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  • Rijja
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    Número de entradas: 373

    Fascículo 53

     

     

    Mientras el ambiente de la mayor parte de la Ciudad de Ryniver se sumergía en los ecos de los estridentes gritos de terror de sus habitantes, bajo el yugo de las “bendiciones” de los seguidores de Astaroth, el carruaje conducido por el Obispo de la Muerte se acercaba a una velocidad vertiginosa. Vista la brevedad en la que se produciría el choche frontal; Rijja, Drakar y Karsig, de dispusieron a preparar su estrategia defensiva. Durante largos años, este trío había compartido innumerables escenarios de batalla y albergaban una gran coordinación bélica.

    Karsig Al’jhtar, justo después de aferrar un enorme escudo a su brazo izquierdo mediante unas apretadas correas, clavó la parte inferior de este en el suelo afianzando una pequeña barrera a la vez que desenvainaba una espectacular Yhjlema Arcana, situando su punta hacia delante en una pose ofensiva.

    El antipaladin, Lord Drakar Baelzhemon, se situó a la derecha del Comandante Ar’Kaindiano, mientras que comenzó a recitar una letanía de versos en una perversa lengua empuñó con fuerza una enorme guadaña de filo oscuro como una noche sin estrellas a la vez que brotaban de él unos extraños tentáculos, frutos de su asociación con un demonio de sombras.

    Rijja Al’jhtar, en cambio, pronunció un cántico arcano y, mientras que el efecto de protección pétrea hacia efecto, se dirigió al flanco derecho de Karsig mientras que extraía una enorme espada de su talabarte, la cual tenía una de las partes del filo con un color ceniza poco usual, y la mantuvo alzada utilizando ambas manos.

    Justo antes de que el carruaje de aquel poderoso Apóstol de Astaroth arramblara con ellos, Rijja descendió su espada sobre una pequeña alimaña que rondaba la zona de sus pies. Gracias al sacrificio de aquel pequeño ser vivo, la magia de la espada que sostenía el Alto Teócrata Arcano se activó, haciendo emerger mediante invocación a un esqueleto animado justo en la trayectoria del carruaje.

    Dicho esqueleto quedó completamente devastado por el choque que se sobrevino, pero consiguió el propósito por el cual había sido invocado. Debido al impacto, el carruaje se desvió ligeramente de su trayectoria original, trastabillando a los corceles que de él tiraban y orientándolos hacia el escudo de Karsig. Fue en ese momento cuando el Comandante Ar’Kaindiano cambió sutilmente la inclinación del escudo que previamente había afianzado en el suelo y gracias a esto consiguió volcar el carruaje justo cuando este se estampó, por uno de sus lados, ante dicha barrera.

    El Apóstol de Astaroth salió despedido varios metros debido al accidente sufrido y, levantándose con una mueca inexpresiva sin apenas haber sufrido daños, enarboló una enorme maza oscura mientras miraba desafiante al trío que había provocado su estado actual.

    Rijja
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    Número de entradas: 373

    Fascículo 52

     

     

    La indeseada invasión que amortajaba la Ciudad de Ryniver se hizo patente cuando, entre un fulgurante destello emitido desde el portal que los sobrevolaba, brotó un enorme y tétrico carruaje volador, el cual encabezaban numerosos corceles óseos con un porte extremadamente intimidante.

    A las riendas de dicho vehículo, y espoleando a los corceles de hueso con un ansia inusitada, se encontraba uno de los famosos Apóstoles de Astaroth, los cuales habían asolado en otras ocasiones diferentes Reinos. Esta atroz criatura enarboló su arma emitiendo unos giros concéntricos y, de súbito, comenzaron a brotar innumerables miasmas en la tierra de toda la zona complaciendo la voluntad, y poder, de su conjurador.

    El Alto Teócrata Arcano, acompañado ahora por Karsig Al’jhtar y Drakar Baelzhemon, sabían que las huestes de Astaroth llegarían inexorablemente y se dispusieron a la improvisada defensa de aquel territorio. No cesarían en su empeño de evitar que la “bendición” de ese Dios redujera Ryniver a un amasijo de sangre y muerte.

    Pasados unos instantes, mientras aquel Obispo de la Muerte comenzaba a descender con su carruaje, un efluvio dañino envolvió a todos los presentes en la zona, impregnándolos en una tenebrosa sensación mortal y, a la vez que pasaba, las miasmas de tierra putrefacta comenzaron a vomitar una ingente cantidad de muertos vivientes, defensores acérrimos del Apóstol de Astaroth.

    En la primera oleada, los soldados situados al norte de la ciudad casi sucumben de inmediato, aunque, después de algunas acometidas y restructuración de su defensa de manera acertada, consiguieron finalmente sobreponerse sobre sus recién llegados enemigos.

    Los pequeños portales de la zona este de la ciudad, desde el comienzo, habían sido previamente rodeados por algunas lanzas clavadas fuertemente en el suelo de alrededor, lo cual había facilitado el exterminio de las criaturas de la mano de los soldados que defendían dicha posición.

    El sur de la ciudad se encontraba inmerso en una lucha encarnizada contra los no-muertos invasores, pero, debido a la amplitud de terreno que otorgaban los cultivos de la zona, los guerreros podían reagruparse con facilidad y batallar en rápidas escaramuzas ante grupos reducidos de muertos vivientes acumulados allí.

    El oeste no tuvo tanta suerte. Fue en esta zona donde descendió el Apóstol, llevando una muerte rápida a todos los caballeros y soldados apostados allí, los cuales apenas pudieron hacer frente ante el poder del Obispo de la Muerte. Una vez los hubo “evangelizado” en la fe de Astaroth, el carruaje se dispuso a recorrer rápidamente la distancia que lo separaba del centro de la ciudad donde, ansiosos, esperaban Rijja y Karsig Al’jhtar junto a Drakar Baelzhemon.

    Rijja
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    Número de entradas: 373

    Fascículo 51

     

     

    El Alto Teócrata Arcano, apartando la vista momentáneamente de aquel extraño portal, volteó su cabeza para observar quien había exhalado aquellas palabras.

    Se trataba de Drakar Baelzhemon, un viejo amigo que, al mando de una pequeña hueste de soldados y caballeros, se había personado en el lugar con la intención de sofocar cualquier visita hostil dentro de los confines del Imperio Dendrita y, la ciudad de Ryniver, se encontraba dentro de esta situación.

     

    Saludos, viejo amigo. Debo decir que me relaja tu presencia aquí. –Comentó Rijja con tono amigable y complaciente. –Es una situación potencialmente peligrosa en la que nos encontramos. –Añadió.

    De hecho, lo es. Ya hemos presenciado, en más ocasiones de las que me gustaría, como este tipo de fenómenos han dejado arrasadas ciertas zonas de un momento para otro, pero, esta vez no pasará, no mientras yo esté aquí.

     

    Drakar hizo un ligero gesto a su guarnición personal y esta respondió con un breve y gutural sonido para después posicionarse en distintos puntos de la ciudad, adoptando posiciones estratégicas a modo de defensa. Una vez alcanzaron las ubicaciones deseadas, esperaron.

    Habían pasado unos minutos desde que aquellos eclipses se afianzaron en el horizonte y, la turba de aldeanos asustados que antes invadía las calles de la ciudad, se había ocultado en sus casa y sótanos dejando las calles despejadas para la inminente intervención militar.

    De soslayo, desde el camino que hace pocos minutos había cruzado Rijja Al’jhtar, pudo divisarse un pequeño grupo de Orgos que se acercaba a marcha rápida hacia la posición del Alto Teócrata Arcano, Rijja Al’jhtar, y el Alto Inquisidor, Drakar Baelzhemon. Dicho grupo, capitaneado por el ahora reconocible Karsig Al’jhtar, no tardó en llegar al lugar donde se encontraban dichos mandatarios.

     

    Llegas tarde. –Dijo Rijja a Karsig, justo antes de que este último detuviera la marcha junto a él. –Espero que vengas preparado. –Añadió en tono jocoso.

    Saludos Alto Teócrata. –Dijo nada más llegar, a la vez que ejecutaba un saludo militar, el Comandante de la Guardia Ar’Kaindiana. –Un placer verle a usted también, Lord Drakar. –Añadió.

    Basta de protocolo, sabemos perfectamente lo que va a suceder. Prepara a tus hombres. –Demandó el Alto Teócrata de manera amigable, pero autoritaria.

     

    Sin apenas esbozar un gesto con su mano derecha, los Orgos que acompañaban a Karsig se repartieron para situarse junto a los soldados comandados por Lord Drakar Baelzhemon, a modo de reforzar las líneas defensivas.

     

    Perfecto… que gran batalla nos aguarda.

    Rijja
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    Número de entradas: 373

    Fascículo 50

     

     

    Mientras Rijja Al’jhtar espoleaba a su montura, casi hasta la extenuación de esta, atravesando la Vía de Ysalonna rumbo sur, la caprichosa peonza del Éter giraba y giraba produciendo su azarosa alineación de los Planos.

    Cuando el Alto Teócrata hubo alcanzado las murallas de la gloriosa Ciudad de Dendra, detuvo su mirada en la apenas visible Torre de Ébano y, en una ligera observación, denotó que los experimentos de Dhalim no se estaban llevando a cabo en ese momento y emprendió una carreta frenética a la ciudad Ryniver, ya que era la zona donde se estaba condensando aquella desagradable sensación mágica.

    En su camino podía observar como los pájaros comenzaban a remontar el vuelo con una especie de instinto de huida, al igual que diversos roedores se escondían asustados en sus madrigueras a la vez que el aire se tornaba pesado y espeso, como si algo terrible estuviera a punto de suceder.

    En ese momento, y ajeno a todos los habitantes del Plano Material, un Neófito de Astaroth se preparaba para liderar la expedición interplanar con la intención de evangelizar a todos los mortales que se cruzaran en su camino e impartirles la fe ciega de su Dios.

     

    Una guerra entre los habitantes de dichos planos de existencia estaba a punto de comenzar… Que interesante.

     

    Llegando a la Ciudad de Ryniver, casi encontrándose ya en el puente sobre el Río Urzabalgai, el Alto Teócrata Arcano pudo observar cómo, de manera súbita y casi inexplicable, tres extraños astros eclipsados surgieron en el horizonte. Semejante fenómeno astral no podía ser de origen natural y ante la situación, desde luego, no auguraban nada bueno.

    Los habitantes de Ryniver, atónitos ante dicho acontecimiento, comenzaron a correr despavoridos por las calles de la Ciudad entre gritos de miedo y maldiciones. Rijja espoleó entonces su montura una vez más hasta llegar a la plaza principal de la ciudad entre el tumulto del gentío y, observando el cielo, contempló como un crepitante portal flamígero emergía de uno de los eclipses justo encima de la ciudad.

    Mientras el orgo se mantenía expectante a lo que pudiera surgir del portal denotando una mueca de extremada preocupación, una voz le interpeló a sus espaldas diciendo:

     

    “Será un placer inesperado, y muy grato, defender esta posición junto a ti, Alto Teócrata Arcano”.

    Rijja
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    Número de entradas: 373

    Fascículo 49

     

     

    Rogahortharminathar quedó sorprendido ante la rapidez con la que el Alto Teócrata había aceptado su proposición y, después de titubear durante un breve lapso de tiempo a la vez que escudriñaba la cara de Rijja, el demonio extendió su brazo y ofreció su mano a Rijja para sellar el pacto. Justo en el instante en que sus manos se estrecharon cerrando aquel fructuoso trato, algo en el ambiente cambió de manera súbita.

    Este hecho pasó inadvertido para los Antipaladines y escuderos que se encontraban repartidos por la estancia, pero, para nuestros particulares contertulios, era un hecho significativamente notable.

    Los vientos del éter comenzaron a azotar los diferentes planos de Eirea.

    Este acontecimiento puso en alerta de inmediato, tanto a Rogahortharminathar como a Rijja Al’jhtar, los cuales compartieron una mirada de entendimiento e interrumpieron su encuentro. El demonio, en una breve carrera hacia el otro extremo de la sala, llamó a la puerta de una sala contigua y, tras uno segundos, la abrió el propio Archiprelado Vali a la vez que asentía al Emisario Abisal y le decía el paso hacia el interior de aquella estancia. Rijja, en cambio, se dirigió presto al exterior de la Torre del Homenaje, donde se encontraba, hasta llegar rápidamente a las caballerizas del Castillo de D’hara. Apenas intercambiando unas breves palabras con el encargado de las caballerizas, este le entregó un enorme corcel oscuro a Rijja y el orgo salió galopando, con velocidad vertiginosa, hacia el exterior del castillo rumbo a la Vía de Ysalonna.

     

    Mientras esto sucedía, a otra escala de acontecimientos de magnitudes inimaginables, el Plano Material se mantenía en el centro de los vientos, del ahora enfurecido Éter, mientras sus semejantes orbitaban a su alrededor. Durante estos momentos, el Plano Abismal estuvo demasiado cerca del Material y, desdibujando los lazos del Éter que los unen, muchos demonios menores escaparon hacia su plano vecino. Esto no sería la primera vez que pasa y, al margen de supersticiones y algún aquelarre en los lugares más recónditos, en principio no sería un problema que afectara gravemente a los habitantes del Plano Material. Pero, esta vez era diferente.

    El Y502, ese yermo páramo aparentemente desconocido que atormentaba al Alto Teócrata Arcano, se alineó de la misma manera con el Plano del Abismo. Este hecho generalmente tampoco traería consecuencias, ya que los moradores de este plano nada quieren saber de los demonios, pero, ya sea por los azares del destino o por las consecutivas brechas en el Éter provocadas por Dalim; la Archimaga Dendrita, esta múltiple alineación proporcionó un acceso directo de algunos habitantes del Y502 con poderes extraplanares hacia el Plano Material.

     

    Una autentica desgracia para este último.

    Rijja
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    Número de entradas: 373

    Fascículo 48

     

     

    Durante una cuantiosa cantidad de tiempo ambos contertulios mantuvieron la mirada en silencio, en una especie de intento de escudriñar los pensamientos del otro antes de evocar el siguiente palabro, estudiando cualquier posibilidad de ventaja en la inminente negociación y, después de este, el Alto Teócrata Arcano se dispuso a hablar con una mueca simpática en el rostro.

     

    Como bien sabéis, puedo ofrecer muchos tipos de riqueza. Pero, como también debéis saber, es importante conocer vuestras intenciones y anhelos– Dijo Rijja, sin apartar la mirada sobre el Demonio. –Así que, decidme, ¿Qué es lo que queréis? – Añadió.

     

    Rogahortharminathar esbozó una sonrisa.

     

    Verás, sería una petición simple y que apenas os costaría esfuerzo recopilar, ya que habéis hecho el trabajo ya… Quiero la susodicha moneda. -Enunció el demonio a la vez que su mueca iba tornándose cada vez más burlona. –Y antes de que digáis nada, es simplemente por ampliar mi colección. Es una pieza magnífica. –Añadió Rogahortharminathar.

     

    El semblante de Rijja se tornó serio y dejando entrever su creciente enfado.

     

    Suponía que esto podría pasar. Sois un impertérrito negociante y sé que no cederéis en vuestros anhelos sobre la moneda en cuestión, pero, también os conozco bien y todavía no imagino que tipos de conocimientos podríais tener sobre esto y lo que pudieran dichos conocimientos rentar a mi afán de conocimiento… -Replicó el Alto Teócrata Arcano.

     

    El demonio rompió la conversación con una estruendosa carcajada.

     

    No dudéis de mí, orgo. Además, para que todos salgamos ganando en la gestión que estamos llevando acabo, estoy dispuesto a ofreceros un artículo también muy curioso. Y, ciertamente, también proviene de la dimensión del Y502. –Interpeló aquel exquisito demonio.

     

    Rijja quedó ligeramente perplejo ante tal ofrecimiento y, denotando una amplia curiosidad sobre lo que el demonio podía ofrecerle, exhaló rotundamente:

     

    Está bien, Rogahortharminathar, trato hecho.

    Rijja
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    Número de entradas: 373

    Fascículo 47

     

     

    La curiosidad del demonio se incrementaba a medida que observaba más y más aquella extraña moneda, la cual no paraba de girar con sus enormes manos y bajo su atenta mirada a la vez que, de vez en cuando, la raspaba con sus afiladas, y cuidadas, uñas afiladas. Tal era su ensimismamiento en su escudriño numismático que olvidó por un momento incluso la presencia del Alto Teócrata Arcano frente a el cual no dejaba de observar a Rogahortharminathar con una mueca de satisfacción.

    Llegados a cierto punto, el Orgo continuó hablando.

     

    Veo que ha despertado, ciertamente, tu interés. –Dijo Rijja con cierto tono burlesco. –¿Que podrías decirme sobre esta moneda? –añadió.

     

    El demonio, saliendo de su particular estado de trance, levantó la vista apartándola de la extraña moneda y la clavó de nuevo sobre el Alto Teócrata.

     

    Sin duda, has hecho un hallazgo curioso. –Contestó el demonio con cierta incredulidad. –Debo decir que hace décadas que no veía este tipo de monedas y, cuando así lo hice, fue en extrañas circunstancias. -Continuó diciendo.

    -¿Así que ya habías visto antes algo así? –Preguntó Rijja, realmente interesado en el tema. –Cuéntame más.

    Y, ¿Por qué debería de hacer tal cosa? –Dijo Rogahortharminathar, dejándose caer de nuevo sobre el sillón con cierto desdén a la vez que lanzaba la moneda, con cierto cuidado, de nuevo sobre la mesa.

     

    El semblante de Rijja cambió ante la actitud de aquel demonio, no esperaba una contestación así después de observar el interés que había emitido el Emisario Abismal sobre la moneda en cuestión.

     

    Ya veo…¿Qué quieres a cambio? –Dijo el Alto Teócrata con una mueca velada de insatisfacción.

    Muy perspicaz, orgo. El asunto no es lo que yo quiera, ¿Qué tienes tú para ofrecerme? -contestó Rogahortharminathar mientras volvía a sonreír ampliamente ante la actitud de Rijja.

    Rijja
    Participant
    Número de entradas: 373

    Fascículo 46

     

     

    El Alto Teócrata y el demonio Rogahortharminathar se dispusieron a iniciar una plática de manera desenfadada, dirigiendo sus pasos a uno de los rincones de la estancia donde se encontraban, ya que en este se encontraba, al margen de mucho otros, un enorme sillón que podría tolerar las características físicas de aquel demonio, las cuales eran portentosas. De casi dos metros de altura y una constitución musculosa sumamente tonificada, su piel rojiza y completamente homogénea crea una extraña sintonía con su perfilada perilla de chivo y nariz aguileña. Incluso cuando se hubo sentado en el gigantesco sillón, su larga cola demoniaca se alzaba, juguetona, por encima de su cabeza mientras clavaba sus ojos, completamente amarillos y similares a los de un felino, sobre el Alto Teócrata esperando impaciente sus palabras. Justo antes de que este hablara, el demonio esbozo una larga sonrisa que permitía observar sus perfectos y níveos colmillos.

     

    He venido por un asunto del que creo puedes informarme –Interpeló Rijja. –De no haberlo creído conveniente, no te habría molestado. –Añadió el Alto Teócrata.

    Antes de nada, permíteme matizar que es muy satisfactorio que acudas a mí para estos fines. Hace muchos años, desde nuestro último pacto, que no veía a tu persona. Los Orgos me parecéis una raza extrañamente curiosa. –Dijo el demonio mientras acrecentaba el ángulo de su sonrisa.

    Supongo que estarás al tanto de los últimos… acontecimientos que tienen que ver con algunos experimentos desde la Torre de Ébano –Continuó Rijja.

     

    El demonio frunció el ceño ligeramente sin llegar a apaciguar su sonrisa.

     

    De hecho, sí –Dijo Rogahortharminathar. –Un asunto, cuanto menos, incómodo. –Añadió.

    Sí, cuanto menos… Estos sucesos han supuesto numerosas oportunidades de estudio por mi parte y, fruto de estos, algunos hallazgos curiosos. –Continuó exponiendo Rijja.

     

    Rogahortharminathar no pudo evitar levantar una ceja en señal de cierta curiosidad.

     

    Y, ¿De qué se trata? –Dijo el emisario del plano abismal mientras se incorporaba ligeramente, en señal de atención.

    Pues… ¿Qué puedes decirme sobre este particular hallazgo numismático? -Dijo Rijja, a la vez que sacaba aquella extraña moneda blanca y la depositaba lentamente sobre la mesa que separaba a ambos interlocutores.

    Vaya, vaya… ¿Qué tenemos aquí? –Dijo el demonio mientras asía la moneda con su mano y se la acercaba a la cara para poder observarla mejor. –Como ya he dicho, orgo, siempre me has parecido… altamente interesante.

    Rijja
    Participant
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    Fascículo 45

     

     

    El Alto Teócrata Arcano se dirigió entonces hacia el fondo del patio de armas, rumbo a la Torre del Homenaje del Castillo de D’hara. Sin dilación, una vez hubo alcanzado el umbral de dicha torre, se introdujo en el interior. Los pasillos de la torre eran realmente estrechos y ausentes de toda decoración lo cual les otorgaba un aire frío y lúgubre. Las pocas ventanas que allí se encontraban era demasiado estrechas y los muros estaban cubiertos por hileras de antorchas, ya requemadas, que rompían levemente la homogeneidad sobria de los muros. El Alto Teócrata dispuso su mirada por una de las pequeñas ventanas y observó, al margen del patio de armas que había dejado atrás momentos antes, los bosques del norte coronados por las impertérritas nubes tóxicas que se producen sin descanso en los volcanes del Reino de Golthur-Orod.

    Rijja no se detuvo momento alguno en su camino de ascenso por la Torre hasta que olfateó, de manera clara e inequívoca, un agradable olor a rosas y lavandas. Su destino estaba cerca. Al final de uno de los tramos en la escalera divisó la puerta que buscaba y, abriéndola de manera pausada, se introdujo en la sala que custodiaba dicho portón. Se encontraba ahora en los aposentos destinados a las pocas visitas que son invitadas a las dependencias interiores del Castillo de D’hara.

    Dicha estancia se encontraba repleta de cómodos sillones y otros mullidos asientos individuales, los cuales eran acompañados por una pequeña mesa y un oportuno reposapiés. Las paredes y techo se encontraban prácticamente forradas en su totalidad en sedas y variopintos tejidos, todos ellos exuberantemente caros, que se agitaban ligeramente cuando la brisa entraba por las ventanas. Esta sala también gozaba con una cocina particular, situada al fondo de la estancia, que servía únicamente a los reservados inquilinos que pudieran habitar dicha sala.

    Y, en esas dependencias, se encontraba precisamente a quien el Alto Teócrata Arcano estaba buscando y había propiciado su particular viaje de búsqueda. Un poderoso demonio: Rogahortharminathar, Emisario del Plano Abismal.

    Nada más percatarse de la presencia de Rijja, el demonio esbozo una sonrisa picarona y complaciente.

     

    Interesante. ¿Qué os trae de nuevo a mi presencia, Rijja Al’jhtar? ¿Habéis venido para otro… trato conmigo? –Dijo el demonio, relamiéndose levemente nada más dejar de hablar.

    Saludos, Emisario. Esta vez no, al menos no necesariamente. Necesito algo de… información. Tal vez usted pueda satisfacer mi curiosidad. –Contestó Rijja.

    Ja! Siempre tan elocuente. Ven, orgo, coméntame que es lo que buscas. –Replicó Rogahortharminathar.

    Rijja
    Participant
    Número de entradas: 373

    Buenas,

     

    Bajo mi punto de vista, y después de estar metido de lleno en el sistema gestas mucho tiempo, no creo que sea productivo el hecho de quitarlos (como ya se ha debatido mil veces). Creo que, como casi todo lo que se postea en esta parte del foro, sería balancearlo. Y, en mi opinión, hay varias formas de hacerlo. Ejemplos:

     

    -Al igual que se hizo con los «items de oficios», que no pudiera pedirse items directamente de ciertas fuentes. Por ejemplo, que bajo el Mecena_divino no pudieran solicitarse objetos que sean de Quest «complejas» (Exodus, Mareas, Confianza). Así se volvería a fomentar el hecho de hacer dichas quest ( ahora con la futura guia también se acrecentaría su uso ).

    -Encarecer dichas recompensas. A mi juicio, 750 puntos de gestas es relativamente poca puntuación para dichos premios. Subirlo a 1500 puntos o incluso 2000 balancearía el tema.

    -Limitar (como ya lo está el mecenas_no_muy_honrado para objetos publicos de gloria) el mecenas_divino también a el top del ranking.

    -Solo poder solicitar una vez cada recompensa por cada temporada. (Y este es el balance que creo más oportuno). El hecho de que un player solo pudiera optar a un item cada mes de juego solventaría de manera exponencial el malestar de «se equipa solo escribiendo» que enarbolan la mayoría de jugadores.

     

    Bonus Track: Recordad que el sistema de gestas, a mi juicio, está orientado en cierta medida a players que, ya sea por tiempo, situación, amigos o disposición, no son capaces de poder lograr ciertos hitos en el juego. (Al margen de que, en mi opinion, sumar al «lore» del juego las historias de los personajes y sus interpretaciones fomentan la calidad del juego y abren un gran abanico de posibilidades, tanto de lectura como de ambientación).

     

    Un saludo.

    Rijja
    Participant
    Número de entradas: 373

    Fascículo 44

     

     

    El Alto Teócrata no pudo salvo esbozar una sonrisa cuando descubrió, nada más girar su cabeza, quien era su interpelante. Una antigua conocida. Se trataba de una mujer que, con el paso de los años, se había consolidado en una cruel reputación dentro del Imperio Dendrita, todo a base de derrotar a grandes maestros de armas en combates singulares. Esta mujer tenía una complexión estilizada que acompañaba a una portentosa espalda y su apenas metro y medio de estatura se encubría debido a la portentosa montura, un poderoso demonio, que cabalgaba sin ningún tipo de esfuerzo. Se trataba de Lady Domiana.

     

    -¿Te han arrancado la lengua?, ¿Tan impresionado de verme?- Interpeló de nuevo Domiana, al mismo tiempo que su corcel demoníaco, oscuro como el carbón más puro, emitía una bocanada de aliento sulfuroso.

    Lady Domiana, veo que los años os siguen dejando estar tan… simpática, como siempre -Dijo Rijja con tono burlesco. –Acertáis, no esperaba veros. –Añadió.

    -¿Tan raro se os hace verme en esta fortaleza?– Preguntó Domiana, de nuevo.

    No en la fortaleza en sí, más bien en esta parte del castillo. Según tengo entendido últimamente custodiáis cierto… material especial. –Contestó el Alto Teócrata, a la vez que Domiana fruncía el ceño.

    Y bien, repetiré mi pregunta, ¿qué os trae a la Fortaleza después de tanto tiempo, señor Alto Teócrata? –Dijo Domiana, esta vez con un tono más inquisitivo.

    No os sulfuréis, mi señora. No permaneceré aquí más del tiempo necesario. He venido a parlamentar con cierto… invitado vuestro. Y, antes de que preguntéis de nuevo, los asuntos que vengo a tratar no os repercutirán tarea alguna. Así que, si a vos os place, seguiré con mi camino sin más interrupciones. -Sentenció Rijja, devolviendo la seriedad en el tono.

    -Ja! –emitió Domiana con una mezcla entre burla y resignación. –Tratad los asuntos que tengáis pendientes. No quería importunarle. Tal vez, algún día, su presencia en este castillo sea para “honrarme” con un combate singular, Alto Teócrata. –Añadió Domiana con una ligera sonrisa complaciente.

     

    Rijja le devolvió la sonrisa y, a la vez que este volteaba, Domiana giró su demoníaca montura para, después de una leve cabriola, marcharse hacia las afueras de la fortaleza y continuar su cometido, dejando tras de sí un profundo olor a azufre, presumiblemente fruto de las emanaciones de su particular corcel.

    Rijja
    Participant
    Número de entradas: 373

    Fascículo 43

     

     

    Una vez sus pasos por el sendero lo alzaron más y más arriba en el risco, el Alto Teócrata se encontró frente al Castillo de D’hara. Llegados a este punto, Rijja pudo observar como aquella fortificación, debido a su privilegiada posición, permitía dominar y escudriñar totalmente el terreno donde se encontraba y varios kilómetros a la redonda. La ausencia de vegetación, previamente talada por los habitantes del castillo, ayudaba a este cometido. Aquí se hacían aún más patentes las enormes grietas y quemaduras en los muros, propiciadas por antiguos ataques a este bastión, pero aun así seguían viéndose robustas y firmes.

    Un colosal rastrillo metálico protegía de manera infranqueable la entrada a la fortaleza, el cual se encontraba abierto debido a la actual ausencia de amenazas, pero debido a un sistema de contrapesos y enormes poleas este podía cerrarse súbitamente en cualquier momento.

    Sin dilación, el Alto Teócrata cruzó el umbral de aquella particular fortaleza con prestos pasos.

    Una vez en el interior, un enorme patio de armas daba la bienvenida a Rijja, completamente empedrado en losas de tonalidades grises, predominantemente oscuras, que se homogeneizaban con el resto de murallas del castillo. Esta zona estaba perfectamente organizada y pulcra debido, sin duda, a ser el centro neurálgico del castillo. Numerosos caballeros practicaban justas y peleas junto a un cercado de madera en la parte oeste, junto a las cuadras del castillo. Desde esta zona se podía observar todas las torres que componían aquella edificación, dotándola de una magnificencia única. Pero, al margen de los caballeros, lo que más abundaba en el patio de armas de la fortaleza eran los escuderos, jóvenes adoptados por la orden de caballería, procedentes de todos los rincones del Imperio Dendrita, incluso de poderosas familias nobles, que buscan ganar gloria mediante su entrenamiento como Caballeros de Seldar. Realmente solo son escogidos algunos de los aspirantes, ya que, al margen de las dotes necesarias para el combate, la Orden de D’hara busca concienzudamente en estos las aptitudes, y actitudes, para una severa investigación en todos los campos que desarrollan aquí.

    Antes de que el Alto Teócrata pudiera recorrer del todo aquel portentoso patio de armas, fue importunado nuevamente.

     

    Cuanto tiempo sin verle por aquí, Alto Teócrata. –Escucho Rijja, por parte de una voz femenina pero tremendamente severa, a sus espaldas. – ¿Has venido a enterrar de nuevo tu cabeza en nuestra majestuosa biblioteca? – añadió aquella voz.

     

    Rijja volteó su cabeza para observar a quien pertenecían aquellas palabras…

    Rijja
    Participant
    Número de entradas: 373

    Fascículo 42

     

     

    Dejando atrás los calcinados, o perforados, cuerpos de los bandidos que habían osado atacar al Alto Teócrata, este se encaminó de nuevo hacia su ansiado destino. La Fortaleza de D’hara.

    Avanzando un centenar de metros, se encontró con lo que precedía dicha edificación, una sencilla carretera empedrada con roca oscura en su totalidad, la cual serpenteaba hasta culminar en lo alto de un gran macizo rocoso. Una vez allí, con solo alzar la vista, Rijja pudo observar en lo alto de aquel macizo la fortaleza, erigida en piedra tan oscura como la carretera que ahora pisaba. Desde la lejanía se podía observar el sólido aspecto que resaltaba los dos torreones que posee dicha edificación, situados en el extremo oeste y norte del castillo, en los cuales se divisaba las grotescas gárgolas, y los estandartes emblemáticos de Seldar e Imperio Dendrita, que recorrían todas las almenas a modo… decorativo.

    A la vez que ascendía por aquel sinuoso sendero las murallas de la fortaleza se iban haciendo más y más claras para el Alto Teócrata. En estas se podía observar con claridad que no se encontraban tan cuidadas como el resto de la fortificación. Enormes boquetes, producidos presumiblemente por maquinaria de asedio tiempo atrás, decoraban la mayor parte de la superficie. Coronando dichas murallas se encontraban numerosos escorpiones, catapultas y enormes calderos repletos de aceite hirviente que disuadirían incluso al más valeroso guerrero enemigo que intentara acercarse a sus lindes. La vegetación en este punto era casi inexistente salvando algún que otro arbusto que se ensombrecen debido a la indómita presencia de la fortificación. Ya en los alrededores del castillo, el paso del Alto Teócrata Arcano fue importunado por dos individuos. Se trataba de unos Caballeros del Mal de los muchos que pueblan esta fortificación, hombres recios cuya dedicación ha sido absorbida por completo por las creencias y catecismo del Dios del Mal. Con paso firme, se acercaron a Rijja a la vez que llevaban su mano a la empuñadura de sus armas.

     

    Deteneos viajero. ¿Quién sois? – Preguntó uno de ellos con tono autoritario.

    Mi nombre es Rijja Al’jhtar, Alto Teócrata Arcano de Ar’Kaindia.– Según tengo entendido, os habían informado de mi inminente llegada a la fortaleza.- Dijo Rijja con tono solemne.

    En efecto, Alto Teócrata. Disculpad el infortunio de nuestra pregunta, debemos mantener el control sobre el trasiego del gentío en estos caminos. Es libre de seguir con su ruta.- Dijo, a modo de disculpa, el Caballero de D’hara.

    No me supone ningún inconveniente, gracias. –sentenció Rijja, a la vez que apartaba la vista del caballero con un ligero desdén y retomaba sus pasos hacia el enorme pórtico de la Fortaleza de D’hara.

     

     

    Poco a poco, el Alto Teócrata parecía acercarse a su ansiado destino…

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    Rijja
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    El resurgir (IV)

     

     

    Los aposentos de Drakar se habían mantenido intactos e inmóviles desde su partida, encontrándose todo tal y como lo dejó. Un enorme dormitorio repleto de candelabros y lámparas de aceite a poca altura que recreaban un ambiente cómodo y ligeramente oscuro. La cama, cubierta con sábanas azabaches, se le antojaba igual de cómoda que antaño, pero, en estos momentos, no había tiempo para detenerse en esas absurdas posesiones terrenales. Drakar debía cumplir sus planes.

    Mientras esperaba la llegada del Archimago de la Familia Baelzhemon, Drakar se acercó a su viejo vestidor, el cual atesoraba sus viejos pertrechos de batalla y, sin pensarlo dos veces, lo abrió con cuidadoso mimo. Con dicho gesto, el Patriarca de la Familia dejó a la vista su vieja armadura. Una impresionante armadura de placas de un acabado completamente agresivo, e incluso se podría decir que afilado. Esta barroca armadura incorporaba un gorjal remachado con pequeñas rodelas que hacía que se ajustara perfectamente a las axilas y codos. Unas hombreras anguladas coronaban la oscura pieza de armadura. Realmente no poseía demasiados adornos, pero el metal había sido tratado mágicamente y esta gozaba de unos epígrafes que enarbolaban sortilegios de protección para el portador.

    Sin dudar, Drakar se colocó y ajustó su vieja armadura mientras esta, a su vez, parecía darle de nuevo la bienvenida emitiendo un extraño olor a carbón, incienso y, por qué no decirlo, maldad.

    El ajado cuerpo del anciano patriarca casi sucumbe ante el peso de la armadura que acababa de vestir, pero, haciendo un esfuerzo sobrehumano, mantuvo la postura con entereza y acto seguido enfundó sus manos en sus antiguos guanteletes de guerra. Estos guanteletes estaban conformados por un refinado mithril revestido con una capa de aguamarina. Eran los conocidos guanteletes de la Muerte Helada, vestidos y usados generación tras generación en la familia.  Drakar emitió una ligera sonrisa a la vez que el rechinar de los guanteletes inundaba la estancia como un agradecido quejido.

    Una vez lo hizo, casi a la vez que terminaba de ajustar por completo las piezas de armadura a su maltrecho cuerpo, la puerta de sus dependencias fue aporreadas ligeramente.

     

    Mi Señor. –Dijo con tono temeroso el sirviente tras la puerta- El Archimago ha llegado, le espera en la biblioteca. – añadió.

    -Perfecto. No le haré esperar. – Dijo Drakar mientras había la puerta súbitamente. – Ha llegado la hora.

     

    Drakar salió de sus dependencias con un paso torpe y cansado, presumiblemente provocado no solo por su edad sino más bien por el peso de su antigua armadura.

    Rijja
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    El Resurgir (III)

     

     

    Al tiempo que Velminard entregaba su particular noticia a Rakmet, una figura encapuchada, ataviada con una oscura túnica, de andares pausados y ligeramente torpes llegaba al umbral de la Residencia Baelzhemon.

    Una vez estuvo cerca del umbral, los guardias que allí habían apostados se irguieron de manera militarmente amenazante y clavaron la mirada sobre el individuo que se acercaba sinuosamente a las puertas que custodiaban.

     

    No te acerques más. – dijo uno de los guardias con tono de conminación- No se permite la mendicidad aquí. – añadió su compañero.

     

    La figura se detuvo súbitamente emitiendo un sonido claro de desaprobación y, lentamente, se descubrió el rostro apartando la capucha con solemnidad. Los guardias quedaron petrificados por un instante, debido al terror que sintieron ante la presencia de quien se erguía ante ellos, antes de arrodillarse en un signo de sumisión total.

     

    -¡¿Lord Drakar?!- Exclamó uno de ellos, teniendo que hacer una fuerza sobrehumana para que sus palabras salieran de su boca lo menos entrecortadas posibles –Per…Perdonadnos, nos sabíamos que se trataba de usted. ¡Abrid las puertas!, Rápido!

     

    Drakar asintió con una mueca de desprecio mientras levantaba su castigadora mirada de los guardias que custodiaban las puertas, las cuales se empezaron a abrir pesadamente. El antipaladin había envejecido considerablemente desde la última vez que pisó su propiedad familiar pero sus rasgos eran fácilmente reconocibles, incluso para los novicios custodios.

    Sin mediar palabra, el Patriarca Baelzhemon continuó su camino atravesando el umbral, dejando atrás a aquellos atemorizados guardias, para continuar su camino y cometido.

    Largo tiempo había estado encerrado en el Templo de Ankhalas, en la lejana Isla helada de Naggrung, en búsqueda de una iluminación y fe que años atrás había languidecido, debido al trasiego y experiencias en su vida, y las cuales había encontrado, reafirmado y condensado ahora de manera formidable. Después de tantos años había encontrado la manera de volver a satisfacer los designios de su querido Dios del Mal.

    Una vez se encontraba en el hall de aquel castillo, Drakar alzó la vista para observar, con cierta nostalgia, las exuberantes lámparas que alumbraban con una bella y tenue luz aquella magnífica obra arquitectónica. Volvió a disfrutar, brevemente, los preciosos muebles y decorados que adornaban aquella sala y las excelentes obras de arte que enarbolaban antiguas conquistas familiares y a sus miembros participes en estas. Sin regocijarse demasiado en ello, continuó su particular camino por el pasillo norte de la fortaleza Baelzhemon, el cual le llevaría hasta sus aposentos personales.

    Justo antes de adentrarse en sus dependencias, volteó mirando a un sirviente, el cual se encontraba atónito ante la renovada presencia de su amo.

     

    Convoca al Archimago, hay trabajo que hacer. –Dijo Drakar solemnemente para después cerrar la puerta tras de sí.

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