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  • Rijja
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    Grimorium Al’jhtar. (21) Experimento exitoso III

     

     

    Durante la última década, varios de los experimentos mágicos que se realizaban en la Torre de Cuarzo y Obsidiana habían estado completamente enfocados en la contención y manejo de los vientos mágicos y se habían centrado en su contención y moldeado. Todos ellos avanzaron sobremanera cuando fue descubierto, de manera espontánea y casual, un antiguo diario que presumiblemente pertenecía al Mago Rúnico conocido por el nombre de Theldaum. Gracias a estos párrafos se consiguieron descifrar parte de algunos epigramas que se encontraban en las vetustas torres, ahora en ruinas, que habían dado cobijo a ciertas generaciones de Hechiceros de la Congregación Rúnica, revelando algunos poderes y capacidades de un alfabeto rúnico que había sido relegado al olvido.

    Siguiendo dichas directrices y conocimiento perdido, los heterogéneos individuos que se encontraban bajo el mando de la Familia Al’jhtar habían llegado casi a la culminación del ensayo que llevaban entre manos en estos momentos.

    Volviendo a la escena que nos atañe…

    El Alto Teócrata, que ahora se encontraba en uno de los vértices del extraño sello mágico que rodeaba al enorme pedazo de Éter cristalizado, comenzó a farfullar un antiguo y poderoso hechizo a la vez que el resto de integrantes de aquel extraño experimento se situaba en las posiciones adecuadas para continuar con este.

    Al unísono, tanto el Éter cristalizado como el sello mágico que lo bordeaba, empezaron a iluminarse de manera tenue, pero constante, a la vez que emanaban poderosos y crepitantes destellos que inundaban toda el área del laboratorio.

    En ese momento, previamente terminada su tarea, un tarasí de los que allí se encontraban envolvió el Éter cristalizado con la extraña malla formada por los aros vidriosos que se encontraban unidos por finos hilos de plata y, una vez se ajustó perfectamente aquella extraña red a la superficie del cristal, los alquimistas volcaron el contenido del matraz completamente sobre el ámbito de aquel cristal purpúreo. El Éter comenzó a brillar con una fuerza desmesurada.

    Las voces de los 6 individuos que rodeaban el cristal, incluyendo a Rijja Al’jhtar, se elevaron acompasadamente hasta producir un eco ensordecedor en la sala, el cual la hacía retumbar debido a la poderosa magia del cántico.

    El viejo Drow y el Gnomo que allí se encontraban se miraron y asintieron con disimulo a la vez que, súbitamente, espolvorearon a su compañero Djinn con unas extrañas partículas de tonalidad cyan, el cual quedó atónito y completamente paralizado de cuello para abajo.

     

    • ¿Qué pretendéis?¡– Dijo el Djinn con un exacerbado tono de angustia y terror.

     

    Sin dar respuesta alguna, el resto de integrantes del grupo comenzaron a formular unánimemente un mismo conjuro.

    «Plaunum Demigrum»

    Rijja
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    Grimorium Al’jhtar. (20) Experimento exitoso II

     

     

    La escena que observó Rijja nada más entrar en el Laboratorio de experimentación fue, cuanto menos, desconcertante.

    La sala se encontraba repleta de numerosos orgos, cada uno ocupado en sus quehaceres, diseminados por toda el área. Dos hechiceros, de aspecto exhausto, se encontraban imbuyendo unos orbes con multitud de energía elemental la cual parecía bastante inestable. Cerca, apoyados sobre una enorme mesa rectangular y de madera oscura como el ébano, tres minuciosos orfebres se encontraban moldeando lo que parecían aros fabricados de un extraño material cristalino y, justo a su lado, dos afamados sastres enhebraban cada uno de estos extraños aros, juntándolos entre sí, con finos hilos de plata. En la pared opuesta, dos alquimistas mezclaban ingredientes mágicos entre marmitas esotéricas, numerosos cuencos grabados en runas y grandes morteros, los cuales emitían crepitantes chispazos mágicos al ritmo de que machacaran su contenido con esmero, para después mezclar el contenido de estos en el interior de un enorme matraz.

    Al margen de los ya comentados, justo en el centro de la sala, se encontraban cinco variopintos individuos rodeando una gigantesca formación cristalina de tonalidades púrpuras. Se trataba de un enorme fragmento de Éter cristalizado. Entre los integrantes que se encontraba en dicho emplazamiento, al margen de dos enormes orgos, se encontraban un pequeño e inteligente gnomo, un drow de aspecto tétrico y escuchimizado y… ¡un Djinn!

    Sin duda, un heterogéneo y estrambótico grupo bastante inusual de ver.

    Todos ellos se encontraban recitando una salmodia de arcano hechizos, mientras extendían sus palmas hacia la inestable formación cristalina mientras esta se iluminaba de manera tímida y eventual.

    Los integrantes de aquel experimento que estaban junto al cristal estaban situados en los vértices de un epígrafe de forma hexagonal que se hallaba dibujado en el suelo, solo quedando uno de estos libre. Dicha inscripción se trataba de un poderoso sello mágico que vibraba con luz cetrina al compás de los extraños salmos que emitían los participantes del experimento.

    Sin emitir un solo sonido, el Alto Teócrata se dirigió hacia el centro de la sala, con paso firme y uniforme, hasta situarse sobre el último vértice del epígrafe que quedaba por ocupar para luego, de una forma grácil y armoniosa, desenvainar su Espada Arcana y clavarla en el suelo, justo delante de él.

     

    Gracias por los preparativos acometidos, apreciados compañeros. – Dijo Rijja con cierto tono expectante y agradecido al mismo tiempo. – Comencemos con nuestra tarea.

    Rijja
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    Grimorium Al’jhtar. (19) Experimento éxitoso.

     

     

    El Alto Teócrata se dirigió hacia la recién aporreada puerta, bastante molesto debido a la súbita interrupción en su particular recopilación, a paso ligero. Una vez se situó delante de aquel pórtico se detuvo y resopló con cierta fuerza, como método de liberar la tensión del enfado y poder ser cordial, y abrió la puerta de manera lenta y parsimoniosa.

    Se trataba de un Telequinético bajo su mando, concretamente uno que trabajaba en el laboratorio de la Torre de Cuarzo y Obsidiana, el cual mostraba ampliamente una mueca de satisfacción.

     

    Mi Señor…– Dijo el Telequinético antes de ser interrumpido abruptamente por Rijja.

    Creía haber dicho que no me molestaran durante las próximas horas…– Esputó el Alto Teócrata con claro tono de desagrado- Espero que sea un asunto importante. – Añadió.

    Mi Señor – Comenzó de nuevo aquel Telequinético, remarcando un claro gesto de respeto- No me hubiera atrevido de no ser así, pero usted mismo me dijo que le avisara conforme hubiera tenido éxito la contención…– siguió diciendo aquel orgo.

     

    Rijja cambió el semblante de soslayo, adoptando uno mucho más satisfecho y agradable.

     

    Benditas buenas nuevas que traes! – exclamo el Alto Teócrata. –¡Realmente oportunas!, vamos, vayamos al laboratorio, no hay tiempo que perder. – Concluyó Rijja.

     

    Ambos orgos se dirigieron entonces, prestos, hacia el piso inferior de donde se encontraban, directos hacia las salas reservadas para los experimentos más peligrosos.

    Una vez bajaron las innumerables escaleras hasta este, se adentraron por un largo pasillo, de remarcadas paredes arcanas en refulgentes runas, hasta llegar a su fondo donde los bloqueaba una enorme puerta de oscura madera. Esta tenía multitud de sellos mágicos sobre su superficie y disponía de una enorme cerradura oval en su centro, hecha en un material difícil de clasificar debido a las numerosas aleaciones que lo componían.

    Conforme el Alto Teócrata se acercó dicha puerta, como si esta dispusiera de consciencia y reconociera la presencia de Rijja, la cerradura se iluminó hasta alcanzar casi la incandescencia para luego abrirse con un suave “clack”, seguido de la apertura total de la puerta en cuestión.

     

    Una vez él pórtico se hallaba completamente abierto, Rijja cruzó su umbral con decisión y, por qué no remarcarlo, cierto júbilo por lo que sabía que encontraría en dicha sala.

    Rijja
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    Grimorium Al’jhtar. (18) Descartes e indecisiones II

     

     

    Sin demora, el Alto Teócrata desvistió el segundo soporte con rapidez y elegancia, dejando la especie de sábana que lo cubría anteriormente en el suelo.

    Se hizo visible entonces una armadura muy peculiar. Estaba formada por los exoesqueletos de lo que parecían caparazones de insectos gigantescos. Dichos materiales habían sido perfectamente cortados y unidos con finas y cuidadas costuras. Las tonalidades de dicha armadura rutilaban en una amplia gama de colores verdosos.

    Después de acariciar con nostalgia la superficie de esta pieza de armadura, Rijja no pudo evitar recordar la adquisición de dicho peto en uno de sus múltiples viajes al Reino de zulk y, claro está, la multitud de lugares y páramos que había visitado con dicha armadura ya que, durante largo tiempo, fue la armadura predilecta del Alto Teócrata a la hora de realizar cualquier tipo de misión.

    Rijja sabía sobradamente que las virtudes que otorga al portador dicha armadura eran importantes, pero, decidió que era mejor la idea de encontrar alguna armadura que se ajustara más a lo que buscaba hoy en día o, simplemente, la idea de repetir durante tanto tiempo se le antojara aburrida.

    Sin más, volvió a colocar la armadura en el soporte destinado para ello y, después de apretar concienzudamente las correas que ataban a esta de manera fija y segura en el expositor, decidió proseguir con su particular búsqueda.

    Para acometer dicha tarea, el Alto Teócrata se dirigió entonces hacia el tercer maniquí que allí se encontraba. Este, aun estando completamente oculto bajo la sábana protectora como el resto de sus homólogos, emitía un potente fulgor rojizo que se hacía visible a la perfección.

     

    Para el Alto Teócrata no era para nada desconocido aquel halo mágico que se desprendía de la aun oculta pieza de armadura. Sabía de sobra que se trataba de un Peto fabricado a partir de un jirón de piel de poderosísimo Balrog que había en los Infiernos de Golthur-Orod. Este material posee una dureza y resistencia que va más allá de cualquier tipo de concepción mundana obviando, por supuesto, sus multitudes características mágicas. Una pieza sin parangón, sin duda.

    Justo antes de apartar la sábana que cubría la mencionada pieza de armadura para deleitarse con la visión de esta, algo interrumpió la tarea que llevaba a cabo el Alto Teócrata.

    Llamaron a la puerta de la sala donde se encontraba el orgo con gran interés y tesón.

    Rijja
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    Grimorium Al’jhtar. (17) Descartes e indecisiones.

     

     

    Después de la planeada recopilación que estaba llevando a cabo, con ciertas trazas de improvisación sobre la marcha, el Alto Teócrata se percató de que aún no había elegido un atuendo digno que le protegiese de las posibles desventuras y ataques que pudiera recibir en su futuro viaje.

    Para poder dilucidar que opción sería la más acertada, Rijja debería repasar ciertas opciones de las que disponía de entre los objetos de su colección.

    El Alto Teócrata entonces se dirigió hasta la parte sur de la habitación, en ella se disponían numerosos expositores de armaduras, al estilo de un maniquí, que se encontraban cubiertos con varias sábanas de fina y opaca tela.

    Rijja se detuvo a la altura del primero de estos expositores para después, agarrando la tela que lo cubría, destaparlo y observar la armadura que sostenía dicho soporte.

    Se trataba de una de las cotas de malla elfa fabricadas especialmente para ser usadas por la Familia Gyneth, un adinerado y rimbombante linaje élfico de la Segunda Era. Dicha cota estaba manufacturada en un precioso y resistente cristal, el cual le permitió sobrevivir al Cataclismo sin apenas rasguños, pero el secreto de fabricación se perdió en el olvido. La pieza de armadura estaba formada por numerosos, y minúsculos, aros de cristal. Eran tan pequeños que se antojaban como meros hilos enhebrados entre sí. Debido a la cuantía en el número de aros cristalinos de la armadura, la pieza había adquirido tonalidades grises. De corte clásico, caída larga hasta por debajo de la cintura y un cuello en uve. Sin duda, una pieza de cualquier coleccionista que se precie.

    Después de enumerar mentalmente el tipo de protección que ofrecía la armadura y los encantamientos que poseía, el Alto Teócrata decidió no optar por esta elección ya que, recordando el resto de posibles opciones a tomar, decidió decantarse por alguna de las siguientes.

    Antes de volver a cubrir la armadura con la tela que antes la cobijaba, Rijja repasó los recuerdos tan gratos sobre las aventuras que dicha armadura le había acompañado y, de manera irremediable, al semi-elfo que la portaba antes de arrebatarle la vida, y con ella dicha armadura. Se llamaba Destruck, un semi-elfo de Veleiron.

    Y, recordando dichos acontecimientos con una sonrisa en el rostro, Rijja se dispuso a destapar el siguiente soporte de armaduras que se erguía ante él.

    Rijja
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    Grimorium Al’jhtar. (16) Extracción y almacenamiento II

     

     

    Rijja, aun sintiendo gran predilección por la anterior herramienta de minería, se entusiasmaba de volver a utilizar su vieja bolsita para gemas. Dicha sensación, al margen de la utilidad de dicho objeto, era espoleada por su afición exacerbada por las piedras preciosas.

    Realmente, era un objeto curioso.

    El Alto Teócrata había encontrado, años atrás, esta preciada bolsa en un mercadillo ambulante, en el Reino de Anduar, mezclada con otros mundanos objetos, pasando completamente desapercibida para el populacho. Después de su adquisición, Rijja hizo un gran esfuerzo por averiguar el origen y creación de esta singular bolsa mágica. Después de bastante tiempo en su empeño, escucho extraños rumores sobre su procedencia. Ciertas personas afirmaban que fue creada por un excelso sastre místico llamado Nezaril, pero ninguno de ellos lo había conocido en persona. Muchos otros aseguraban que la bolsa debía proceder de otros planos por sus capacidades y materiales. De todo esto, lo único que sacó en cierto el Alto Teócrata fue que, tanto la magia como los materiales textiles usados en su confección, no se encontraban entre los conocidos y registrados hasta el momento. Innumerables ráfagas añiles y violáceas recorrían la superficie de la tela hasta formar lo que parecía una pequeña tormenta. Justo en el centro de la bolsa se apreciaba un bordado magnifico, pulcro y ejecutado con patente mimo, una letra “N”.

    Tiempo atrás, Rijja quedó molesto durante meses por no haber podido averiguar más sobre la procedencia de dicho objeto, pero, llegado un punto, se centró en la utilidad y comodidad que la magia del objeto le ofrecía, olvidando así poco a poco su frustración. Y claro, la guinda del pastel en la felicidad autocumplida del Alto Teócrata fue cuando, al ojear el interior de aquella bolsa mágica, se percató de que una brillante gema le esperaba, fruto de algún anterior olvido.

     

    Un diamante! – Exclamó Rijja sin poder contener un cierto regocijo. –Un buen augurio, sin duda. – Añadió

     

    Después de un par de minutos, en los que Rijja no había dejado de escudriñar la gema preciosa con gran embobamiento, se descubrió a sí mismo y, después de sentirse ligeramente ridículo, continuó con la recopilación que le atañía.

    Rijja
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    Grimorium Al’jhtar. (15) Extracción y almacenamiento.

     

     

    Todos los individuos que pueblan la faz de Eirea, incluso las más célebres, tienen algún tipo de obsesión. En el caso del Alto Teócrata, su ambición por las gemas y piedras preciosas era conocida ampliamente, incluso fuera de las fronteras del Reino de Al’Qualanda.

    Durante toda su vida, Rijja había aprovechado cualquier expedición que ofreciera la posibilidad de este tipo de hallazgos geológicos para añadirlos a su colección de riquezas personales. Para ello se había valido de varias herramientas que, al margen de mejorar notablemente las propiedades con respecto a las usadas de manera mundana, le habían proporcionado varias satisfacciones en estos menesteres.

    Primero, el Alto Teócrata recurrió a recuperar una vieja herramienta de minería que antaño le había acompañado.

    Se trataba de un pico un tanto… extraño. La cabeza estaba compuesta por un pálido omóplato completamente hueco. Dicha pieza ósea estaba cubierta por una fina capa térrea que emitía, debido al tiempo y posiblemente a la naturaleza de la magia que lo imbuía, un intenso hedor a descomposición. La parte superior estaba bastante afilada y era posible visualizar sin dificultad una extraña oquedad que penetraba hasta el interior de dicho hueso. Dicho agujero, anteriormente ocupado por el tuétano, ahora hacía las veces de morada para un palpitante y abotargado gusano que no paraba de secretar una sustancia verdosa. Posiblemente este objeto fuera creado en algún tipo de experimento fallido, pero, debido a sus utilidades y propiedades, es posible que fuera manufacturado así con intencionalidad.

    Hace muchos años, el Alto Teócrata adquirió esta herramienta por mera casualidad cuando la encontró abandonada en las inmediaciones de las minas de mithril, en el Reino de Dendra. Desde entonces, y cada vez que Rijja se proponía mejorar sus habilidades en la extracción minera, este le había acompañado y servido a la perfección en sus funciones.

    Después de varios años en una recalcitrante inactividad, dicho artefacto volvía tener un prometedor trabajo que cumplir mientras que Rijja lo extraía, para guardarlo en su mochila, de un pequeño expositor que se encontraba en la sala. Acto seguido, sabiendo perfectamente cuál sería su siguiente adquisición, el orgo se dirigió a un pequeño armario y, después de abrir las puertas, dejando a la vista numerosas bolsas y pociones, alargó el brazo para coger una excepcional bolsita que allí se encontraba.

    Rijja
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    Grimorium Al’jhtar. (14) Para senderos escarpados.

     

     

    Mientras el Alto Teócrata intentaba enumerar en su cabeza, repasando una a una sus pertenencias, cayó en la cuenta que, al margen de artilugios y artefactos que le sirvieran puramente para la guerra, le iban a ser necesarios otro tipo de objetos para desempeñar eficazmente ciertas tareas, a la par de convertirlas en algo mucho más cómodo y llevadero.

    Centró su atención en unos útiles enfocados en poder moverse por senderos escarpados y abruptos de manera eficiente. Se acercó a una pequeña bolsa de lona que se encontraba cerca de la caja que acababa de abrir y, mientras encorvaba la espalda, abrió la bolsa para extraer los objetos de su interior.

    El primero en ser sacado de la bolsa fue un pequeño anillo. Realmente era una joya imprescindible para todo aquel que busca aventuras en zonas rocosamente accidentadas. Este anillo estaba imbuido por extraños sortilegios que se ocupaban de otorgar al portador la capacidad intuitiva de un riguroso entrenamiento de escalada. Con él puesto se podían observar, como si estuvieran resaltados a simple vista, cualquier punto de anclaje para poder afianzar correctamente los garfios de escalada. Una magia simple, sí, pero muy útil.

    El siguiente objeto que extraño de aquella bolsa de lona, de seguido al anterior, era algo más costoso de encontrar. Se trataba de una cinta de color verdoso, apropiada para ajustar a la cabeza del portador, que había sido curtida con la piel de un gran lagarto. A esta se le había engarzado una turquesa de color muy oscuro en la cual se hallaba engarzada, de manera algo torpe y tosca, la pluma de un grifo. Era un conjunto austero en diseño, pero el objeto desprendía un gran poder. Gracias a la magia que habitaba en dicho objeto, el portador era capaz de levitar hasta localizaciones previamente elegidas de manera lenta.

    Puede parecer algo simple, pero la combinación de estos dos objetos mágicos facilitaba sobremanera la tarea de avanzar por terrenos altamente escarpados y, como antaño había demostrado, Rijja lo sabía.

    Se dispuso a guardar todo en su macuto mágico y, después de hacerlo con una mueca pensativa, prepararse para la siguiente elección que haría sobre su colección de objetos y, como era de esperar al pensar en rocas y montañas, cayó en la cuenta del siguiente objetivo a cumplir: La explotación y extracción de cualquier tesoro que pudiera encontrarse en la orografía de Eirea.

    Rijja
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    Grimorium Al’jhtar. (13) Siseos de Ofidio.

     

     

    Justo cuando el Alto Teócrata iba a emprender la búsqueda de una de sus colecciones preferidas dentro del campo de los artefactos mágicos, escucho un leve siseo a su mano derecha. Rijja no pudo evitar detenerse, súbitamente, al dilucidar con meridiana precisión cual sería el emisor de tal sonido.

    No dudó en dirigir su mirada hacia una caja cuadrada que reposaba sobre una de las estanterías. Esta estaba fabricada en bronce casi en su totalidad salvo, decorando cada una de sus aristas, unas láminas de nácar completamente níveo y elegante. En cada una de las caras que formaban aquel lustroso cubo se hallaban unos grabados que dibujaban una cabeza de serpiente rubricada con la palabra “Gorgona”. El cierre de dicha caja no era nada convencional, situándose en la cara superior de aquel cubo cobrizo, siendo accionado mediante una argolla que giraba sobre sí misma. La funcionalidad de este sistema era abrir la caja por arriba, extrayendo la parte superior de la misma acompañando una pequeña plataforma. Así lo hizo Rijja, ya que sabía que el contenido de aquella caja le sería infinitamente útil en determinadas situaciones.

    Nada más accionar el resorte adecuadamente, emergió de aquella caja una amalgama de seseantes ofidios que, en una escandalosa vorágine de movimientos, se peleaban entre sí. Segundos después de que fueran extraídas al exterior, al notar la presencia del teócrata, se pusieron al unísono en posición atenta de caza, abandonando cualquier hostilidad entre ellas. Era un artefacto que debía ser tratado con mucha cautela. Aquel extraño pertrecho se trataba de una especie de capucha, fabricada a partir del cráneo de una bestia maldita la cual tenía serpientes a modo de cabello y estas, de una naturaleza evidentemente mágica, habitaban todavía toda la superficie.

    Para contener el objeto de manera adecuada y sin necesidad de sufrir ningún percance, el Alto Teócrata la depositó con sumo cuidado dentro de su macuto de la dimensión insondable donde sabía que no habría ningún problema debido a la magia de esta.

    Rijja esbozó una sonrisa complaciente, sentía un júbilo inusitado a medida que avanzaba sus tareas antes de emprender el viaje. Estaba, sin duda, complacido con la idea de retomar los estudios y exploraciones “en campo”. Tiempo encerrado entre pergaminos y hojas destinadas a la burocracia le habían hecho olvidar esas ansias, hasta ahora al menos.

    Apartando lo ocioso de sus nostálgicas ideas, prosiguió con la búsqueda de sus tesoros particulares.

    Rijja
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    Grimorium Al’jhtar: (12) Prisión en las profundidades.

     

    El Alto Teócrata volvió de su ensimismado en pensamientos, ligeramente nostálgicos, sobre misiones pasadas para reanudar su particular recopilación de pertrechos.

    En esta ocasión su objetivo era un artefacto mágico de gran poder y que, debido a sus cualidades especiales, le otorgaría ventaja a la hora de enfrentarse a cualquier criatura de índole mágica o, como había pasado en otras ocasiones, a individuos afines a la hechicería que hicieran las veces de enemigos.

    Para ello se dirigió a los pies de un gran armario, situado en la zona sur de la sala, ya que en ese lugar se encontraba un enorme y acerrojado baúl, compuesto en su mayoría por láminas metálicas entremezcladas que formaban una capa heterogénea. Este no poseía cierre alguno ya que el peso mismo de la tapa ejercía esa tarea.

    Después de un ligero esfuerzo, ayudándose con una sola mano, Rijja abrió el baúl y, usando la mano que le quedaba libre, asió con dificultad el contenido de aquel baúl para luego dejar caer la tapa, la cual emitió un estruendoso sonido al cerrarse de golpe.

    Rijja se dirigió entonces a una mesa cercana y depositó sobre su superficie el objeto que había cogido anteriormente de aquel baúl. Este se encontraba envuelto mimosamente en una manta aterciopelada de color canela y, tras varios deslazados, desenvolvió aquel objeto que ansiaba incorporar a su colección personal de pertrechos.

    Se trataba de una extraña y pesada cadena fabricada en una peculiar piedra rojiza. Los eslabones de esta habían sido grabados, de una manera ampliamente tosca y descuidada, con una serie de runas que brillaban palpitantes, lo cual denotaba la poderosa magia que encerraba el objeto.

    Según narraban la investigación y los numerosos estudios sobre dicho objeto, realizados en el seno de la Torre de Cuarzo y Obsidiana perteneciente a la Familia Al’jhtar, su creación databa en la Segunda Era y se concibieron especialmente para encerrar a un Demi-Lich llamado Phebek. Dicha criatura alcanzó la inmortalidad, al menos en esencia, ya que consiguió esconder su filacteria en una dimensión inaccesible. Después de ser derrotado innumerables veces y siempre volviendo a la no-vida en el plano material, sus enemigos idearon este objeto en la Forja Rúnica. Gracias a los poderosos encantamientos de anti-magia que imbuyeron en el objeto, estos pudieron apresar a la criatura y, una vez envuelta en cadenas compuestas por estos eslabones de naturaleza anti mágica, lo arrojaron al fondo del mar a modo de prisión eterna para este perseverante seguidor de Astaroth.

    El hecho de que el Alto Teócrata poseyera parte de estas particulares y antiguas ataduras era señal de que la criatura, a ciencia cierta, había escapado. Pero, este hecho, no perturbaba en absoluto a Rijja ya que gozaba de las propiedades especiales que el poseedor de estos eslabones disponía.

    El Orgo se ajustó la cadena a la cintura mientras, esbozando una sonrisa de satisfacción, se dispuso a seguir con su equipamiento.

    Rijja
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    Grimorium Al’jhtar. (11) Cohorte macabra III

     

     

    Rijja extrajo el talabarte carmesí del fondo del armario y desenfundó la Espada Aullante para poder contemplarla, ya que hacía tiempo que no empuñaba dicha arma.

    Se trataba de una espada de grandes dimensiones y, debido a su forma, ligeramente desequilibrada. Su hoja, larga y fina, parecía imitar en su forma una silueta humana que se retorcía de dolor. Un dorso de la hoja era de color acero mientras que el reverso era de un intenso color ceniza completamente opaco, el cual parecía absorber la luz que incidía en él.

    El Alto Teócrata, orgulloso, la blandió con rapidez y, debido a la desmesura en el afile de la hoja, parecía cortar el aire a su paso. Rijja no pudo evitar recordar el día en el que adquirió dicha reliquia. Fue en una incursión bien planeada al interior del maldito Bosque Impenetrable. Rijja y su acompañante, un mago rúnico llamado Phemthor, se adentraron en lo profundo de dicho bosque en la búsqueda de una vil criatura, el Rey Necrófago. Dicha malignidad, antaño un poderoso Anti Paladín llamado Velzhar, según cuentan, concluyó una salvaje matanza sobre todos los habitantes de su antiguo poblado después de albergar en él una explosión de locura y se confinó en un pequeño recinto amurallado, que protege una Pirámide que le sirve de morada, en los interiores del bosque, dando paso a la criatura en la que se convirtió. La mayoría del populacho del Reino de Dendra conocía la historia y esta llegó a los oídos de los anteriormente mencionados aventureros que no dudaron en investigar la zona y expoliar cualquier tipo de botín que se encontrara en el cubil del Rey Necrófago. Algo típico de Rijja en sus tiempos más juveniles.

    Tras enfrentarse a la temible criatura y darle muerte, Phemthor optó por quedarse la parte del botín monetariamente cuantificable y, al margen, unas preciadas perneras fabricadas en huesos níveos. Rijja, sin embargo, optó solo por uno de los tesoros de los que allí se encontraban, la Espada Aullante que ahora escudriñaba.

    Cabe mencionar que, al margen del poder bélico del arma en sí misma, lo que Rijja ansiaba incorporar a sus capacidades era la magia innata del arma la cual era capaz de retornar instantáneamente a sus víctimas, siendo estas “benditas” de forma algo forzada por la maldición de Astaroth y bajo el férreo yugo de su verdugo.

     

    Sin más dilación, el Alto Teócrata introdujo la espada en uno de sus cintos a modo de vaina y se dispuso a proseguir con su particular acaparamiento.

    Rijja
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    Grimorium Al’jhtar. (10) Cohorte macabra II

     

     

    A la vez que el Alto Teócrata deshacía las ataduras que ceñían la oscura bolsa que manejaba, el interior se hizo visible de manera sutil y esquiva.

    En el interior del saco se encontraba un guante bastante especial. Confeccionado en un cuero excesivamente sombrío, tanto que conforme Rijja lo extrajo de su contenedor y enfundó su mano con él, esta adquirió la apariencia de una sombra. El guante era de un diseño muy simple, en el cual solo destacaba un botón, fabricado con lo que parecía un pequeño hueso y el cual servía para ceñir el guante en demasía en la muñeca. El Alto Teócrata no solo buscaba las protecciones mágicas características de los objetos imbuidos por las artes nigrománticas, sino que, al margen de estas, este guante ocultaba un poderoso poder.

    Rijja era conocedor de la extraña habilidad que poseía dicho objeto.

    Cuando era ceñido a la mano del portador, gracias al botón antes comentado, el guante rezumaba un poderoso sortilegio similar al conocido como “Mano Espectral”. Al ejecutar esta acción el guante se alimentaba de la fuerza vital de quien lo portaba para materializar, gracias a esta, una resplandeciente mano fantasmal, potenciando cualquier hechizo de contacto que este formulara. Sin duda, la criatura fantasmagórica que era capaz de crear este objeto le sería de gran utilidad para las misiones venideras que tenía en mente el Alto Teócrata y, sabiendo esto, no había dudado en recurrir a su colección y usarlo como pertrecho personal. Aunque desde que encontró este guante tiempo atrás, gracias a una fortuita misión de reconocimiento por los alrededores del Feudo de Mnenoic, en el Reino de Dendra, habían sido varias las veces que había recurrido al uso de esta particular reliquia.

    Emitiendo una ligera sonrisa, Rijja prosiguió con su singular y fructífero equipamiento, esta vez, posó su vista en un robusto talabarte que se encontraba colgado en el fondo del armario que se encontraba ante él.

    El talabarte parecía manchado de sangre reseca, la cual le otorgaba a este un profundo color carmesí que llamaba ciertamente la atención, pero, esta vez, no era el talabarte en sí mismo lo que buscaba si no el arma que se encontraba enfundada en él.

    Una extraña espada a dos manos que poseía un aspecto muy curioso y realmente macabro.

    Se trataba, nada más y nada menos, que de la Espada Aullante.

    Rijja
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    Grimorium Al’jhtar. (9) Cohorte macabra.

     

     

    Una vez se recompuso, al menos ligeramente, de sus recién colocados e incómodos pertrechos, Rijja se dispuso a continuar con su particular recopilación de equipamiento.

    Esta vez, el Alto Teócrata sentía una gran simpatía hacia los objetos en los que recaía ahora su atención. Sin dejar pasar un gran lapso de tiempo, dirigió sus manos extendidas hacia un pequeño cofre que se encontraba en la parte superior de un oscuro armario de la zona de la habitación en la que se encontraba.

    Cabe destacar que, debido a su escaso talento arcano en las artes nigrománticas y sus versados hechizos, era normal que Rijja tuviera un especial aprecio a los objetos que iba a rescatar en estos momentos.

    Abrió el cofre esbozando una gratificante sonrisa y, asiendo con la mano derecha el contenido de este, extrajo un extraño amuleto de su interior.

    Era un extraño amuleto compuesto por una gema violácea, presumiblemente una amatista, que había sido engarzada de manera sencilla en una extraña cadena cristalina de tonos castaños. La historia, y el poder, de dicho amuleto es, cuanto menos, curiosa.

    Se trataba de una filacteria creada por un famoso, y extremadamente rico, nigromante conocido por el nombre de Crirow Mallus. Este hechicero fue conocido por sus habilidades en el campo de la necromancia y, como no, por su avaricia sin fin sobre los tesoros terrenales. La codicia e impertérrita tacañería de la que gozaba dicho nigromante le proporcionó acaudalar innumerables riquezas, tanto en joyas como monetariamente hablando. Dicha acumulación despertó la envidia de muchos individuos, como fue el caso de uno de los banqueros que atesoraban para él cierta parte de estas riquezas. Dicho usurero intentó confiscar para sí una gran suma monetaria que pertenecía a Crirow. Cuando este se percató de dicha intención, utilizó sus artes nigrománticas para encerrar el alma de dicho banquero en la Filacteria que ahora sostenía en sus manos el Alto Teócrata.

    Al margen de esta anécdota en su creación, este objeto otorgaba al portador la posibilidad de invocar la corrupta alma que permanecía cautiva en su interior para que le sirviera en el plano material y, sin duda, este poder era ansiado por Rijja.

    Después de acariciar brevemente la gema del amuleto, el Alto Teócrata deslizo su cuello entre la cadena de este, dejándola reposar sobre su pecho para dar con el siguiente objeto que tenía en mente para sus pertrechos personales.

    Palpando la leja del armario donde acababa de sacar el pequeño cofre que contenía la Filacteria, Rijja lo dispuso de nuevo en su lugar y agarró una pequeña bolsa de oscuro cuero que se encontraba justo a la derecha de este y se preparó para abrir el pequeño cierre, formado por una cuerda dorada, que mantenía empaquetado, y fuera de la vista, al siguiente objeto que necesitaba en el interior de aquel peculiar saco.

     

    Rijja
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    Grimorium Al’jhtar. (8) Nyel’Phax II

     

     

    Una vez se deshizo, al menos por el momento, de la desagradable sensación que había invadido el cuerpo del Alto Teócrata, se dispuso a abrir el siguiente estuche. Este era de un tamaño considerablemente menor al anterior, pero, al recordar el contenido de este, prefirió apartarlo y dejarlo para el final de esta particular colección. Asió el siguiente estuche y lo abrió con mimo.

    En este se encontraba otro objeto simbólico que había sido consagrado a Nyel’Phax.  Se trataba de un curioso anillo, fabricado en un extraño hueso de tonalidades purpureas. La superficie de este había sido pulida concienzudamente y, coronando esta pieza de joyería, se encontraban varias capas de oro laminado en las que habían sido grabadas multitud de rubricas compuesta por numerosas líneas finas e intrincadas. Dichas marcas están escritas en un dialecto de trazos extraños que, dependiendo el momento en el que se miren, parecen abandonar la superficie del mismo anillo hasta clavarse en la mente del observante. Al igual que el anterior objeto, este anillo parecía emitir continuos y vacuos susurros que repetían una y otra vez el nombre de Nyel’Phax. Dichos susurros, según cuentan los conocedores de estos particulares objetos, acaban convirtiendo la curiosidad de quien los oye en una insana obsesión por ellos. Cuentan que, incluso, dichos susurros acompañados de una seria sesión de introspección por parte del portador de estos objetos pueden dar una extraña e infinita visión sobre el plano empíreo.

    El Alto Teócrata era completamente consciente de todos estos… efectos secundarios que proporcionaban los objetos que ahora manejaba y de ahí su animadversión a usarlos con regularidad, pero, dada la naturaleza de su siguiente misión, no pretendía renunciar al uso de estos y sus poderes. Una vez se ajustó el anillo en el dedo de la mano derecha, se propuso a abrir el último estuche y agenciarse así el objeto que más repulsión le inspiraba de toda esta colección. Una vez abierto, cogió lo que se encontraba en su interior y desechó el estuche con desdén, mientras apretaba fuertemente el contenido recién extraído.

    Poco a poco separó sus dedos hasta dejar la mano completamente abierta para así observar con detenimiento el tan incómodo objeto que sostenía. Se trataba de un fragmento de basalto muy puro, proveniente de algún meteorito, que había sido engarzado con un pequeño garfio de hueso para hacer las veces de pendiente.

    La superficie de este mineral era porosa, pero la pieza había sido completamente pulida hasta adquirir un tacto oblongo y delicado, llegando incluso al adjetivo de cálida. Cabe resaltar que la calidad, o características estratigráficas, de este ígneo material no era lo que incomodaba a Rijja. Lo que realmente le molestaba era el pequeño polizón orgánico que habitaba en dicha pieza geológica y los… cambios que este producía al parasitar al portador de dicho pendiente.

    Sin pensarlo dos veces, dejando a un lado la repulsión que sentía por lo que iba a pasar, Rijja se colocó el particular ornamento en su oreja izquierda.

    Con la rapidez de un destello, el morador de aquella joya salió de su morada para introducirse por el orificio perteneciente a la oreja del Alto Teócrata y, acto seguido, un horrible tentáculo tumefacto brotó de la espalda del orgo. La sensación que esto provocó en el Alto Teócrata, recordando tiempos anteriores y el poder que otorgaba dicha malformación repentina, fue una mezcla entre horror, dolor y potentado influjo cósmico.

    Rijja no pudo evitar sonreír.

    Rijja
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    Grimorium Al’jhtar. (7) Nyel’Phax.

     

     

    Conforme estuvo a la altura de aquel oscuro baúl, Rijja levantó su mano derecha colocándola a escasos centímetros de aquel contenedor y pronunció una letanía de versos mágicos.

    El cantico arcano resonó en toda la habitación:

     

    “Abrete Sesamus”

     

    Y, tras una ligera oleada mágica que incidió directamente sobre el baúl, este se abrió sin esfuerzo, a la vez que se apagaban en él, lentamente, los brillos cetrinos que instantes antes emitía.

    Rijja emitió una sonrisa entremezclada con una mueca de desaprobación. Realmente no sentía demasiada simpatía por el contenido del cofre, pero, como había podido constatar en el pasado el mismo, los objetos que este contenía le serían muy útiles en su futura misión. Este peculiar set de joyería, por decirlo de alguna manera, estaba consagrado a una misteriosa entidad conocida como Nyel’Phax.

    El nombre de dicha entidad era algo que solo se nombraba entre susurros y cuchicheos ya que no hay pruebas fehacientes de que semejante ente exista realmente. Dicha nombradía ni siquiera figura en ningún epígrafe o párrafo de las extensas crónicas élficas sobre el origen del mundo conocido. No hay biblioteca en Eirea que tan solo contenga una frase dedicada a Nyel’Phax pero, sin embargo, su influencia crecía, como cabeza de hidra recién sesgada, multiplicándose hasta alcanzar todo un culto a su alrededor. Entre sus más adeptos se comenta que esta entidad es un dios que durante infinitud de tiempo se encuentra en letargo y que, debido a su ingente cantidad de poder, altera el curso del mundo con el mero hecho de moverse en sueños.

    Sean estas historias sobre Nyel’Phax verdad o no, el temor que inspira dicha entidad es ominoso y, como demuestran los objetos que contenía el cofre, su influencia es poderosamente peligrosa.

    Retomando la atención sobre el contenido del baúl, el Alto Teócrata deslizó su mano en el interior alcanzando el más grande de los tres estuches que allí se encontraban para después abrirlo con sumo cuidado. En él se encontraba un magnifico collar. Esta pieza estaba compuesta por un cristal opaco de tonalidades bronces. Dicho cristal giraba ligeramente en torno a un dodecaedro perfecto que había sido tallado sobre un azabache, un objeto que por sí mismo rezumaba un gran poder.

    Sin más dilación, y ligeramente molesto, el Alto Teócrata se lo colocó alrededor del cuello y, de soslayo, al ajustarlo finalmente, se escuchó un blasfemo susurro a las espaldas de Rijja. El orgo ni se giró a ver de qué se trataba, ya que este recordaba perfectamente las promesas de poder y delirios que exhalan los susurrantes poderes de este collar. Dicha joya fue adquirida tiempo atrás por Rijja, en los tiempos en los que investigó este desconocido y peligroso culto, mediante un encargo casual y afortunado a cierto comerciante, siendo este objeto el primero de su colección personal. Estos poderosos collares son conocidos con el nombre de Fauces de Nyel’Phax.

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