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Sus ojos se abrían bajo las profundidades, la sangre con la que había sido creado le permitía moverse y respirar bajo el agua sin problemas. Todos sus planes habían sido frustrados, no sabía nada de los que habían jurado obedecerle, había decidido dedicar el resto de lo que quedara de su vida bajo las oscuras aguas de lo que llamaban Mar de Loereth. Allí cazaba peces y pequeños mamíferos y reptiles, dormía en los recovecos que la costa podía proporcionar, descansaba y meditaba cada vez menos a menudo, todos sus instintos primarios habían vuelto a florecer, pero sobre todo había conseguido obtener esa paz y tranquilidad en su interior que tras tanto sacrificio y esfuerzo nunca había conseguido obtener en la superficie.
Perdió la noción del tiempo por completo, ¿días, meses, años? Los confundía en su cabeza, comía cuando lo necesitaba, dormía cuando se encontraba seguro, la oscuridad lo envolvía sin descanso y en ella se sentía seguro, o al menos eso creía. La superficie terrestre era hostil, las diferentes razas con raciocinio pelean entre ellas, algunas intentando imponer sus ideales frente a los de los demás, otras por el simple placer de ver correr la sangre y una inmensa mayoría por dinero. Las aguas oceánicas, aunque más extensas, no son diferentes a lo antes narrado. Aunque hay multitud de guerras, las más conocidas son las provocadas entre sajuaguines y tritones. Las aguas no están exentas de rumores y había habladurías de donde se escondía el gran ‘cocodrilo’, fueron los sajuaguines los que se adelantaron, mandaron unas avanzadillas en su búsqueda y tras perder a algunos miembros consiguieron atraparlo.
El idioma que hablaban estos seres no era desconocido para la criatura pues paradójicamente había aprendido a hablarlo en la superficie de la isla de Naggrung. Conocía sus planes, pues era usarlo en primera línea de batalla contra los tritones aunque él no pensaba luchar y escapar en el primer momento que pudiera. No sabía que no iba a poder tomar ninguna decisión, a su llegada a la ciudad submarina fue encarcelado, engrilletado y su boca amordazada, fue entonces cuando comenzó a escuchar su voz dentro de su cabeza, una y otra y otra vez. Su mente y cuerpo fueron debilitándose y entonces un ornamentado y azulino amuleto fue colgado en su pecho. Sus pensamientos se detuvieron al momento y desde entonces camina en una oscuridad completa buscando alguna posible salida de aquella prisión mental.
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