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    • dgferrin
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      Rubitz

      Capítulo 8: Parece que hoy no habrá hueso…

       

      Una gran cantidad de polvo emana de una de las galerías de la ciudad de Ancarak. Cualquiera que pasara por allí, diría que los mineros se han vuelto a confundir y están picando en el lugar equivocado otra vez. Las sospechas del suceso se disipan cuando un pequeño kobold sale de entre la cortina de polvo sacudiéndose los atuendos que albergan más tierra que las uñas de un Gnoll.

      Hocico chato, corpulento y esa característica marca en el tobillo de la que emana un tenue color azul similar al de las aguamarinas, oculta entre su pelaje haciendo que sea difícil apreciarla.

      Al salir se mira las uñas que están llenas de porquería tanto en las patas como en las manos, se sacude como puede exhausto y mira resignado hacia el sur. No es una dirección al azar, allí se encontraba la taberna que regenta ese kobold arrugado de prominente papada.

      Sin duda se trata de Rubitz, tiene hambre y no ha logrado encontrar lo que buscaba mientras levantaba la tierra del lugar cavando sin cesar, en busca de algún hueso de los que abundan en la ciudad.

      A medida que sus pasos le llevan hacia la taberna, se observa una pota de bronce. El fuego calienta el agua del potaje que burbujea al entrar en ebullición. Cabezas de ratas, murciélagos y algunos huesos, emanan del fondo mientras Shizay remueve el contenido con una cuchara de madera, la cual agarra con las dos manos de manera firme subido a un taburete destartalado.

      El olor es tan intenso que nada más llegar, Rubitz se sienta en una de las mesas, saca un pequeño saquito de monedas que deja caer encima y con un fuerte golpe hace retumbar toda la caverna.

      —¡Dame de comer esa bazofia que tienes ahí!—Exclama Rubitz con cara famélica, mientras los ojos casi se le salen de las cuencas y el hocico comienza a engruñírsele.

      —Hoy me he levantado y he dicho, voy a hacer algo especial, cuando la pruebes no la llamarás bazofia, pero eso no pasará hasta dentro de 15 minutos, la carne de rata tarda en cocerse y no quiero que después la gente diga que sirvo comida para perros…

      —En realidad si sirves comida para perros…—Comenta el hambriento kobold con sarcasmo.

      —Veo que el hambre no te ha sacado el sentido del humor. No suelo hacerlo pero te pondré una tapa mientras termina ésto de cocerse.—Shizay saca un sucio plato de madera, sirve lo que parece ser el mismísimo guano que se encuentra en los nidos de murciélagos de la zona en él y lo desliza por la mesa hasta llegar hacia Rubitz.

      Sin pensarlo dos veces, el hambriento kobold se lanza por el plato comiendo como el verdadero animal que es.

      —¡Tráeme una cerveza si no quieres que me muera disecado!—Exclama Rubitz mientras golpea la mesa con su puño.

      Shizay se acerca a la mesa con intención de servir su mejor cerveza de contrabando, pero la flatulencia que su comensal acaba de expulsar le hace retroceder inevitablemente para echarse la mano al hocico.

      —Sólo recuerdo a alguien capaz de emanar semejante hedor, un viejo kobold que no se deja mucho ver por aquí, siempre contando batallitas de sus viajes al más allá.

      Las orejas de Rubitz se ponen puntiagudas apuntando hacia el tabernero para escucharle con total atención.

      —Interesante… ¿y que batallitas eran esas? Si se puede saber…

      —Pues la última vez me dijo que había estado en «nosequé» de la llanura, no me hagas mucho caso, entiendo más bien poco de esos temas, aunque me pareció curioso pues hablaba de un paraje infinito.—Comenta Shizay mientras se ríe a carcajadas.—Ningún lugar es infinito.—Continua riéndose.

      —¿Y que vio allí?

      —Espíritus, muchos espíritus atormentados, como si estuvieran encarcelados, cumpliendo algún castigo.

      Shizay sigue removiendo el potaje con su cucharón de madera.

      —Uuummh, ¡Esto ya está!— El tabernero, que finalmente ha terminado de preparar su exquisito manjar, observa que su único cliente ha salido pitando de su negocio, mirando con resignación desde la entrada mientras ve cómo se aleja corriendo por patas.

      Hurfkit, que no esperaba visitas hasta el día siguiente, se ve forzado a dejar pasar a Rubitz, que sudoroso y agitado, pide a su maestro que le enseñe más acerca de los demás planos existentes.

      —Calma pequeño kobold, antes de que nos adentremos en esos parajes, tienes que aprender algo sobre los espíritus, como dominar las almas, incluso aprenderás a invocarlas para que te protejan. Cuando logres conseguirlo, te prometo que te contaré todo lo que sé sobre lo que me has pedido. Ahora toma asiento o mejor aún, ayúdame a terminar la comida, hoy me han traído unos riquísimos coditos de elfo, a ver cuando mi alumno me sorprende alguna vez con un obsequio así, ¡ejem, ejem!

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