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    • Rijja
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      Historias tabernarias de un Viejo Cazarrecompensas I.

       

       

      La primera vez que vi a Nebelin D’jar fue, al igual que la última, en la Taberna Ar’Kaindiana “La Duna Dorada” mientras degustaba un enorme vaso de numilha.

      Cuando este arribó por primera vez a Ar’Kaindia, en sus años mozos, se trataba de un apuesto humano, proveniente del Reino de Tilva, y ya entonces se ganaba la vida cazando a multitud de los animales exóticos que pueblan los vastos desiertos de Al’Qualanda. Este hecho se hacía patente y fácilmente deducible debido a que su musculosa, pero atlética, complexión había sido rubricada con infinidad de cicatrices y diversas marcas de zarpazos, mordiscos y hendiduras provenientes de las bestias a las que ya había dado caza. Todo un superviviente a las inclemencias y hastíos que ofrece el desierto a los que osen adentrarse en él.

      Después de un par de décadas ofreciendo, y ejecutando diestramente, sus servicios para el pueblo Ar’Kaindiano, Nebelin se hizo un hueco en la sociedad del pueblo Orgo, el cual le otorgó confianza y respeto su figura y, con el paso de los años y el irremediable envejecimiento y, claro está, el enriquecimiento por los trabajos realizados, se había vuelto algo más perezoso que de costumbre y frecuentaba impertérritamente la taberna de la ciudad, en la que se entretenía con su regente, su viejo amigo Hyphon, el tabernero.

      Aquella primera vez que oí las palabras de dicho cazarrecompensas, mientras yo degustaba unos dátiles y un pequeño vaso de numilha, le escuché hablar sobre una de sus particulares aventuras de caza. En esa ocasión, la conversación refería a un encargo que le habían hecho, un viejo orgo adinerado de la ciudad, que no trataba ni más ni menos que la obtención de una escama plateada procedente de un lagarto ígneo gigante.

      Como el nombre de la criatura denota, esta es una bestia temible y, para la mayor parte de la población Ar’Kaindiana, conocida. El Lagarto Ígneo, en particular los ejemplares más grandes, suele hacer de las oquedades cavernosas de los Riscos del Ocaso su cubil particular. Son criaturas de enorme tamaño y un temible aliento, particular mente para los usuarios de la magia arcana, ya que este poder innato del lagarto es capaz de reducir drásticamente, si no eliminar, sus conjuros defensivos. Más de un hechicero inexperto ha perecido bajo las fauces de estos seres por ese motivo.

      Como imagino podréis suponer, Nebelin consiguió aquella preciada escama plateada y cobro su correspondiente recompensa; al menos, así lo relató él mismo.

      Bien, debo decir que disfruté en demasía con la narrativa historia con la que Nebelin deleitó a la todos los que en la taberna nos encontrábamos aquel día y gracias a este hecho, aún sin ser usuario habitual de las bebidas alcohólicas típicas en las tabernas, me aficioné a frecuentar dicho establecimiento en pos de oír cualquier tipo de historia que aquel cazarrecompensas pudiera ofrecerme, tanto es así que, eventualmente, generamos cierto tipo de amistad.

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