de forma circular estaba colocada en el centro de la estancia. En ella, era donde Ryland se encontraba totalmente desnudo. Iluminada con pequeños farolillos que otorgaban a la sala cierto ambiente de intimidad, notó una mano que tocaba la suya y al girarse, vio enfrente de él a la joven Fatima totalmente desnuda ofreciéndole una pieza de fruto rojo usando su propia boca. Ryland acercó su boca a la boca de Fatima y recogió el fruto a la vez que con un largo beso juntó su lengua con la suya  durante varios segundos. La mano de Fatima soltó la de Ryland y se dirigió al miembro erecto de Ryland. Éste por su cuenta, no dudo en acariciar los pechos de Fatima.  Estos eran grandes y los pezones ya estaban duros al poco de tocárselos. Así estuvieron unos segundos más hasta que Fatima dejó de acariciar el miembro de Ryland y se tumbó en la cama abriendo sus finas y largas piernas ofreciéndose a Ryland. Ryland estaba absorto por la hermosura de la joven y completamente seducido por Fatima, no dudó en tumbarse encima de Fatima en la cama y lanzarse a besarla en la boca, en las orejas, en su cuello, en su pecho… para terminar lamiendo y mordisqueando suavemente sus pezones. Fatima agarraba la cabeza de Ryland para impedir que éste retirara la cabeza de entre sus senos. Unos instantes después, Ryland levantó la cabeza y buscó los labios de Fatima, los cuales logró besar en el mismo momento en el que de un suave y ligero movimiento, frotaba su sexo contra el sexo de Fatima logrando penetrarla sin demasiado esfuerzo y provocando sus primeros gemidos. Ryland inició entonces un balanceo que lo llevo a tener un primer orgasmo casi instantáneo que hizo que éste cerrase los ojos al momento que un haz de luz cruzaba la estancia en donde se encontraban… al abrir los ojos, Ryland vestido con su brillante armadura y un extraño turbante en la cabeza, se encontraba en medio de un desierto y a varios metros delante suyo, unas imponentes montañas se alzaban, haciendo de él, un ser insignificante. Ryland intentó gritar, pero la sequedad en su garganta le impidió tal cosa, todo su cuerpo estaba ardiendo y tenía mucho calor. No sabía ni donde estaba Fatima ni cómo había llegado allí, pero tenía claro, que allí moriría rápido sino lograba llegar a las montañas y encontrar un refugio que le protegiera del sol abrasador. Cogió un pequeño odre de agua que llevaba encima para mojarse los labios, pero se dio cuenta que estaba vacío por lo que lo lanzó y empezó a andar hacia las montañas. A pocos metros de las montañas, logro ver un sendero o camino de tierra rojiza, el cual parecía cruzar toda la montaña. En la base, alcanzó a ver a una persona con una túnica blanca, de piel bastante clara y cabello rubio que le hacía señas para que se acercase. Ryland sin ningún temor aún sin entender que estaba sucediendo, se acercó sin saber bien si era hombre o mujer y cuando estaba a pocos metros de la figura con túnica, ésta le habló.

      • ¿Qué hago aquí? ¿Quién eres? – preguntó Ryland –
      • Ryland, busca el camino rojo, él te llevará a donde tu deseas. – dijo la persona señalando el camino detrás de ella –
      • Pero ahora, debes despertar. – continuó-
      • No entiendo – dijo Ryland –
      • No puedes entender lo que está ocurriendo, ¡debes despertar… DESPIERTA! – dijo la persona –

      Ryland abrió los ojos de golpe, justo en el momento en que una sombra se abalanzaba sobre él con un cuchillo en las manos. Ryland, que se había echado a dormir con parte de sus cosas, agarró la espada que tenía al lado y de un solo movimiento atravesó el cuerpo de su atacante al momento que con su brazo bloqueaba el ataque lanzado por el atacante a su cuello. Se levantó con una ligera aura amarilla rodeando su cuerpo y vio el cuerpo inmóvil de su atacante a sus pies con una leve respiración que indicaba que aún estaba vivo. Reviso la estancia con su mirada y fue entonces que no vio a Fatima en la cama por lo que inmediatamente se dirigió a su atacante para encontrar respuestas. Le retiró una pequeña mascara que llevaba puesta y entonces vio a Fatima detrás de la misma.

      • Fatima, ¿porque? – preguntó Ryland –
      • Te vi llegar a Alandaen y vislumbre brillantes armaduras bajo telas baratas, por lo que te seguí… con la idea… de robarte… – respondió Fatima entre diversas pausas a causa de la falta de aire en sus pulmones heridos –
      • Entonces, ¿todo eso del tabernero era para conseguir que viniera contigo a este lugar? – preguntó Ryland –
      • Sí. Yo fui a … a sonsacar información al tabernero y así te encontré en el templo. – respondió Fatima –
      • .. ¿y el hombre que me seguía en el templo? – volvió a preguntar Ryland –
      • Me seguía a mi… era un miembro de la guardia Nivrim de la ciudad… – respondió Fatima cerrando los ojos–

      En el momento que iba a preguntar más, notó como el espíritu de Fatima abandonaba el cuerpo y éste perdía todo el calor que había tenido en su momento… la puerta de la estancia se abrió de par en par y varios hombres entraron junto con la señora que hacía breves momentos les había abierto la puerta. Ryland, con la bendición de Eralie en su cuerpo, cruzó varios golpes de espada con los maleantes y gracias a su pericia con la espada, primero uno y después el otro cayeron bajo el filo de su mellada espada. La mujer, viendo el panorama corrió hacia la calle huyendo de la casa, Ryland lanzó una última mirada a Fatima, una bella joven que hubiera podido tener lo que quisiese dado su gran belleza. Recogió sus cosas y se dirigió hacia la taberna donde había alquilado la habitación, una vez allí, pudo hablar con el tabernero que le explicó cómo le habían engañado para dar información sobre su paradero y había dado parte a la guardia Nivrim al poco de irse la muchacha. El tabernero le explicó que, en los últimos meses, muchos extranjeros habían sido víctimas de robos o asesinatos por parte de un grupo de ladrones. Lo poco que se sabía de este grupo, es que todos debían ser mujeres y que su modus operanti era que estas engañaban a sus víctimas y después de tener sexo con ellas, morían envenenados y éstas aprovechaban para robarles todo lo que tuvieran consigo en ese momento. Por lo visto, las mujeres de esta banda organizada, provenían de una extraña región y todas ellas, tenían la capacidad de envenenar a sus victima con una enzima que segregaba su cuerpo, por lo que al tener sexo con ellas o simplemente besarse en algunos casos extremos, la enzima entraba en contacto con el hombre y éste moría al cabo de unos minutos.

      Ryland, muy cansado, subió a su habitación y una vez cerró bien puertas y ventanas, se acostó en su cama con su espada bajo la almohada. Esa noche debía descansar para salir mañana hacia el norte. Durante la noche, los sueños con Fatima se repitieron una y otra vez y entre ellos, siempre había una imagen de un camino con la tierra de color roja. Al despertar a la mañana siguiente, mientras recuperaba fuerzas en la taberna con un buen estofado, le vino a la cabeza otra vez el camino rojo, que significaba ni porque lo soñaba era una incertidumbre en Ryland, el cual, después de terminar su desayuno, pago al tabernero y con su caballo bien descansado, se encaminó hacia las puertas de Anduar en dirección al norte para llegar en pocos días al pequeño poblado de Eloras. Al poco de salir de Anduar, empezó a llover con cierta fuerza, por lo que Ryland, a ver un cartel de una taberna muy cerca de él, decidió ir hacía allí para resguardarse de la misma. Al llegar a la taberna, vio que era una posada bastante grande y una vez atado el caballo en los establos a cubierto, entro en la taberna dispuesto a pasar desapercibido.

      La posada estaba a rebosar de gente de todas las razas y religiones, por lo que, las miradas entre unos y otros pasaban muy desapercibidas para no provocar ningún altercado. Ryland se acercó a la barra y pidió una cerveza. Mientras esperaba, poco a poco, fue recorriendo con la mirada todo el comedor en busca de posibles amenazas. En una mesa cercana había un feo y maloliente orco jugando al mystic con un goblin y lo que parecía un orgo. Los orgos eran muy difícil de ver lejos de su reino, era por ello, que a Ryland le costó identificar claramente el tercer jugador. Parecía que la partida estaba muy interesante ya que el orco parecía estar perdiendo y estaba cada vez más y más calentito…

      • Grgrgr … Maldita rata de cloaca! – gritó el orco –
      • Muhahaha tranquilo Workragh – dijo el goblin –
      • Wogghul eres un cerdo, me estás haciendo trampas y me estoy empezando a enfadar… – dijo el orco llamado Workragh –
      • Amigo… yo nunca haría trampas… solo soy un simple ladrón con buena suerte – dijo Wogghul sonriendo –
      • Wogghul que es esa carta que sobresale de tu guante? – dijo el orgo levantándose de golpe a la vez que le señalaba el brazo izquierdo –
      • ¿Cómo dices Rijja? ¿Qué dices que? – se levantó también Workragh –
      • Mmm nada, nada… es una nota con pedidos pendientes de entregar… – dijo Wogghul intentando disimular –
      • ¿Una nota? ¡Por la cimitarra del Balrog, eso es una carta de mystic! – dijo Workragh –
      • Sí. Parece la carta de Palantir, el poderoso caballero blanco. – dijo Rijja–
      • ¡Tramposo! – gritó el orco –
      • No, a ver, amigos… es un malentendido… – dijo Wogghul mientras se levantaba de la mesa –
      • Por la arena roja de Ar’Kaindia, ¡devuélvenos todo el dinero que nos has ganado en la anterior partida o toda la ira de Velian caerá sobre tu diminuta cabeza! – maldijo Rijja –

      Ryland escuchó esas palabras y resto atentó a ese enorme orgo que maldecía al pequeño goblin. Wogghul lanzó una pequeña bomba de humo al suelo y de un rápido movimiento desapareció de la taberna dejando a Workragh y Rijja con un palmo de narices. Los dos grandes seres, estuvieron buscando debajo las mesas durante unos instantes, pero se dieron por vencidos casi al instante. Wogghul se había esfumado de la taberna sin dejar rastro y seguramente ya estaría a cientos de metros de allí.

      El orco muy enfadado, lanzó un enorme grito al aire y entre gruñidos abandonó la posada dejando a Rijja sólo en la mesa. Ryland, sabedor que quizá sería su única oportunidad, intento camuflar lo máximo su vestimenta y se acercó al orgo con sumo cuidado por no generar ningún problema.

      • ¡Saludos! – dijo Ryland –
      • Debes ser muy estúpido para presentarse así ante mi… o eres un tonto o alguien con muchas pelotas… ¿Qué eres? – dijo Rijja mirando de reojo a Ryland –
      • Soy un simple viajero de los reinos, que busca nuevos lugares que descubrir y durante su discusión con esos otros seres, le he escuchado decir algo de tierra roja… – dijo Ryland –
      • Sí, igual de roja que te quedara la cara como no te vayas pronto… me estás empezando a molestar. – contestó Rijja–
      • Sólo una cosa más, por favor, ¿esa tierra roja … existe o es sólo una maldición? – preguntó Ryland –
      • ¿Claro que existe… ahora tengo claro que eres estúpido… crees que me invento cosas? Mi hogar es Ar’Kaindia, tierra que domina el basto desierto de Sharframna y Merok-Gaddor y muy cerca de la gran meseta de Ferrian, donde se sitúa mi hogar. Cerca están los famosos Riscos del Ocaso… – contestó Rijja levantándose de la silla con cierto aire de ser superior al resto –
      • El camino de tierra roja siempre ha guiado los pasos de los orgos, ya sea hacia el desierto o para cruzar los riscos hacia Golthur…
      • ¿Me habla del reino de Golthur Orod?… – siguió Ryland –
      • ¡Basta! – gritó Rijja a la vez que tiró a Ryland al suelo de un solo empujón –
      • No quiero tener que matarte, pero como no te vayas… -exclamó Rijja mientras mantenía un brazo en alto como amenaza –
      • Nada … nada… sólo era curiosidad… – dijo Ryland con voz temblorosa para disimular un poco sobre su insisténcia y tapándose con su túnica para no mostrar su armadura –
      • Más vale que te vayas y me dejes en paz viejo o seré lo último que veas en vida… – amenazó Rijja llevando su mano a su maza –
      • No, no, ya me voy y perdone las molestias … – dijo Ryland levantándose, mientras que, haciéndose el cojo, se alejaba lentamente –

      Ryland, que en otro momento le hubiera dado metal a ese orgo, estaba expectante por esa nueva noticia que había escuchado. Quizá, a través de sus sueños, alguien le estaba guiando en su camino al Lago de Cristal, así que, decidido y convencido de este hecho, salió de la taberna y pasando bajo la intensa lluvia, cogió su caballo y volvió sobre sus pasos hacia la ciudad de Anduar ya que, desde ese mismo instante, tenía intención de ir al norte por el vasto y desconocido desierto de Sharframna por lo que tendría que ir un poco más al oeste.

      Tenía intención de atravesar el gran mar de arena en busca de los Riscos del Ocaso y una vez en los riscos, seguir el camino rojo hacía… no sabía muy bien donde le llevaría ese camino, pero sabía que debía encontrarlo.

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