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    • dgferrin
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      Rubitz.

      Capítulo 5: Una extraña marca.

       

      Como cada día, Rubitz se dirige a la despensa, allí, entre cacerolas y demás cachivaches a los que casi nunca ha dado uso, guardaba la pócima que cada mañana debía mezclar con el almuerzo y dar a su madre.

      La intensa humedad en el ambiente provocó que inevitablemente una de las puertas de la alacena se le quedase colgando en la mano, por si fuera poco, ya no quedaba nada en el frasco que Hurfkit le había preparado, por lo que era hora de ir a hacerle una visita y de paso alguna que otra compra.

      —¿Que te trae por aquí pequeño?

      Rubitz mete la mano en su bolsillo y saca un frasco que inmediatamente su mentor reconoce.

      —Bien, pues tendrás que conseguirme algunas plantas que necesito para prepararte eso, ahí tienes pluma y papel, anótalo porque no quiero que haya confusiones.

      El aprendiz se dirige al escritorio y escucha atentamente a su maestro.

      —Cuatro o cinco hongos Akrar, dos Muérdagos y un Gefnul, si vas a la choza de ese goblin maloliente al norte de la ciudad de Golthur, podrás conseguir el Muérdago y el Akrar, el Gefnul si que será más complicado.

      —¿Y como puedo conseguirlo por esta zona?—Pregunta Rubitz con cara de circunstancia.

      —Por el sendero que comienza al norte del Bosque Baldío, que se extiende hasta el bosque de Tauburz, pero ojo, no te adentres en ese bosque, ten cuidado pues es un camino peligroso, ahora sería un buen momento para que te sirvieses de Toquul, el ancestro Incursor, él te protegerá.

      —Si pero no me has dicho cómo reconoceré la planta…

      —Muy fácil, por el camino habitan unas criaturas que no pertenecen al mundo de los vivos pero tampoco al de los muertos, no se porqué pero acostumbran a llevar varias de esas plantas cargando, ¿cómo conseguirlas?, ese será tu reto de hoy.

      Sin titubear, Rubitz se dispone a emprender el viaje, pero antes de abandonar la guarida, el bastón de Hurfkit se interpone entre él y la salida.

      —¡Un momento, falta algo muy importante que no te he dicho, devuélveme mi pluma! Es un objeto que conservaron mis antepasados y le tengo mucho aprecio.

      Tras entregársela, parte hacia la choza del goblin en busca del encargo.

      Una hora más tarde…

      Rubitz llega al Bosque Baldío, en busca de la choza, siguiendo las instrucciones que le habían dado.

      Allí encuentra una construcción de madera podrida, plagada de plantas que desprenden un hedor nauseabundo. La puerta cuelga sobre 1 bisagra y no existe certeza de que pueda volver a cerrarse una vez abierta.

      Aún así, con mucho cuidado de no romperla, la desplaza hacia afuera y se adentra en la cabaña.

      En el mostrador no se ve a nadie, sin embargo se escuchan ruidos como si alguien estuviese buscando algo.

      En efecto detrás del mostrador estaba Gorgiz, el dueño del pequeño negocio, rodeado de mosquitos y plantas que apenas dejaban entrever al pequeño goblin.

      —¡Me encantan, me encantan! Este año la recolección de Alhovas ha sido todo un éxito, ¡la verdad es que me encanta su tacto! —Exclama Gorgiz mientras da una calada a su pipa, expulsando una considerable cantidad de humo.

      —En realidad vengo por otra cosa…

      —¡No será que quieres venir a robarme, largo de aquí pequeña criatura peluda!

      —Calma, calma, vengo a comprar, ¿ves?—Rubitz saca un pequeño saquito con monedas dentro y lo agita haciéndolas sonar.

      —Necesito… Muérdago y Akrar, porque… ¿Por casualidad Gefnul no tendrás verdad?

      —Esa última no acostumbro a cultivarla por aquí, me trae demasiados problemas hacerlo la verdad, si sigues el sendero norte, sabrás de que te hablo.

      —Está bien me llevo estas dos.—el kobold paga al pequeño goblin y abandona la cabaña para proseguir su viaje.

      Rubitz toma el camino del norte pero se para en busca de un lugar tranquilo donde poder realizar un ritual, no ha olvidado las palabras de su mentor y se prepara para realizar una invocación, en un lugar apartado cerca de las ruinas de Degbah.

      Tras la llamada, Toquul, el ancestro Incursor se hace presente en el plano material, a la espera de las órdenes de su amo.

      Con sumo cuidado se dirigen hacia el bosque de Tauburz, por la senda del septentrión.

      Antes de llegar al bosque, de entre las hojas de Baazul que predominan en la zona, se alza un cadáver cuya carne está hediondamente putrefacta, el olor es nauseabundo y entre sus pertrechos, esgrime una cadena metálica con el fin de sodomizar a sus enemigos.

      Antes de que el asombro del pequeño kobold se hiciera patente en su rostro, Toquul se interpone entre el putrefacto ser desgarrándole con sus afiladas garras, al verse amenazado por la criatura.

      La brutalidad del siervo de Rubitz es tal que la víctima se desploma en pocos segundos, pero algo no va todo lo bien que se podía esperar y en un último momento, el cadáver logra enrollar la cadena en el tobillo derecho del kobold, lacerándole y desgarrando un trozo de piel.

      Por suerte todo ha quedado en un susto y un buen rasguño.

      Antes de proseguir, Rubitz observa la típica bolsita que se emplea para guardar plantas y otros objetos de pequeño tamaño. Hurgando entre los harapos del putrefacto ser encuentra varias plantas que coinciden con la descripción que su maestro le había dado.

      Sin demora, da media vuelta y se dirige de nuevo a ver a Hurfkit con todos los materiales.

      —¡Que pronto habéis llegado! Un momento… déjame ver ese tobillo…

      —¿Desde cuando tienes esta marca?

      —¡Ah!—Exclama Rubitz—Es una marca de nacimiento, la verdad es que nunca la había visto tan clara pues lleva oculta entre el pelaje desde que tengo memoria.

      Hurfkit había visto al pequeño kobold nada más nacer y se da cuenta rápidamente de que no se trata de una marca de nacimiento. Inmediatamente se dirige a una estantería plagada de libros y comienza a sacarlos todos.

      —¿Que busca maestro? —Pregunta con curiosidad Rubitz.

      —Nada, nada… —El viejo chamán se dirige hacia su alumno y le pide la bolsita con las plantas.

      —Estaba…, estaba…, en realidad estaba buscando un libro que necesito para esa poción de tu madre, pero no te preocupes, tu déjame aquí lo que has traído y vuelve dentro de unas horas.

      Mientras Rubitz abandona la estancia, su maestro le mira con cara de preocupación y rápidamente vuelve a rebuscar entre sus libros…

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