Inicio Foros Historias y gestas Bajo el puente del Iaurduin

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    • Zakamwel
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      Zakamwel estaba en la plaza mayor de Anduar, conversando con unos y con otros una noche del inicio del mes de Ledan, en el que las dos lunas, Argan y Belian, estaban menguantes. Su rostro denotaba cansancio debido a los trabajos que había realizado con anterioridad, y además, el hecho de ser noble en la ciudad y que mucha gente desconocida se acercara a saludarle le agotaba mentálmente.

      Todo eran conversaciones vanales, que si está haciendo mucho frío estos días, que en casa con la chimenea no tenemos problemas porque mi hijo es leñador y nos trae buena leña del bosque de Naduk, un hombre enano que fanfarroneaba sobre lo impresionantes que son las minas de Kheleb Dum, una mujer humana que le estaba contando a su marido que el puente sobre el río Iaurduin es precioso por debajo, una mujer gnoma que retaba al que se atreviera a jugar una partida de Mystic contra ella, un niño lagarto que se acercó para que le firmara en un pergamino con la pluma, etc.

      Entre tanta conversación y tanto trajín de gente, vió a una mujer anciana humana, sentada en una silla y con varios instrumentos en el regazo, se acercó a la zona donde ella estaba. Cuando se acercó, ella vió en su cara su cansancio, y decidió cantarle una canción. Ese momento era el ideal para sentarse un rato en el suelo y relajar un poco la mente, un descanso no le viene mal a nadie, y si encima era escuchando música en directo, todavía mejor.

      Tanto se relajó, que en cuanto la barda acabó de cantar su canción, y después de dedicarle una grata sonrisa y unas palabras de agradecimiento, recuperado ya de su cansancio, empezaron a venirle a la cabeza imágenes de aventuras pasadas, peleas contradiferentes tipos de criaturas que había vivido, y empezó a acordarse de algunos trucos que había dejado de utilizar desde su último paso por el limbo. Cuando volvió a ser consciente de la realidad, llevaba ya bastante tiempo dentro del trance, y nadie le estaba haciendo caso, incluso la barda ahora callada se había puesto a pensar en sus propios asuntos, sin embargo, se sentía más habilidoso que antes.

      Se levantó, la barda giró la cabeza hacia él y lo vió tan descansado y firme que le aplaudió, él dió un salto de alegría para demostrar que había alcanzado un estado de forma maravilloso. Se reajustó sus vestiduras con toda la dignidad de la que fue capaz y asió sus cosas para irse, pero… ¿a dónde? ¿Qué podía hacer esa noche? Había dormido durante el día ya que las jornadas anteriores habían sido muy duras así que el sueño no le rondaba. Se acordó entonces de las vanales conversaciones que había escuchado antes. La plaza estaba abarrotada de gente, a pesar de la hora que era, así que descartó la idea de buscar a la pequeña gnoma para retarla a una partida de Mystic, Kheleb Dum quedaba un poco lejos para emprender ahora semejante camino sólo para ver las minas, ya haría ese viaje otro día, así que le quedaba la opción de ver el puente del Iaurduin por debajo. Había pasado tantas veces por encima cuando visitaba la gran ciudad de Takome, que no había pensado nunca que pudiera ser tan espectacular por debajo como la mujer decía.

      • Podría ser una fanfarronada de una ciudadana de Takome, que piensa que lo suyo es lo mejor indiferentemente de si es o no la realidad- pensó. Pero la verdad es que no tenía nada mejor que hacer, así que se dirigió hacia allí, intentando pasar desapercibido por el camino, para no encontrarse problemas. Esos senderos están muy transitados a todas las horas del día y nunca sabes quién te puede atracar, incluso conociendo desde dentro el oficio del robo. fue atravesando los diferentes caminos que se dirigen hacia Takome, siempre ocultándose detrás de los árboles o de los recodos que serpentean para no ser descubierto.

      Nada más llegar contempló el puente desde arriba. Nunca se había parado a mirarlo con ojo crítico si no era por su faceta práctica, permitía el paso sobre el río de una forma segura y sin mojarse los pies. Era todo lo que le había importado hasta ese momento, pero descubrió que además de eso, el puente era bello, aunque dudaba mucho que fuera igual de bello por las caras visibles, la de arriba y las de los lados, como por la cara de abajo, que es la cara que no está construída para exponerse, si no para sujetar con presteza la estructura.

      Analizada y redescubierta la belleza del puente, se puso a buscar un camino por el que descender, y encontró una pequeña senda entre matorrales que alguien ya había preparado por el lado oeste. Descendió la senda y observó el puente desde el lateral. Se imaginó que no vería mucho, estaba muy oscuro por debajo, sin embargo, no sería prudente invocar un hechizo de luz en ese momento, no sabía lo que se iba a encontrar y si lo hacía llamaría la atención de cualquier ser vivo en varios metros a la redonda. Pensó que sería un riesgo importante exponerse demasiado y optó por invocar otro hechizo diferente, un hechizo llamado espejismo que había aprendido bastante tiempo atrás y que le era muy útil para evitar posibles imprevistos.

      Se concentró, pronunció la salmodia correspondiente: «Sancti numbro duplis», y siete imágenes idénticas a él aparecieron a su alrededor. Preparó su puñal y su daga en las manos, por lo que pudiera pasar, y avanzó despacio hacia debajo del puente, mirando hacia todos los lados.

      De repente, al introducirse en la zona más profunda del puente, una zona con un olor muy desagradable, notó como algo contundente caía sobre una de sus imágenes mágicas, haciéndola desaparecer, y se puso en guardia. Acuchilló con el puñal primero, hacia la zona de donde intuía que había venido el golpe, y alcanzó carne. Detrás del puñal fue la daga que también consiguió alcanzar carne. Un ruido de dolor provino de allí, pero no supo identificar de qué tipo de criatura se trataba, aunque pudo intuir un gran tamaño, por el punto del que provenía el sonido.

      Tras un pequeño rato de pelea contra lo que fuera que había allí, otro duro golpe destruyó la imagen mágica que se encontraba justo a su lado. Suspiró aliviado:

      • Uf, por los pelos- Y con toda la rabia que fue capaz de desencadenar, volvió a acuchillar con ambas armas, fallando uno de los cortes y acertando el siguiente de refilón, pero seguía sin saber contra quién o contra qué estaba luchando, esa sensación le hacía sentirse en parte indefenso.

      Se hizo unos pasos hacia atrás y empezó a invocar el hechizo de luz que rato antes había descartado, si quería saber contra qué se enfrentaba iba a ser necesario verlo, aunque eso conllevara exponerse.

      Al acabar, el haz de luz se hizo presente sobre su pin, y quedó impresionado. La criatura era un enorme y delgado troll, con tres dedos en cada pie, las manos rematadas en garras y un palo a la espalda, el cual había avanzado suficiente hasta él, y a quien no sorprendió la repentina aparición de la luz, por lo que aprovechó el momento para asestar otro golpetón a Zakamwel en la cabeza.

      Durante buen rato estuvieron ambos intercambiándose cuchilladas por golpes, y bailando hacia alante y hacia atrás para tratar de esquivar los golpes del rival. El troll era más grande y fuerte, pero Zakamwel era más ágil y escurridizo, así que no recibió tanto daño, daño que sí repercutió en las imágenes mágicas, que una a una fueron desapareciendo todas, sucumbiendo a los fuertes envites del troll.

      Finálmente, con ambos contrincantes fatigados, pero con Zakamwel en clara posición favorable, el troll viéndose acorralado, y después de todas las heridas que había recibido, decidió acabar con su propio sufrimiento, cogió el palo de su espalda y se lo tragó, quedando así inconsciente, momento que aprovechó Zakamwel para clavar por última vez el puñal en la carne del troll, y arrebatarle por fin la vida.

      El semielfo echó un vistazo a todo su alrededor, aprovechando el foco de luz que surgía de su pin, vió que no había ningún otro ser vivo grande alrededor, se tapó la nariz para evitar el hedor y pensar con claridad, y por fin pudo observar el puente por debajo. Era bonito, tenía unos adornos de piedra muy bien ornamentados y unas finas vigas que hacían que el conjunto tuviera una gran presencia. Sin embargo su parte práctica enseguida se puso a pensar, debido a sus aficiones, qué podría aprovecharse del cuerpo de un troll y bajó la mirada al suelo, donde este yacía muerto.

      Abrió su mochila y metió la mano dentro, cuando la sacó llevaba un cuchillo afilado con una funda de cuero. Retiró la funda y dejó ver una hoja metálica con un buen filo. Despojó el cadáver del troll de las pocas prendas que lo tapaban, hizo un corte en el vientre y abrió el cadáver, la intuición y la experiencia con otras criaturas le llevó a hurgar y consiguió extraer de él un largo y maloliente intestino. Continuó despellejando al trol y obtuvo un excelente pellejo. No se le ocurría cómo podía hacer para aprovechar otras partes del cuerpo sin dañarlas, intentó hurgar más pero salía mucha sangre e iba un poco a ciegas, por lo que decidió después de pensarlo que ya estaba bien por hoy. Conjuró un hechizo de limpiar para quitar del medio el charco de sangre con todas las vísceras que quedaban y continúo explorando el puente desde todos los ángulos.

      Investigando la zona, encontró una caja llena de basura. Su astucia como ladrón le llevó a pensar que ese podía ser un buen sitio donde almacenar cosas sin que nadie fuera a rebuscarlas allí, así que se puso a rebuscar dentro de la caja. Debajo de trozos descompuestos de carne, raspas de pescado, excrementos y otro sinfín de nauseabundas sustancias, encontró lo que buscaba, una bolsa con un puñado de platinos y un pergamino que contenía un hechizo. Desplegó el pergamino con rapidez y vió que se trataba de un hechizo que ya conocía. Guardó el dinero, se ató el pergamino a la cintura y con sumo cuidado emprendió el viaje de regreso a la ciudad de Anduar.

      Cuando llegó a la plaza mayor, el número de gente había disminuído, estaba a punto de amanecer, sin embargo, la barda que le había cantado todavía estaba allí, la vió afinando un tambor que tenía en las manos, se acercó y le preguntó si quería el pergamino del hechizo dormir que había encontrado, como compensación por su buena actuación, pero ella estaba ensimismada en el arduo proceso de afinar el instrumento, y no le hizo caso, así que decidió que era la hora de irse.

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